Agustín y África, de recorrer mundo a emprender en una aldea: «Nació el coliving y empezó el amor, ¡todo muy loco! Hoy no podemos pasar más de siete días sin aldea»

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África y Agustín están al frente de Anceu Coliving, donde convive y trabaja colaborativamente gente de todo el mundo.
África y Agustín están al frente de Anceu Coliving, donde convive y trabaja colaborativamente gente de todo el mundo. Ramón Leiro

Europa mira a una aldea de Ponte Caldelas de 150 personas con «mejor conexión que el centro de Madrid o Barcelona». En Anceu, que hace comunidad internacional, medran África y Agustín, que dio forma a un sueño tras vivir en ocho años en ocho lugares, de Bali a Madrid. Hoy tienen lista de espera. «El negocio es rentable, la demanda es muy superior a la oferta»

26 feb 2024 . Actualizado a las 13:21 h.

Hay algo que toca la fibra sensible (y la óptica también) en Anceu, aldea de Ponte Caldelas que revienta de conexión atrayendo la mirada de toda Europa y del resto del mundo. La necesidad de cambio, el exceso de soledad de las grandes ciudades, el gusto por la naturaleza y la flexibilidad del teletrabajo fueron ingredientes del flechazo entre Agustín y África, al frente de ese espacio de convivencia y trabajo colaborativo que está en Anceu, cada vez un poco menos escondido, pues es cada vez más un secreto a voces difundido.

Agustín teletrabaja desde el 2013, cuando este era el modelo en pañales que pegaría el estirón con la pandemia. «Traballo para unha empresa de Singapur. Vivín en China catro anos, do 2009 ao 2013. E a finais do 2013 empecei a teletraballar mentres viaxaba», cuenta este programador que tiene un buen fondo de armario en destinos. Ha vivido en Pekín, Bali, Filipinas, Grecia (en Paros y Atenas) y Polonia (Cracovia) hasta que pegó la vuelta a España. Entonces, este oriundo de Caldas de Reis se fue a Málaga. El sur existe y es especial, pero en el 2019 él se propuso volver a Galicia, a madurar un proyecto.

Sende, el coliving pionero de Europa, montado en una aldea ourensana de 20 habitantes para mitigar la «España vaciada», le dio la pista. «Pensei: ‘Seguro que hai espazo para máis en Galicia...’. E comecei na busca dun espazo que, finalmente, é Anceu», dice Agustín, que atribuye a su familia parte del hallazgo. Cuando encontró el lugar, él estaba viviendo en Madrid, volvía a Galicia una vez al mes y fue al final del 2019, dos meses antes de la pandemia, cuando cerró el trato de compra del coliving en el que hoy vive con su pareja, África.

Su trabajo como programador le permitía a Agustín trabajar desde cualquier lugar del mundo donde hubiese buena conexión, pero tras un periplo de ocho ciudades en ocho años había un cosquilleo de ganas de «acougar». «E nun coliving estás rodeado de xente de todo o mundo. Se en Anceu non existise o coliving, a nosa vida aquí non sería tan interesante», considera.

«Xusto antes da pandemia, mudeime! En marzo. A tempo. E aí empezou Anceu», cuenta Agustín, aunque esperaron hasta junio para abrir a la gente.

En mayo del 2020 llegó ella: África conoció a Agustín y la aldea de sus amores. Miremos atrás. Los padres de África se mudaron de Málaga a Galicia hace 42 años por razones de trabajo. «Yo ya nací aquí, en Santiago. Y me crie en Pontevedra. Estudié aquí hasta los 18 años, luego me fui a Madrid y de Erasmus a Holanda. Estuve también años trabajando en Madrid y un tiempo de aquí para allá...», cuenta África, que estudió Derecho y Ciencias Políticas, pero no tardó en darse cuenta de que no le gustaba «nada» lo que hacía, el trabajo en despachos e instituciones europeas. «Aquello no era lo mío», cuenta.

Hace doce años regresó a Galicia, «pensando que visitas mucho mundo, pero como Galicia, nada en el mundo».

A su vuelta a la terriña, África decidió abrir un lugar de coworking en el centro de Pontevedra, Espacio Arroelo. «Fue donde entré en contacto con una comunidad de gente emprendedora, que me ayudó a entender que había otra forma de trabajar, compartiendo, generando ideas en colectivo, hicimos muchos programas de emprendimiento... Y en un momento dado, aunque me sentía a gusto, echaba de menos el factor internacional que había vivido siempre», revela esta emprendedora que se decidió entonces, a través de proyectos europeos, a traer a gente a Galicia. En uno de esos proyectos, que consistía en traer a personas de cinco países de Europa diez días para el desarrollo de iniciativas en el medio rural, África conoció Anceu Coliving, «que aún no había abierto». Lo visitó y se prendó.

AZARES CHINOS

El coliving ocupa el local que fue en su día un restaurante. «Llegué y me enamoré del sitio y me enamoré de Agus. ¡Todo a la vez! Fue muy curioso. Empezamos a conversar... [y afloraron coincidencias] Yo pasé una estancia de tres meses en China; mi hermano vivió en China también, cuatro años, y casualmente Agustín y mi hermano se conocieron en China cuando vivían allí. Y cuando Agus se mudó a Málaga, el primer coworking que visitó es el de mi prima Lola, así que ellos se conocieron antes que nosotros», relata África. Como decían las abuelas, «estaba para ti».

Retomando un hilo de este ovillo, en junio del 2020 el mundo salía a trompicones, por olas, de la pandemia, y empezaba Anceu: «Nació el coliving y empezó el amor, todo muy loco», cuenta África. Ella y Agus son tándem profesional de lujo, pareja en todo.

Los espacios de trabajo colaborativo o coworking, explican, palían la soledad del empleado en remoto o del emprendedor que monta su empresa: «Lo esencial en un coworking es que crees espacios de colaboración, conexión y amistad entre la gente. En Arroelo sigue sucediendo después de diez años. Para conseguir esto, haces actividades para favorecer las relaciones. Organizas, por ejemplo, el ‘Café a la fresca’, en Arroelo se hace una vez a la semana con gente de otras comunidades cercanas que vienen a contar algo sobre su vida, su proyecto, su historia… Son proyectos nuevos de Pontevedra o internacionales». Como decía Ortega y Gasset, y recuerda África, «sorprender y extrañarse es comenzar a entender».

Un coliving le suma a esta manera de entender el trabajo la convivencia. «Colivings hay de muchos tipos, Anceu está enfocado a gente que teletrabaja», detalla Agustín. En Anceu, solo se acepta a personas con proyectos. A esta aldea no se va de vacaciones, sino a trabajar, vamos. «En esto somos estrictos. A veces, es gente que trabaja para una empresa en un horario y otras son proyectos más abiertos (gente que escribe un doctorado o que hace un curso para cambiar de trayectoria profesional)», dice Agustín. En Anceu organizan un par de actividades conjuntas a la semana. Una de las más atractivas que suelen hacer, «Entre culturas», es un encuentro de la gente del coliving y gente local donde cada uno lleva un plato de comida para compartir. «Es muy bonito, porque ves a gente de Polonia, Marruecos, Argelia, Francia o Estados Unidos con la gente de la aldea que trae sus filloas», dibuja Agustín.

De lunes a viernes cenan todos juntos. Esto es sagrado en un espacio en que suelen vivir de media entre 15 y 20 personas. Cada día tres de ellas se encargan de hacer la cena para el resto. «Y el equipo que se encarga de cocinar se encarga de limpiar. Esto funciona muy bien. ¿Por qué? Porque hay mucha gente que viene que es adicta al trabajo. Es una de las razones por las que mucha gente viene a vivir aquí, para desengancharse de ese ritmo. Irte a cenar a las ocho de la tarde con toda la gente del coliving funciona, le da paz mental a la gente».

El cliente habitual de Anceu es el «coliver», el que trabaja en remoto para una empresa de cualquier lugar del mundo. Estas personas pueden estar en Anceu un mínimo de un mes y un máximo de dos. Si el tiempo se amplía, se suele buscar por la zona casa para alquilar. Otra opción de Anceu es acoger lo que llaman «residentes», los que quieren formar parte de la comunidad del coliving pero sin contribuir al pueblo. Hace poco «Ariadna vino de Ecuador a hacer un documental de las casas indianas desde una perspectiva feminista; se reunía con mujeres del pueblo que habían emigrado y con otras que se quedaron cuando emigró parte de la familia». Un ejemplo.

Los lazos que se crean son «muy bonitos», dicen Agus y África, que aseguran que «se necesitan más colivings en Galicia. Tenemos lista de espera».

¿El pero cuál es? «Las casas no están muy preparadas para los estándares que tiene gente que viene de ciudad. En invierno sobre todo. Precisamente, estamos en reformas para mejorar la eficiencia energética. Ahora cerrábamos entre tres y cuatro meses, en temporada de invierno. Pero este es un negocio rentable: hay más demanda que oferta. En el coliving de Sende abren reserva y en 24 horas ¡lleno! Hay una corriente en software que se llama código abierto. A nosotros nos escriben colivings de todo el mundo, sobre todo de Europa, donde nos hemos posicionado muy bien», dice Agus.

Ponte Caldelas fue el primer municipio de España donde todas las aldeas tuvieron alta velocidad, gracias a la empresa Áurea. «La historia es: la nieta de la fundadora de una empresa eléctrica decide por su cuenta y riesgo poner fibra óptica en todas las aldeas de Ponte Caldelas», subraya Agus.

¿Arrepentidos? «No ¡Que no nos saquen de aquí! —dice Agustín—. ¡Aldea, por favor! Hoy podemos estar fuera de aquí máximo una semana». «En las grandes ciudades vivimos muy enlatados. No se ve la naturaleza, que hace una labor por tu salud de la que no te das cuenta», plantea África.

Tienen dos ovejas, dos perros y conexión día y noche con la calma. «El cambio a aquí aumentó estratosféricamente nuestra calidad de vida. Hoy tenemos esa regla de no pasar más de siete días lejos de la aldea», dice África.

«Nos venden la mentira de que en las ciudades hay menos soledad... Hay más gente, pero a veces no se conoce ni a los vecinos. En la aldea todo el mundo te conoce, con cosas positivas y negativas. Hay sentido de comunidad», completa Agustín, que añade que por Anceu ha pasado gente de grandes empresas, «con buenos sueldos, pero que no tiene propósito de vida. Dices: ‘Vamos a ir a esa zona a quitar unos eucaliptos’, y puede ser la emoción de la semana. No solo importa el dinero».

La conexión manda en este lugar que ha visto también, nos chiva la pareja, muchas historias de amor, un bonus track interesante...