Viernes, 18 de Octubre 2024, 09:26h
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Francia, un país en el que la gastronomía posee una importancia capital, tiene un pequeño –o grande, según el mundo macronista/lepenista– problema: a los jóvenes les importan poco los clásicos de la cocina francesa y se vuelcan en cualquier clase de comida callejera que no sea la suya propia. Hoy, en cualquier ciudad de Francia de talla media, hay colas en lugares donde despachan kebabs, focaccias, tacos, arancini y, por encima de todo, cualquier simulacro de comida japonesa, sea ramen, sushi, takoyaki u onigiri.
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