Donante de esperma compulsivo
Donante de esperma compulsivo
Miércoles, 31 de Enero 2024, 16:00h
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El 6 de octubre de 2017, a las 10:55 de la mañana, en el iPhone de Peter Ellenstein apareció un mensaje por Facebook. «Hola, Peter -decía-. Nací en 1994 por fertilización in vitro. Te escribo porque creo posible que tú fueras el donante (…). Si prefieres no entrar en contacto, lo entenderé. Sencillamente quería darte las gracias».
El mensaje se lo había enviado Rachel White, música de 24 años, hija de una madre soltera de Malibú. Al principio, Peter no respondió. Pero empezó a sentirse angustiado.
Por la época en que Rachel nació, él había sido un donante de esperma más que ‘generoso’. En los años ochenta hacía de todo para ganarse la vida mientras trataba de consolidar su carrera de actor. Y, a diferencia de otros trabajillos, la donación de esperma estaba bien pagada y requería un esfuerzo mínimo.
Vendió sus gametos a dos bancos de semen de Los Ángeles entre 1987 y 1994. Siete años es mucho tiempo. El donante promedio no suele durar más de un año. Pero Peter no solo estuvo ‘activo’ durante un tiempo larguísimo, sino que su producción era impresionante. En vez de las tres donaciones a la semana que suele realizar un donante ambicioso, él hacía cinco. Corrían los años ochenta y se sacaba 900 dólares al mes, lo suficiente para el alquiler y los plazos del coche.
Su identidad como donante no era pública. En la base de datos figuraba con los números 305 y 217. Pero su producción era tremenda: cerca de dos mil viales; cada uno de ellos capaz de crear un embrión. Peter tenía claro que su poderosa simiente había generado algunos niños. Pero para él eran una abstracción: números, y no personas.
Hasta que apareció Rachel. La joven se las había arreglado para encontrarlo en la Red. Rachel colgó sus propios datos personales en el Donor Sibling Registry (Registro de Hermanos por Donación o DSR), un portal de Internet sin ánimo de lucro para que las personas concebidas a través de donantes puedan localizar a sus hermanastros y a las personas cuyos ovarios y esperma habían hecho posible su existencia.
Mientras Rachel esperaba que su padre biológico le respondiera, Peter se debatía lleno de dudas. Ocho horas y veinticinco minutos después tecleó una respuesta en el móvil. Estaba dispuesto a hablar con ella. Convinieron en verse al día siguiente. «Algo se abrió en mi mente -dice al describir esa primera cita-. De repente, me sentí en deuda con ella». ¿Que qué le debía? «No sé… lo mejor de mí». El encuentro se inició con un abrazo. Cada uno estudió el rostro del otro. No había duda. Rachel había heredado los ojos saltones de su padre.
Tres semanas después, Rachel le soltó otra bomba: «Hay más». Peter ya se olía la noticia. Con una sonrisa en los labios, echó mano del móvil y anotó los nombres que Rachel le iba dictando: 12 personas en total.
El listado fue ampliándose. La proyección es asombrosa: tres visitas al banco de esperma por semana, con una donación de dos viales por visita… Respire hondo, señor Ellenstein: estamos hablando de 364 posibles nacimientos.
Peter Ellenstein respira hondo. Es chófer de Uber y saca algo más de 200 dólares por semana. No tiene aspecto de dios de la fertilidad ni, como se autodenomina en broma, de ‘Sperminator’.
Lo lógico sería que un hombre a su edad y con problemas de dinero se sintiera angustiado por la situación. Pero no es así. «No he hecho nada para merecerme todo esto», comenta sobre su repentina paternidad multitudinaria. «Soy el tío con más suerte del mundo».
Rachel White siempre supo que era hija de un donante. Su búsqueda de la paternidad empezó a los nueve años. «Siempre quise tener hermanos. Y conocer mi llegada al mundo, quiénes fueron mis abuelos, cómo es que he venido a parar al planeta Tierra…».
Para los artificialmente concebidos, cumplir los dieciocho años es decisivo. Es la edad en la que pueden entrar en contacto con los bancos de semen y solicitar los datos necesarios para encontrar a su progenitor. La privacidad de los donantes anónimos estuvo garantizada durante años… hasta que llegó Internet.
Muchas veces, lo único que hace falta para dar con un donante anónimo es un ordenador y el número de donante, que los bancos de semen facilitan a todos los usuarios. Rachel White también entró en el portal para encontrar otras vinculaciones en el ADN. Y así dio con Alana Shannon, una estudiante de Los Ángeles de 23 años. El Donor Sibling Registry confirmó la conexión. Tenían un perfil genético idéntico al 25 por ciento, lo habitual entre medio hermanos.
Alana también quiso conocer al donante de semen. «Al abrazarnos, tuve claro que no era una mala persona -recuerda-. El contacto humano lo dice todo. Me sentí a gusto a su lado».
Rachel, Alana y no eran las únicas. Cada vez aparecían más medio hermanos. Dexter Elliott, que estudiaba Astrofísica; Natalie Jones, de 19 años, estudiante de Psicología Infantil. Y también Tyee Williams, que estudiaba Ciencias del Medioambiente; y Jeremy, un humorista de 29 años. El número total se incrementó de golpe con la aparición de los trillizos Krone: Brittany, estudiante de Ciencias Medioambientales; Michael, un militar; Courtney, estudiante de Zoología.
«Y luego todo siguió igual durante un año», dice Shannon. Pero, en los últimos tiempos, cada mes aparece un nuevo miembro.
Peter organizó un encuentro con muchos de sus hijos naturales. En la cita se mencionaba de pasada la «grabación de entrevistas en vídeo». Peter firmó un contrato con dos productores de televisión que quisieron vender su historia en Hollywood con la idea de grabar una serie documental.
Siempre habrá cínicos que dirán que todo es un montaje, que el actor fracasado está vendiendo su nutrida paternidad al mejor postor. Pero en el primer encuentro con parte de su progenie, pese a la presencia de las cámaras, la emoción es genuina. Sperminator abraza con fuerza a todos y cada uno de ellos. Al separarse, tiene los ojos enrojecidos.
Al igual que su padre natural, muchos de los hermanastros se sienten cómodos delante de las cámaras. A la hora de redactar los contratos, una cosa resulta innegociable: todos los participantes cobrarán lo mismo. Lo que viene a ser entre dos mil y tres mil dólares para cada uno por episodio. Bastante menos de los que se saca una Kardashian, pero más de lo que ganas conduciendo para Uber.
No a todos les parece una buena idea. El hermano de Peter Ellenstein, David, no está contento: «No me gusta ese tufillo a número de circo; parece que a mi hermano y los demás solo les importa hacerse de oro». David ha hablado con cinco de los hermanastros y reconoce que Peter «los quiere», pero sigue intranquilo. «Unos cuantos de estos chicos han crecido en entornos difíciles y podrían tener problemas psicológicos. ¿Qué pasaría si alguno se decidiera a denunciar a Peter?».
Es verdad que un par de ellos sufren problemas mentales, pero ninguno de sus familiares se ha quejado hasta la fecha. David sigue sin tenerlas todas consigo. «En la familia de mis padres había unos cuantos locos», explica, y la ansiedad en su voz resulta palpable. «Locos diagnosticados».
Unas semanas después, en el grupo de chat vinculado a Peter corre la última noticia. Ha aparecido un nuevo integrante de la familia: se llama Sidney y es el más joven de todos. Lo han encontrado a través de 23andMe. Tras enterarse, Peter cuelga en el chat: «¡Mi hijo número 20!». Está en éxtasis. No solo se trata de su vigésimo vástago. Sidney nació en 2000, es decir, seis años después de que Peter efectuara su última donación. Por tanto, las compañías siguieron vendiendo su esperma después de que él abandonara esas actividades. «Ahora tengo claro que hay muchos otros chicos -dice Peter-. ¡El número real puede llegar a la cincuentena!».
Al poco tiempo aparece otra hermanita: Melanie, de 27 años, abogada. «Ya tenemos una abogada, lo que nunca viene mal -escribe Peter en un mensaje de texto-. Ahora necesitamos un médico, un banquero, un electricista…». Pero la siguiente persona que aparece es una publicista, una mujer de 26 años llamada Laine Hammer.
Peter Ellenstein incluso ha pasado el día de Acción de Gracias con cuatro de sus hijas. «También estuvieron mi madre y mis hermanos. Mi madre, que tiene 97 años está emocionada con todo esto, ya conoce a 20 de mis hijos», cuenta en The Telegraph Magazine.
«Me he enterado de que voy a ser abuelo», dice emocionado. «Lo más emocionante es que voy a ver cómo crecen mis nietos, cosa que no ha sucedido con mis hijos», añade.
De momento sabe que tiene por lo menos 37 hijos de los que conoce a 34. Su descendencia es muy variada: «El mayor tiene 35 años; algunos son hijos únicos; otros tienen dos madres; los hay de familias tradicionales, pero con un padre ausente, que se fue para no volver; y muchas de las madres son judías, como yo», cuenta Peter.
También están desperdigados, por Estados Unidos, Europa e incluso tiene un hijo en China y ha ido a visitarlo. A París viajó para ver a Mikayla acompañado de Rachel, la hija con la que tiene una relación más cercana y especial.
Con alguno ha tenido desencuentros, sin embargo: «Uno de mis hijos me llamada constantemente y se sintió rechazado cuando vio que yo no podía llenar sus carencias afectivas», cuenta Peter. Y ha intentado conectar con tres que lo han rechazado.
Sí se ha reunido, sin embargo, con diez madres y dos padres de sus hijos. «La mayoría me han dado las gracias», dice Peter. Incluso han formado un gran grupo en Facebook donde están Peter y sus hijos y otro al que se han sumado padres, hermanos y otros familiares.
«Ninguno de mis hijos me ha pedido dinero o compensación de ningún tipo», desvela Peter Ellenstein. Está contento: «En un mundo perfecto tendría una casa gigante donde cabríamos todos», dice. Y confiesa que él también se pregunta si merece ser llamado padre. A lo que responde, «no me considero un 'padre'. Pero aún así, son mis hijos».
Teresa Murtha, estudiante de doctorado en Psicología, de 35 años, reconoce que al principio tuvo reticencias respecto a Peter: «Su manera de donar esperma al por mayor me pareció imprudente. Pero he cambiado mi percepción sobre él», cuenta.
Sus padres se habían separado hacía muchos años cuando Rachel se puso en contacto con ella y pensó que conocer hermanos estaría bien. «Conocí a Peter y a cinco hermanos: había mucho que digerir. Con Peter, al principio me mostré recelosa: 'es un actor', pensé, 'esto puede ser una pantomima'. Pero el tiempo me ha demostrado que no es así. Peter es cariñoso y cálido, muy genuino. Nos vemos una vez al mes, salimos a cenar o al teatro. Y mis hermanos son muy alegres. Esto es una bendición», dice Teresa.
Courtney Krone, contable de 27 años, y trilliza de Michael y Brittany, también está feliz con el encuentro familiar. Los trillizos descubrieron que eran hijos de un donante a los 17 años al realizar un trabajo del Instituto que requería un análisis de sangre. Sus padres ya estaban divorciados y su madre acabó contándoles la verdad: los resultados de los análisis eran contundentes.
«Cuando Rachel contactó con nosotros sentí mucha curiosidad. Peter me pareció muy extrovertido. Me ha encantado el hecho de que se interesara en conocerme, no es lo habitual en donantes de esperma. En 2019 me llevó con él a Europa. Yo nunca había cruzado el charco. Me encanta viajar con él, aprender de él... siempre ve lo bueno de la personas. Tengo suerte de tenerlo como padre», cuenta Cortney.
Por Carlos Manuel Sánchez
Donar esperma en España no es fácil ni rentable. Por ley, la donación es altruista, aunque se suele dar una compensación de 50 euros «por las molestias».
El proceso es largo; se redacta su historia clínica, se miran antecedentes, se hacen análisis para detectar enfermedades infecciosas y hereditarias… El semen debe ser de calidad, con una alta concentración de espermatozoides capaces de ‘hibernar’ a 196 grados bajo cero. Nueve de cada diez aspirantes no pasan la criba. El candidato está obligado a informar si ha realizado donaciones previas; y la clínica, a verificar... Leer más