Miles de familias sirias huyeron de Alepo, destruida por la guerra, y se asentaron en el nordeste del país, rico en crudo. Ahora malviven refinando petróleo de manera artesanal. Sus hijos trabajan con ellos: respiran humo, se queman la piel y se juegan la vida trajinando con gases, escapes y gasolina.
De la guerra al trabajo infantil
Siria lleva diez años en guerra. Con el estallido del conflicto, el nordeste del país –rico en crudo– fue tomado por ISIS y luego recuperado por los kurdos. Antes de 2011, se extraían casi 400.000 barriles diarios de petróleo. Ahora se refina 'a mano' por miles de familias huidas de Alepo. Aquí, Aref, de 13 años, ajusta el voltaje de la máquina de soldar mientras su primo repara uno de los tanques.
La excavadora no es de juguete
Ahmed, de diez años, maneja la excavadora con una destreza impresionante: la conduce desde los ocho. Sin recursos para nada, aquí los sirios refinan el petróleo en tanques en los que lo calientan con carbón. Ahmed recupera luego el carbón sobrante de esos tanques.
Explosiones y vapores tóxicos
Los tanques de chapa funcionan como hornos. No hay ningún control de presión ni de temperatura. Los vapores tóxicos escapan. Las quemaduras en la piel, el picor de ojos y los problemas pulmonares son constantes, y los accidentes, habituales: hay explosiones, por ejemplo, cuando se abren los tanques sin que se hayan apagado los quemadores. Y muchos niños son, naturalmente, inexpertos.
Pan, ovejas y síndrome de Down
Ya hay en la región unas cincuenta refinerías artesanales. La contaminación lo impregna todo: el trigo, el pan e incluso las ovejas están tiznadas de negro. Los médicos de la zona alertan del incremento de casos de cáncer de piel, sangre y pulmón y del número inusitado de niños con síndrome de Down.
Gasolinera de subsistencia
Ahmed, de 12 años, posa en su 'gasolinera'. Sus clientes son conductores de vehículos y los panaderos de la zona que necesitan combustible para sus hornos. Ahmed gana unas 6000 libras sirias al día, el equivalente a unos 3,90 euros.
Migrañas y fuego en los pulmones
«Las primeras semanas tenemos migrañas, luego te acostumbras», cuenta Hissam, de 17 años. «Todos tendremos cáncer», asegura Assam, de 20. El aire apesta y está plagado de volutas negras.
La peste y el humo ahuyentan hasta al coronavirus
Brahim, de 15 años, se ha convertido en un experto soldador de los tanques, fabricados con chapas, que se usan para calentar el petróleo. En la imagen, con su hermano y ayudante Mahmoud, de 8 años. «Cuando el coronavirus viene hacia aquí y ve este cielo negro, se va», explica Alí, unos de los trabajadores de las refinerías artesanales de Siria.
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