Paco Calvo revoluciona la botánica ¿Un tomate piensa? Este científico deja en 'shock' a los vegetarianos: «Las plantas tienen inteligencia»
Viernes, 15 de Septiembre 2023
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Las plantas no tienen neuronas, pero hacen planes y toman decisiones. ¿Son capaces de pensar? Paco Calvo (Barcelona, 1971) lleva veinte años intentando responder a esta pregunta. Este catedrático de Filosofía de la Universidad de Murcia dirige el Laboratorio de Inteligencia Mínima (Mint Lab). Allí anestesia a las mimosas y les coloca electrodos a los tomates. Sus investigaciones, que han provocado un auténtico cisma en el mundo académico, llamaron incluso la atención del Pentágono, interesado en aplicarlas a la inteligencia artificial de las máquinas que colonizarán Marte.
Por fin publica en español Planta sapiens (Seix Barral), después de haber sido un bombazo editorial en el mercado anglosajón, donde fue seleccionado entre los cinco mejores libros de 2022. Calvo se toma el éxito con calma. «Mi teléfono móvil no echa humo porque no tengo. Nunca he tenido». Calvo es un hombre cauto. «Como científico soy escéptico. Diseño experimentos para averiguar si las plantas piensan o solo reaccionan ante el entorno». Y pide no antropomorfizar a las plantas.
XLSemanal. Mi madre abraza a los árboles. ¿Tienen los árboles alguna opinión al respecto?
Paco Calvo. Como científico, soy escéptico. Diseño experimentos para averiguar si las plantas piensan o solo reaccionan ante el entorno. Existe otro tipo de escepticismo intransigente, que ridiculiza cualquier propuesta que se salga de la norma. Sin embargo, también me preocupa la tendencia de algunas personas a aceptar un mensaje antes de que se haya argumentado. Por eso debemos reunir datos y reconocer la inteligencia en las plantas solo si existen buenas evidencias.
XL. ¿Y existen?
P.C. Sí. Pero también existe un riesgo de antropomorfizar a las plantas. Tienen sus propios intereses. Y su inteligencia no se parece a la nuestra.
«Podemos poner a dormir a las plantas con el mismo anestésico que se usa para dormir a los perros»
XL. ¿Por qué un filósofo como usted se mete en semejante jardín?
P.C.: Para entendernos a nosotros mismos, a menudo estudiamos animales. Trabajamos con primates porque tienen corteza cerebral, un sistema parecido al nuestro. Yo me adentro en sistemas que son muy diferentes para que, si existe alguna competencia compartida, podamos aprender de ella. Y una planta, a pesar de no tener neuronas, es capaz de exhibir conductas sofisticadas.
XL. ¿Cómo de sofisticadas?
P.C. Sorprendentes. Vemos sistemas vegetales que tienen capacidad de anticipación, que toman decisiones, que resuelven tareas…
XL. Sorpréndame.
P.C. Hay plantas capaces de manipular las mentes de las criaturas que las rodean. Algunas tomateras, por ejemplo, producen sustancias químicas cuando las atacan las orugas. Esas sustancias hacen que las plantas tengan un sabor repugnante para sus atacantes y, al mismo tiempo, viajan por el aire y avisan a las plantas circundantes para que empiecen a fabricarlas también. Por si fuera poco, vuelven a las orugas caníbales. Los insectos hambrientos se devoran entre ellos.
XL. ¡Eso es muy retorcido!
P.C. Es malvado (ríe). Pero la misión del científico es esclarecer si se trata de una adaptación evolutiva, es decir, una reacción inculcada por los genes después de miles de años de carrera armamentística entre plantas y herbívoros; o si también implica algún tipo de pensamiento. A la hora de interpretar los datos, corremos tanto riesgo de pasarnos de frenada como de quedarnos cortos.
XL. Pero que una planta se defienda para que no se la coman ya rompe muchos esquemas. Me pregunto si las lentejas se rebelarán algún día para no acabar en el plato.
P.C. (Ríe). Las lentejas están domesticadas por diez mil años de agricultura. Son conformistas porque no tienen que preocuparse de nada: tienen abono, agua, cuidados… Las especies silvestres son más espabiladas porque se tienen que buscar la vida. En los experimentos vemos que el arroz salvaje explora, zigzaguea… El cultivado solo crece, despreocupado de lo que le rodea.
XL. Supongo que si las hacemos tontas es porque nos conviene.
P.C. Para la agricultura, la planta solo es un recurso a explotar. Pero a mí no me interesa esa perspectiva, sino entender su forma de vida. En una planta silvestre, su repertorio de conductas es mucho más rico que en las domesticadas. Las plantas parasitarias, como la cuscuta, no pueden hacer la fotosíntesis. Solo tienen energía en la semilla para unos días. Así que buscan como locas porque, como no encuentren un huésped al que trepar, taladrar y chuparle la savia, adiós...
XL. ¿Pero cómo van a pensar si no tienen cerebro?
P.C. Nos cuesta aceptar que el cerebro no es lo único relevante a la hora de mostrar inteligencia. Si buscamos el denominador común de cualquier forma de vida, incluso de las más simples, como las bacterias o los hongos, eso nos abre nuevas perspectivas. Y lo que compartimos es la capacidad de anticipación. Las plantas tienen una vida interior insospechada.
XL. ¿A qué se refiere?
P.C. A cómo procesan la información que les llega. La luz, la humedad, los nutrientes… Son informaciones parciales que hay que integrar para que la planta dé una respuesta globalmente adaptativa, flexible y dirigida hacia un objetivo; de lo contrario, sería una respuesta robótica.
Algunas tomateras producen sustancias químicas cuando las atacan las orugas. Esas sustancias hacen que la planta tenga un sabor repugnante para sus atacantes haciendo a la vez que se vuelvan caníbales. Los insectos hambrientos se devoran entre ellos
XL. Los girasoles se orientan hacia el sol de una manera que parece bastante robótica…
P.C. Pero no lo es. Los girasoles jóvenes y otras muchas plantas reorientan de noche sus hojas en la dirección que saldrá el sol. Esta conducta maximiza la cantidad de luz que podrán absorber las hojas durante el día. Hacen una predicción y, antes del alba, ya están dispuestas.
XL. ¿Por qué es tan importante para ellas predecir?
P.C. Porque están fijas al suelo. Un animal se mueve y si no alcanza su presa puede volver a intentarlo. Pero una planta crece muy lentamente y no le interesa saber dónde están los nutrientes ahora, sino dónde van a estar cuando llegue, porque le va la supervivencia en ello.
XL. Supongo que la sequía les complica la existencia.
P.C. La falta de agua les provoca estrés. La planta no va a ir corriendo a ponerse a la sombra, pero cierra los estomas, los poros del envés de las hojas, para no deshidratarse si detecta que las cosas se van a poner difíciles. Se ha comprobado que, cuando una planta es sometida a estrés hídrico, no solo reduce su metabolismo, sino que también comunica la información a través de las raíces a sus vecinas. Las plantas que han sido avisadas siguen verdes y las que no, se secan. Y no solo se comunican entre ellas, también con otras especies.
XL. ¿Por ejemplo?
P.C. Las plantas con flores les dan pistas a los insectos polinizadores. Siempre le asignamos un rol pasivo a la flor. Asumimos que las abejas son las que encuentran el néctar. Pero si aplicamos luz ultravioleta vemos marcas, invisibles para nosotros, como las que hay en una pista de aterrizaje, y que guían la maniobra de aproximación del insecto.
XL. ¿Lo más asombroso que ha presenciado en su laboratorio?
P.C. Podemos poner las plantas a dormir. Les aplicamos la misma anestesia que usan los veterinarios para dormir a perros y gatos. Las mimosas, que pliegan las hojas si las tocas, dejan de reaccionar. Suspenden incluso la fotosíntesis. Cuando se pasa el efecto de la droga, la planta va reanudando poco a poco sus actividades.
XL. ¿Como si despertase?
P.C. Sí, como si recobrase la conciencia. Pero eso implicaría que son conscientes. ¿Y si lo son: sienten, pueden sufrir? Cada vez que doy una charla, siempre levanta la mano un vegetariano o vegano para preguntarme: «¿Y ahora qué hago? Yo que dormía tan tranquilo porque no como animales…»
XL. ¿Y qué le contesta?
P.C. No tengo respuesta. La línea divisoria ética podría ser no infligir un daño innecesario a otro ser vivo del que nos alimentamos. Nuestros abuelos criaban gallinas a las que trataban muy bien hasta que les llegaba la hora… Ahora piense en un tomate raf. Es un tomate al que se somete a un gran estrés: poca agua, frío, suelo muy salino… Por eso está tan bueno. ¿Ha sufrido para llegar a nuestra mesa, como las ocas para obtener el paté? Pues no lo sé.
XL. ¿No es eso tirar la piedra y esconder la mano?
P.C. Puede. Pero a fecha de hoy tenemos más preguntas que respuestas.
Las más listas de la clase
Hay una larga lista de conductas vegetales que los científicos sospechan que se basan en procesos cognitivos que implican aprendizaje, memoria, valoración de riesgos…
LAS CORREVEIDILES
Las plantas se comunican con sus vecinas a través de múltiples canales; entre ellos las micorrizas, redes que forman hongos y raíces. Dominan el lenguaje de los aromas. En su léxico hay 1700 compuestos volátiles. El olor a césped recién cortado es una señal de alarma.
LAS QUE CONTRATAN SEGURIDAD PRIVADA
Hay plantas que reclutan a sus propios guardaespaldas. Las judías de Lima (Phaseolus lunatus L.) atraen a ácaros depredadores para mantener a raya a la araña roja. Otras segregan néctar extrafloral. Las hormigas acuden a comerlo y cubren el tallo, espantando a posibles atacantes.
LAS QUE CONOCEN A SU FAMILIA
Son capaces de reconocer a sus parientes. El cohete americano (Cakile edentula) produce una masa mayor de raíces cuando crece junto a desconocidas para reclamar así su territorio. Si están rodeadas de familiares, la convivencia es mejor y dedican más recursos a producir semillas.
LAS QUE APUESTAN
Los guisantes pueden ser conservadores u optimistas a la hora de extender sus raíces. Si calculan que hay nutrientes de sobra, se vuelven cautos a la hora de invertir sus preciosos recursos metabólicos y no se esforzarán demasiado. Si pronostican escasez, asumirán riesgos.
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