De Santiago a Katmandú en moto viajando atrás en el tiempo: «Irán ha sido la gran sorpresa, nos recibió al más puro estilo 'Bienvenido Mr. Marshall'»

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Óscar Conde en un parque natural en Nepal.
Óscar Conde en un parque natural en Nepal. cedida

50 DÍAS SOBRE RUEDAS POR UN RETO SOLIDARIO. Cinco fronteras, 11 países y 14.000 kilómetros está a punto de acabar de recorrer Óscar Conde, el verinés con más kilómetros sobre dos ruedas, que nos atiende en ruta

13 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde Santiago, desde la misma plaza del Obradoiro, a Katmandú en moto se propuso llegar este otoño Óscar Conde, el verinés con más kilómetros sobre dos ruedas, con un reto solidario por motor de la aventura: recaudar fondos para la ONG Hugging Nepal. Y a punto está de cumplir su objetivo.

Con una nariz de payaso a mano por si hay que salir con humor de una curva del destino, Óscar ha ido a Escocia, al desierto de Marruecos, a los países nórdicos y a los Dolomitas europeos, entre otros lugares. El que recibió en Geiselwind (Baviera) el Premio al Motero más Lejano en Solitario ha recorrido 24 de los 25 puertos de montaña más altos de Europa, ha surcado en moto el Trópico de Cáncer y el Círculo Polar Ártico y atravesado también la carretera más alta del mundo en un viaje al Himalaya en el 2019.

En septiembre, Óscar se puso en marcha junto a otras 14 personas con destino Katmandú, con un plan bien dibujado de antemano, pero sujeto a los imprevistos de un camino de contrastes. El grupo cruzó en barco de Barcelona a Italia y volvió a embarcarse para llegar a Croacia. Han pasado por todos los países de los Balcanes, entrado en Grecia y en Turquía. E Irán y Pakistán fueron dos paradas claves de un viaje de 50 días en los que sumarán más de 14.000 kilómetros sobre dos ruedas.

El 12 de octubre, el grupo lograba cruzar la frontera de Irán con escolta militar, con la prohibición de hacer fotos y con dificultades de conexión por móvil. Para él, Irán «ha sido la gran sorpresa» de este viaje en el que nos atiende, por llamada de WhatsApp un día desde Irán y 24 después desde Nepal.

«Contra lo que podemos pensar, Irán es un país con ganas de mostrarse al mundo, abierto al turismo y con un especial cuidado en las grandes ciudades, donde la normalidad y la globalización empiezan a estar presentes a pesar de tener restricciones», comenta aludiendo al uso de redes sociales como Instagram o WhatsApp en Oriente Medio. Es necesario instalar una VPN para cambiar la ubicación del móvil y poder tener acceso a todas las páginas y redes, detalla, pero entre las curiosidades para los amiguetes que se traerá Óscar de vuelta a casa está, por ejemplo, el hecho de que la policía tenga Instagram y les hayan pedido amistad, «a pesar de estar prohibido». Para repostar gasolina en ese país (en que 24 litros salen a 1 euro aproximadamente), es necesario tener una tarjeta de residente en Irán. «El combustible para particulares está subvencionado por el Gobierno y en multitud de ocasiones nos lo regalaban gasolineros, policías y autoridades locales».

Su paso por Irán levantó mucho revuelo y una lluvia de afectos y rojas rosas. En Isfahán, que está a 400 kilómetros al sur de Teherán y es la tercera ciudad en tamaño del país, llegaron a ser nombrados «Mensajeros de Paz» en un acto de acogida en la plaza principal de la ciudad «digno de una película al más puro estilo Bienvenido Mr. Marshall», tras poner la primera rueda en el país casi con actitud de corresponsales de guerra. Pero in situ vieron que la noticia era la generosidad de la gente, no el conflicto.

Hablo por videollamada con Óscar y uno de sus compañeros de viaje, Raúl Sanz, que en Isfahán se alojan en uno los hoteles más antiguos del mundo, con 400 años de antigüedad. «No podemos decir que esta sea una ciudad europea, pero sí una ciudad donde la gente se abre, come con su familia a la sombra de los árboles y va con los niños al parque», dice Óscar. Y añade Raúl aludiendo, curiosamente, a la ciudad que fue objetivo de uno de los últimos ataques de Israel: «Diría que es un poco como España en los 80. Y el mensaje que nos dieron para que nos trajéramos de vuelta es: ‘No queremos guerra’».

«Irán es un país maravilloso y desde que entramos en él tras salir de Turquía los militares desaparecieron —cuenta Óscar—. En cambio, lo que la mayoría de la gente tiene en la cabeza que es Irán, eso, es en realidad Pakistán, un país empobrecido, muy conservador, donde las mujeres van todas con burka, y te mueves entre casas de adobe». A diferencia de en Irán, en Pakistán son todo restricciones para visitar las ciudades no les dieron tregua allí, tenían siempre un policía en la puerta del hotel en que se alojaban que no les permitía salir del establecimiento. «En todos los sitios que vimos de Pakistán hay gente armada», recalca Óscar, que apunta que el hotel donde durmieron en Quetta, bombardeado y destruido tres años antes de su estancia, estaba inundado a su llegada de coches blindados de la ONU. Cruzar Beluchistán, una de las zonas más calientes del planeta, fue toda una experiencia —reseña—. Pasamos cinco controles de pasaporte (solo del lado pakistaní), unos policías especiales llamados Levis nos escoltaron mientras cruzábamos el desierto, donde atravesamos más de 40 controles militares… ¡a 40 grados y sin sombra!». Hay que sumar a estas condiciones extremas la costumbre de conducir por la izquierda «y que su normas de circulación, sencillamente, no existen».

EL PASO MÁS DIFÍCIL

Años atrás, según este motero incombustible, «la cabeza de un extranjero (un blanquito, como nos llaman aquí) llegaba a costar cerca de un millón de dólares en esa zona. Actualmente, Beluchistán es un territorio controlado por mafias por ser la puerta de entrada del 90?% del opio del mundo a Europa».

Esta aventura ha rebasado cinco fronteras. «La más difícil, Turquía». Cinco fronteras que, en realidad, «son diez —matiza—, porque tienes que hacer la salida del país en que estás y la entrada en el siguiente. Siempre hay un rato en que estás en tierra de nadie».

De asombro en asombro, y susto en susto, jugándose todos la piel en algún punto del camino, ha ido engarzando gentes, vivencias y anécdotas este grupo de 15 moteros que se quedó en 13 por dos abandonos forzosos por accidente.

¿El miedo os acompaña en la aventura? «En cada país en el que entramos todo es nuevo, diferente, sorpresa. Miedo no pasas, hay momentos que son una locura, pero te adaptas», asegura quien en la India se abrió camino entre animales.

Hablamos, de nuevo, con Óscar a su llegada a Nepal, el martes, cuando aún le separaban unos 700 kilómetros de la meta de su desafío solidario, Katmandú. «Ayer hicimos 180 kilómetros ¡y tardamos nueve horas! Velocidad media: 25 km/h, ¡y te garantizo que no puedes correr más!». A paso lento se llega muy lejos.

Una vez que dejas Europa, «desde Irán, las motos grandes están prohibidas». La cilindrada máxima que se permite son unos 250 centímetros cúbicos, explica el aventurero, que añade que resuelven la circunstancia de no cumplir con la norma tramitando la importación de los vehículos en cada cambio de país. «Para ello, es necesario dejar previamente un aval en España, en el RACE», informa.

«Enormemente emocionado» de haber entrado en Nepal y enfilar el final de su viaje se siente el motero más cercano al corazón de la gente, diferente, acogedora, que va conociendo en ruta. «A la oenegé Hugging Nepal le hemos hecho entrega ya de toda la recaudación obtenida en la gala solidaria que hicimos con Miguel Prieto, Chita, y Carlos Damorín en el Auditorio de Verín —subraya—. Este punto final será el cierre a una experiencia que va a quedar para siempre, sí o sí, en mi memoria».

Sus lugares favoritos de este viaje, dice, «son personas». «Desde niños que te dan su sonrisa, gente que te abre su casa para darte lo poco que tiene, los religiosos de las diferentes culturas que hemos visitado que nos mostraban con cariño formas de expresar su devoción, los militares que nos han hecho de escolta, la gente que nos cedía en Irán su tarjeta para poder repostar, el personal sanitario y la gente que nos auxilió cuando tuvimos heridos en accidentes, mi familia (por la paciencia que ha tenido) a la empresa GEZE por permitirme cumplir un sueño y a los compañeros de viaje. A todos mi agradecimiento», concluye Óscar, que ha hecho con Rakatanga Tour, organizadora de este viaje, el cambio total de vida que es pasar de Occidente a Oriente. «Ha sido entrar en la máquina del tiempo. Desde que entras en Turquía, parece que estás viajando atrás en el tiempo», concluye sobre un viaje que traerá de vuelta un reto cumplido, memorias de Asia y gasolina para que ruede el futuro.