CINELANDIAS 'Río Rojo', retrato de un John Wayne bestial, viril, portentoso

En esta película, la más fordiana de las películas no dirigidas por John Ford, Howard Hawks logra la exaltación de unos tipos humanos irrepetibles, rebosantes de pasiones ancestrales, de la mano de un colosal John Wayne y el contrapeso de su antípoda, Montgomery Clift, en su primer papel importante. Una forma de vida extinta que, sin embargo, nos sigue interpelando misteriosamente.
Escribir sobre Río Rojo (1948) significa escribir sobre John Wayne. Porque Wayne no representa tan sólo la encarnación prototípica del héroe del western, sino la encarnación mucho más elemental y difícil del hombre viril, o del hombre a secas. Esta es la razón por la que, tantos años después de su muerte, John Wayne sigue tan presente en el imaginario colectivo; y la razón por la que todos los intentos de execración de su figura han caído en saco roto. No ha habido ni habrá ningún actor en el mundo con ese don; y a quien no le guste John Wayne haría bien en hacérselo mirar por el médico, porque sin duda su aborrecimiento encubre alguna tara vergonzante. John Wayne es un pedazo de tío ante el cual no cabe sino la admiración rendida; y, además, es un actorazo como la copa de un pino, en contra de lo que los pichaflojas de sus detractores han divulgado.
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