Mecanismo para sobrevivir ¿Por qué son tan adorables los bebés? (Y cómo 'leer' su cara para entenderlos)
Jueves, 17 de Noviembre 2022
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Al observar a un bebé, una serie de mecanismos se ponen en marcha en nuestro cerebro sin que seamos conscientes de ello. La actividad en la corteza orbitofrontal, ubicada encima de los ojos y relacionada con las emociones y el placer, se dispara. Y al mismo tiempo se activan las llamadas ‘vías mesocortical y mesolímbica’. Actúan generando oxitocina y dopamina, un neurotransmisor que también entra en juego cuando nos enamoramos. Y nuestra atención se centra en el pequeño que tenemos ante nuestros ojos. Este mecanismo es una jugada maestra de la naturaleza: dado que el ser humano necesita, al nacer, que los adultos se hagan cargo de él, ¿qué mejor manera de conseguirlo que haciéndolo, literalmente, irresistible?
Los bebés ‘entran’ a través de todos los sentidos, y el mecanismo se produce igual en hombres que en mujeres. Tengan hijos o no
El mecanismo por el que el rostro de los bebés —y el de los cachorros de otros animales— acapara nuestra atención fue descrito hace décadas por el biólogo y etólogo austriaco Konrad Lorenz: kinderschema lo llamó. O esquema del bebé: una cabeza redondeada y grande con respecto al cuerpo, los ojos de gran tamaño, las mejillas redondeadas… Son algunos de los ‘ingredientes’ que describió el científico, cuyo currículum no exhibe tan solo un Premio Nobel por sus descubrimientos, sino también una mucho más repudiable cercanía y colaboración con el régimen nazi. Consciente o inconscientemente el esquema que describió Lorenz se ha empleado en ámbitos tan distintos como los dibujos animados (un curioso paper científico muestra cómo evolucionó Mickey Mouse, redondeando paulatinamente sus formas para resultar más simpático y atractivo) o el diseño industrial: BMW lo utilizó para diseñar los nuevos Minis. No en vano se trata de un mecanismo que se activa no solo al contemplar a bebés humanos, sino a muchas otras crías del reino animal: la misma proporción en las facciones se puede observar en gatos, leones, elefantes…
Pero recientes estudios dan un paso más allá. no se trata tan solo de que los bebés nos entren por los ojos. El olor y el tacto son tan importantes como la vista. Su piel es suave y tiene un olor dulce irresistible. «Los bebés nos atraen a través de todos los sentidos, lo que hace de su lindura [;los anglosajones escriben cuteness, derivado de cute: ‘mono’, ‘lindo’] una de las fuerzas más básicas y potentes que definen nuestra conducta», dice el profesor Morten Kringelbach, del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Oxford. «Desde un punto de vista evolutivo -afirma- se trata de un mecanismo de protección que asegura la supervivencia de unos bebés dependientes». Además, este mecanismo se produce tanto en hombres como en mujeres, tengan o no hijos propios.
Otros estudios han demostrado que los adultos tienen preferencia por los peques más guapos: pasan más tiempo mirándolos o tienden a darles a ellos un juguete antes que a otro menos agraciado. Más sorprendente si cabe resulta el hecho de que los bebés de entre tres y seis meses prefieren observar el rostro de un adulto bello frente a otro menos guapo, según demostró la psicóloga Judith Langlois, de la Universidad de Texas. Y, sin embargo, a tan corta edad los bebés no podían estar influidos por criterios sociales o culturales todavía. Se trata de otro mecanismo evolutivo. la belleza puede ser sinónimo de salud. El cerebro de nuestros antepasados se armó de detectores biológicos para seleccionar a la pareja que más probabilidades brindase de que se perpetuasen los propios genes. De nuevo, la selección natural.
¿Y tú que piensas?: Cómo leer el rostro de un bebé
Antes se creía que el cerebro del bebé era una página en blanco. Hoy sabemos que viene «programado» con algunas reglas básicas.
Me estáis engañando...
Si el bebé observa algo con atención, es porque quiere saber más. O entender cosas que no transcurren como esperaba. Y tienen nociones ciertas de matemáticas y de física. Un estudio de Harvard midió la reacción de niños de cinco meses a escenas cotidianas como una caja que cae al suelo. La atención se redoblaba si algo no respetaba las leyes de la física: por ejemplo, si la caja flota en lugar de caer.
A ti no te conozco...
Los pequeños tienen nociones de grupo mucho antes de lo pensado. Un experimento dividió a un grupo de bebés en dos conjuntos. La mitad se vistió con camisetas amarillas y la otra mitad con camisetas azules. Si uno de estos últimos se colocaba en medio de los de camiseta amarilla, se mostraba inquieto y despistado. Otros estudios muestran que prefieren los rostros de la raza que les es más familiar.
Los malos no 'molan'
Hay cierto sentido de la justicia en sus acciones, como ha demostrado el psicólogo Paul Bloom, de la Universidad de Yale. Mostraron a los bebés una animación donde un personaje bueno era elogiado por un sujeto y reprimido por otro. Eligieron al primero. Pero si hacían lo mismo con un personaje malo, los pequeños elegían al que castigaba sus malas acciones. Podía ser antipático, pero lo hacía para impartir justicia.
Si lloras, lloro
Darwin ya describió que su bebé lloraba cuando la niñera fingía estallar en llanto. Y, de hecho, los pequeños tienden a llorar cuando oyen grabaciones de otros haciéndolo. Durante mucho tiempo se creyó que el bebé creía que el llanto era suyo. Pero los investigadores compararon la reacción de los bebés al propio llanto y al de otros niños: lloran más cuando escuchan a otros. A partir de un año tienden a consolar a quien está molesto.
Un diseño perfecto
Muchos mamíferos comparten, al nacer, una serie de características que tienen la función de garantizar los cuidados de sus mayores. Es lo que los biólogos han bautizado como ‘esquema del bebé’. La piel del bebé es suave y rosada y, además, desprende un agradable olor dulzón. Y el pelo de un perro o un gato recién nacido también es irresistible al tacto. Otra estrategia de seducción. Además, los bebés son rechonchos y redondeados y tienen sus extremidades cortas con respecto al cuerpo. Lo mismo ocurre con otros mamíferos que necesitan del cuidado de sus padres para sobrevivir. Los estudios demuestran que una cabeza alargada en un neonato nos resulta menos atractiva que un rostro redondeado. En el ser humano, esta forma del cráneo viene dada por la necesidad de alojar un cerebro de gran tamaño. El cuello es casi imperceptible. Al nacer, los ojos tienen ya un 75 por ciento del tamaño que tendrán en la edad adulta. Como resultado ocupan un gran espacio del rostro.