
Se ha escrito un crimen. Hay guiones mucho menos rebuscados que los de algunas de las muertes reales más oscuras de Hollywood. El caso de Gene Hackman y su mujer es solo el último de una larga historia de sospechas y dudas
14 mar 2025 . Actualizado a las 18:52 h.Nunca sabremos exactamente qué ocurrió durante la semana que pasó entre la muerte de su mujer y el fallecimiento de Gene Hackman. Pero después de días y días de especulaciones, las autopsias del actor y su esposa determinaron que ella, la pianista Betsy Arakawa, de 65 años, falleció a causa de un virus en torno al 11 de febrero. El actor, de 95 años, habría muerto una semana después. Además de sufrir problemas cardíacos, padecía también alzhéimer y dependía de su mujer, y las autoridades de California se aventuran a decir que tal vez ni siquiera supo que Betsy había muerto. Hackman no tenía móvil, el empleado que localizó los cuerpos lo hizo una semana más tarde, los tres hijos del actor llevaban meses sin hablar con él.

Aunque no haya indicios de delito en las muertes de la pareja, según las autoridades, la descripción del escenario del caso, con el cadáver de ella en el baño, rodeado de pastillas, y el de él en otra habitación, además de la misteriosa muerte de uno de sus perros, ha hecho correr ríos de tinta. Aunque en la época del apogeo de las redes sociales, quizás habría que cambiar el símil. Los ríos ya no serán de tinta, pero la desinformación que bebe de las incógnitas del caso funciona exactamente igual que cuando el actor Roscoe Fatty Arbuckle fue acusado de matar a Virginia Rappe.
LA CAÍDA DE UN ÍDOLO
Casi nadie recuerda ya a Arbuckle, pero en las primeras décadas del siglo XX, era una estrella. Mentor de Buster Keaton y Chaplin, pionero del humor en el cine, su carrera era tan exitosa que la Paramount firmó con él un contrato de un millón de dólares. Para celebrarlo, montó una fiesta de dos días, regada con alcohol y todo tipo de sustancias (sus adicciones eran un secreto a voces). En un momento de la fiesta, los gritos que salían de una habitación alertaron a todos los asistentes. Al abrir la puerta, se encontraron el cuarto destrozado y a Fatty contemplando a una joven modelo, Virginia Rappe, gritando de dolor. Una testigo aseguró que la chica dijo que lo había hecho él, y fue detenido. Rappe falleció cuatro días después. Su vejiga había reventado, y la prensa sensacionalista de la época, capitaneada por William Randolph Hearst, acusó al actor de aplastarla con sus 120 kilos y de violarla con una botella. Arbuckle lo negó todo, dos juicios terminaron anulados y en el tercero fue absuelto. Las pruebas médicas indicaban que la muerte derivaba de un aborto previo, que no había agresión sexual... pero a pesar de quedar libre de cargos, fue completamente cancelado. Hollywood le dio la espalda, Hearst hizo su agosto, y más de un siglo después, una sencilla búsqueda en internet lanza decenas de artículos sobre el caso. Nadie sabrá nunca qué pasó en la habitación 1219 del hotel St. Francis, en San Francisco, pero aquel caso supuso el fin de la carrera de Arbuckle y derivaría en el férreo control que los estudios ejercían sobre la imagen de sus estrellas.
CONSPIRACIONES
La muerte de Hackman y su mujer ha dejado una conclusión bastante simple: una muerte accidental, por muy dramática que sea, no resulta tan seductora (ni vende tanto) como la sospecha de un delito. Y por supuesto, es mucho menos interesante que una buena teoría de la conspiración. A Marilyn Monroe nadie la ha dejado descansar tras su muerte. La estrella tenía 36 años cuando fue hallada muerta en su casa de Los Ángeles, en la madrugada del 5 de agosto de 1962. Fue el ama de llaves quien lanzó la alerta, su psiquiatra quien primero entró en la habitación, su médico personal quien certificó la muerte... y hasta ese momento, no avisaron a las autoridades. ¿Cambiaron el cuerpo de posición? ¿Alteraron la escena? Aunque hubo sospechas de todo ello, el forense determinó que había muerto por un posible suicidio por ingesta de grandes cantidades de barbitúricos. Y, sin embargo, empezaron a circular decenas de teorías que apuntaban directamente a los Kennedy, en concreto a Robert, temeroso de que la actriz revelase secretos sobre su relación sentimental y otras sombras de la familia presidencial. La mafia, agentes anticomunistas... todos ellos fueron señalados. En la década de los ochenta un fiscal decidió reabrir el caso, aunque lo cerró rápidamente como un posible suicidio o un accidente. Pero un periodista, Anthony Summers, continuó investigando y halló incongruencias sobre la hora de la muerte las misteriosas llamadas telefónicas de aquella noche. Según Summers, no había evidencias de asesinato, pero sí de que muchas de las circunstancias que rodearon la muerte de la actriz se ocultaron a propósito. Y la razón sería, de nuevo, su relación con los Kennedy.
Monroe no es la única actriz a quien la cultura popular ha otorgado una muerte misteriosa por una conspiración política disfrazada de suicidio. Jean Seberg, uno de los iconos de la Nouvelle Vague, falleció en 1979 también a causa de una sobredosis de barbitúricos. Su cuerpo apareció en el maletero de su coche, envuelto en una manta, con una nota para su hijo. Su segundo marido, Romain Gary, arremetió contra el FBI por la campaña de difamación que montó contra ella durante años, y que había destrozado su salud mental. Por su relación con formaciones de lucha por los derechos civiles, el FBI orquestó una operación para difamarla, llegando a asegurar que estaba embarazada de un miembro del partido Black Panther y no de su marido. El parto se adelantó, la bebé murió, y ella intentó suicidarse varias veces en el aniversario de aquella tragedia. Un año después de su muerte, la policía afirmó que tenía tal cantidad de alcohol en el cuerpo que era imposible que ella sola hubiera podido meterse en el coche. Y apuntó a que alguien estaba allí, y no hizo nada para ayudarla.
BALAS MORTALES
Desde niños, nos decimos a nosotros mismos que la sangre de las películas es kétchup. Y sin embargo, a veces algo falla y las balas no son de fogueo. El caso más reciente, claro, es el de la pistola con la que Alec Baldwin disparó en el rodaje de Rust, y que mató a la directora de fotografía de la cinta, Halyna Hutchins. El juicio contra Baldwin por homicidio involuntario fue anulado el año pasado, así que la única persona condenada es la encargada de la armería, Hannah Gutierrez-Reed, condenada a 18 meses de prisión.

Pero mucho antes, en 1993, otra bala equivocada acabó con la vida de Brandon Lee en pleno rodaje de El cuervo. El hijo del legendario Bruce Lee rodaba la escena de la muerte de su personaje, pero la bala que salió de la pistola no era de fogueo. ¿Por qué? Una teoría indica que se había rodado un plano del interior del arma con una bala real que no se retiró, y otra cuenta que se habían hecho unas balas falsas, pero una punta de plomo fue lo que salió de la pistola. En todo caso, se consideró un accidente y la película siguió con el rodaje, y la película se convirtió en una obra de culto. Michael Masee, el actor que empuñaba el arma, falleció en el 2016. Nunca vio la película.