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Gestionar la ira (sin enfadarse más): te contamos por qué desahogarse no es tan sano

Despotricar, boxear, gritar...

Gestionar la ira (sin enfadarse más): te contamos por qué desahogarse no es tan sano

Gritar, maldecir, despotricar o golpear un saco de boxeo pueden parecerte una forma de liberación; una especie de terapia contra la multitud de situaciones que cada día nos disgustan o nos estresan. Pero ¿hasta qué punto esto es sano? Un sorprendente estudio derriba la creencia popular de que despotricar es útil para controlar la ira. Te lo explicamos.

Miércoles, 20 de Noviembre 2024, 17:30h

Tiempo de lectura: 4 min

Tu jefe te ha hecho quedarte más horas de lo que pensabas en la oficina, un amigo te ha cancelado el plan cuando ya ibas de camino, tu vecino ha vuelto a aparcar en tu plaza de garaje... ¿Quién no ha aprovechado la compañía de sus amigos o familiares para despotricar sobre ese disgusto o ese 'cabreo' que te ha amargado la semana? Puede ser liberador y muchos creen que desahogarse es incluso terapéutico.

Pero ahora un nuevo estudio apunta a que estamos ante una falsa creencia popular. El trabajo de los investigadores Brad Bushman y Sophie Kjærvik de la Universidad Estatal de Ohio que asegura que desahogarse en realidad es lo peor que puedes hacer cuando estás enfadado porque dar rienda suelta a las quejas, en lugar de calmar la rabia, tiende a intensificarla.

El estudio, con más de 10 mil participantes de distintas culturas y edades, coincide en «desmitificar la idea de que la ira debe ser liberada para ser superada»

Este análisis, publicado en Clinical Psychology Review, ha recogido 154 estudios sobre la ira con más de 10.000 participantes de varias edades y culturas y ha descubierto que las personas que se liberan de su enfado quejándose, golpeando un saco de boxeo o gritando, lejos de calmarse, aumentaban su agresividad y sensación de ira. Es probable que hayas experimentado en tu propia piel cómo, por más que has estado hablando durante horas sobre un problema, la mala sensación no ha desaparecido e, incluso, se ha potenciado. «Es crucial desmitificar la idea de que la ira debe ser liberada para ser superada», explica Bushman.

El psicólogo Jesse Cougle, de la Universidad Estatal de Florida, coincide en que desahogarse sin filtro puede tener efectos negativos, explica en la revista Time. Revisitar una conversación frustrante o un desaire social puede llevar a la 'rumiación', un proceso en el que la mente se centra repetidamente en pensamientos negativos. Lejos de ser un desahogo, este hábito tiende a dramatizar pequeños problemas y puede llevar a un estado de estrés crónico. De hecho, un estudio de 2020 —realizado durante la pandemia— encontró que el desahogo estaba vinculado a una peor salud mental, mientras que prácticas como aceptar, bromear o replantear positivamente las situaciones promovían el bienestar.

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Romper con todo. Los investigadores aseguran que romper objetos con bates o lanzar hachas a una diana con la promesa de acabar con tu malhumor, que tanto se promueven en tiempos que corren, consiguen el efecto contrario y potencian tu ira.

La psicología moderna ha comenzado incluso a cuestionar la creencia de que reprimir pensamientos negativos es perjudicial. El profesor de neurociencia cognitiva de la Universidad de Cambridge Michael Anderson llevó a cabo un estudio sobre cómo afecta al cerebro pensar repetidamente en temas que causan malestar y confluyó que al hablar y reflexionar intensamente sobre un asunto, corremos el riesgo de darle mayor importancia de la que tiene y convertirlo en algo más significativo de lo que realmente, lo cual dificulta la regulación emocional. En cambio, abandonar los pensamientos sobre sucesos que están fuera de nuestro control consigue restarles importancia.

Revisitar una conversación frustrante o un desaire social puede llevar a la 'rumiación', un proceso en el que la mente se centra repetidamente en pensamientos negativos

Actividades como correr o practicar boxeo para reducir esa sensación de frustración tampoco funciona porque la excitación física, al igual que la emocional, aumenta el sentimiento de la ira. Esto se debe a que aumenta la frecuencia cardíaca, la tensión arterial y la frecuencia respiratoria. En cambio, Bushman sugiere que se practique algún tipo de hobby que ayude a reducir la activación corporal, en lugar de aumentarla, como la meditación, el yoga y la respiración profunda.

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Tomárselo con humor. Un estudio realizado durante la pandemia mostró que prácticas como aceptar, bromear o replantear positivamente las situaciones conflictivas promovían el bienestar.

Bushman recomienda también la técnica de la mosca en la pared, en la que te visualizas como un tercero observando la situación desde fuera. Esta técnica ayuda a ver las cosas de forma más objetiva y evita que nos obsesionemos con los detalles que nos irritan.

Los psicólogos advierten que la causa de que nos invada el mal humor muchas veces se debe el fenómeno 'hangry', el enfado por tener hambre; la falta de glucosa perjudica al autocontrol

Entonces, ¿tienes que reprimir todos tus sentimientos negativos y no expresarlos? Según los expertos, la clave está en el enfoque de la manifestación de la ira y la frustración. Si lo haces de manera constructiva, intentando entender la causa y buscando posibles soluciones, deberías seguir haciéndolo. Si solo maldices de forma superficial (e interminable) sobre el mismo problema, mejor que dejes de hacerlo, sí.

Otro aspecto que debes tener en cuenta es el contexto y las personas con las que te desahogas. Un estudio de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, sugiere que quienes tienen redes sociales amplias suelen sentirse peor después de desahogarse, mientras que aquellos con un círculo más reducido suelen sentirse mejor. Esto podría deberse a que las personas con redes grandes tienden a compartir sus problemas con muchos contactos, quienes quizás no respondan de la mejor manera, mientras que los que tienen menos amigos son más selectivos en la forma y el público con el que hablan de sus problemas.

Eso sí, si te ha dado un ataque de ira, a veces tiene fácil solución: una simple merienda. Los psicólogos advierten que la causa de que muchas veces nos invada el mal humor se debe el fenómeno 'hangry', el enfado por tener hambre. La falta de glucosa nos perjudica en nuestro autocontrol. Así que la próxima vez que tengas ganas de maldecir a ese coche que no ha puesto el intermitente para salir de la rotonda, dale a tu cuerpo una alegría con un buen chocolate.