El camino hacia la singularidad
El camino hacia la singularidad
Domingo, 23 de Diciembre 2012
Tiempo de lectura: 1 min
La era de la humanidad terminará poco después de 2030. Lo que ocurra después será tan comprensible para nosotros como la ópera para un gusano». Así describe Vernor Vinge, matemático y escritor, la llegada de la singularidad (llamada así por analogía con la singularidad de los agujeros negros, donde existe un punto en el que las reglas de la física dejan de ser válidas), una nueva etapa en la evolución de la humanidad que él ha popularizado tanto como Raymond Kurzweil, inventor y principal apóstol singularista, quien sitúa su llegada en 2045.
Si esas predicciones se cumplen, deje de preocuparse por la crisis económica, porque para entonces usted estará obsoleto. Llegará la época poshumana: la tecnología dará tales saltos a tanta velocidad que incluso la inmortalidad estará a la vuelta de la esquina, aunque será para personas que poco tendrán que ver, en lo fisiológico o lo mental, con usted y conmigo.
La idea de la singularidad, de una próxima expansión repentina del conocimiento que llegue a cotas no imaginables, no genera una respuesta unánime en la comunidad científica, pero tiene un papel cada vez más destacado. Por ejemplo, en la Singularity University, creada por Kurzweil, colaboran la NASA y Google.
Quizás también te interese...
Claude, la nueva inteligencia artificial que se ríe de ChatGPT
'Claude' es, según Silicon Valley, el nuevo y sorprendente rey de la inteligencia artificial generativa, una verdadera amenaza al reinado de ChatGPT. Lo han creado el hombre de la foto, Dario Amodei, y su equipo de Anthropic... Con el respaldo de Amazon. ¿Cómo ha logrado seducir a tanta gente en tan poco tiempo? Lo explica la misma IA: «con 'colegueo' y sentido del humor».
No es ciencia ficción, advertía la revista Time al dedicarle la portada al tema. «Es una hipótesis seria que, si fuese real, sería lo más importante que le ha ocurrido a los seres humanos desde la invención del lenguaje».
¿Cómo puede llegarse a ese punto? Según Vinge, la singularidad se puede alcanzar por tres vías: el desarrollo de un computador que supere el nivel de inteligencia humana; la creación de redes de computadoras que se comporten como un cerebro inteligente y autónomo; o la aparición de elementos de interacción del hombre con computadoras que permitan a un humano comportarse como un ser superinteligente.
La aparición de ordenadores más inteligentes que el ser humano, la llamada ‘inteligencia artificial (IA) fuerte o general’, es la teoría defendida por más científicos. Podrían conducir a lo que el matemático inglés I. J. Good llamó en los años sesenta una «explosión de inteligencia». Porque ese ordenador sería capaz a su vez de crear otros más inteligentes que él, iniciando una espiral incalculable.
La ley de Moore, que viene cumpliéndose rigurosamente desde hace 50 años, es el principal argumento al respecto. Afirma que la capacidad de los microchips se duplica cada 18 meses. Se anuncia, además, que IBM ha conseguido el primer chip cuántico, que se comercializaría dentro de diez años. En resumen, si un ordenador actual puede realizar ocho operaciones distintas con tres bits, un ordenador cuántico puede realizar ocho operaciones simultáneas con ellos.
Por supuesto, hay una gran diferencia entre desempeñar tareas predefinidas y resolver problemas, entre hacer cálculos deprisa y crear, lo que se mantiene como una capacidad humana. El profesor de la Universidad de Málaga Juan Antonio Fernández Madrigal, especialista en robótica, insiste en que el desarrollo de inteligencia artificial «está estancado desde hace décadas, sin que el incremento de potencial computacional le haya afectado».
Hasta la fecha, lo más parecido a una IA semifuerte se ha conseguido en robots militares, que deciden de forma autónoma los objetivos que atacar y buscan fuentes para repostar energía. Raymond Kurzweil, por su parte, ha situado en 2029 el momento en que un ordenador podrá superar el test de Turing: simular hasta no dejar dudas que se trata de un humano. Kurzweil cree con firmeza en la singularidad por este camino. Kurzweil lo basa en un hecho demostrable: el progreso tecnológico no avanza linealmente, sino exponencialmente. En 2045, según él, la inteligencia creada artificialmente será un billón de veces superior a la inteligencia humana que conocemos hoy.
Ahora bien, hay quien considera que para llegar a la superinteligencia hay que superar el silicio. Es decir, nuestro cerebro es demasiado complejo para reducirlo al silicio digital. Habría que crear unas ‘superneuronas’ con elementos biológicos. El biólogo Dennis Bray lo explicó en una ponencia, precisamente en la Universidad de la Singularidad, titulada Lo que las células pueden hacer y los robots, no. Argumentó cómo los procesos químicos propios de las moléculas y proteínas que integran la célula crean una capacidad infinita de almacenar información y una capacidad única de predecir hechos futuros, muy superior a cualquier combinación de ceros y unos. Pero es que esa fusión con la biología tampoco se descarta en el camino a la singularidad.
La tercera vía. La otra vía hacia la singularidad está precisamente en el cuerpo humano. Ya existe un ciudadano que tiene el estatus oficial de cíborg, el inglés Neil Harbison, que es capaz de ver colores pese a un defecto de nacimiento gracias un dispositivo electrónico. Harbison lidera la Cyborg Foundation, con sede en Mataró, para la creación de otros mecanismos cibernéticos. En último extremo, el objetivo de este tipo de desarrollos es la expansión de las capacidades humanas, tanto en términos físicos como mentales.
José Ramón Vázquez, físico investigador en altas energías en la Universidad Complutense y también escritor de ciencia ficción, ve la biotecnología como un camino más probable a la singularidad. Sin embargo, tanto Fernández Madrigal como Vázquez mantienen el mismo escepticismo que la mayor parte de la comunidad científica hacia la idea de la singularidad, citando no solo motivos de desarrollo tecnológico, sino también las dificultades para implantar algunas innovaciones por motivos éticos o morales. «En la idea de la singularidad hay un punto religioso, algo de lo que el escritor inglés Ken McLeod bautizó como ‘el éxtasis de los nerds’. En una época en que lo apocalíptico triunfa, la singularidad es el sueño definitivo de los tecnoadictos», explica Vázquez.
Raymond Kurzweil nació en 1948, pero quizá nunca muera. Eso al menos cree él, convencido de que la singularidad abrirá la puerta a la inmortalidad humana, mediante mejoras fisiológicas o con procesos para grabar la mente humana y reproducirla en entornos virtuales masivos: uno de los principales temas en las reuniones singularistas. Para llegar hasta la singularidad y convertirse en eterno, Kurzweil sigue incluso... Leer más
Y está el miedo a las máquinas dispuestas a terminar con sus creadores, idea popularizada por la película Terminator (1984) y que tiene defensores tan acreditados como Stephen Hawking, que habló hace más de una década de su temor ante la posibilidad de que la inteligencia artificial supere a la humana: «Existe un peligro real de que las máquinas llegarán a controlar el mundo», afirmó en una entrevista.
Entre otras cosas, Hawking señalaba que resulta mucho más fácil crear una inteligencia artificial que pueda resultar agresiva –que simularía en sus comportamientos a un animal– que cooperativa –que simularía el comportamiento humano–. Otros pensadores aseguran que los objetivos de una inteligencia artificial no tendrían por qué coincidir con los humanos, y que de hecho, si la primera desarrollara instinto de supervivencia o de reproducción, podría considerar a la humanidad como un obstáculo para la obtención de recursos. En su breve relato Respuesta, de 1954, el escritor Fredric Brown da cuenta de la creación por parte de una civilización extraterrestre de un supercomputador. A la primera pregunta que se le hace –«¿Dios existe?»– da una lacónica respuesta: «Ahora, sí», seguida de un rayo destructor.