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«Los magnates tecnológicos son monopolistas sin escrúpulos y ávidos de beneficios»

Daron Acemoğlu

Economista del MIT y premio Nobel

«Los magnates tecnológicos son monopolistas sin escrúpulos y ávidos de beneficios»

A este prestigioso economista del MIT le acaban de conceder el premio Nobel de Economía. Defiende que, a lo largo de la historia, los ricos y poderosos siempre se han apropiado del progreso. Lo hicieron en la Edad Media y lo están haciendo ahora con la inteligencia artificial. Así lo explica.

Lunes, 18 de Septiembre 2023

Tiempo de lectura: 8 min

A medida que la inteligencia artificial avanza, se agolpan las preguntas sobre qué impacto va a tener en el trabajo y en la sociedad. ¿Reemplazará a los humanos como fuerza laboral? ¿Acabaremos dominados por ella? Acemoğlu —Premio Fronteras del Conocimiento Fundación BBVA en 2017— es uno de los más prominentes economistas actuales y uno de los más citados en cualquier análisis político o social. Este profesor de Economía del Instituto de Tecnología de Massachusetts analiza la cuestión en su último libro, escrito en colaboración con el también economista Simon Johnson. En él describen la lucha de la humanidad a lo largo de la historia por el control de la tecnología y el reparto de la riqueza (Poder y progreso, editorial Deusto). En esta conversación, nos cuenta por qué tantas veces las grandes invenciones han arrastrado a la humanidad a la miseria… y por qué podría volver a pasarnos.



XLSemanal. En su libro hace una revisión de la historia y se remonta mucho tiempo atrás, hasta el Neolítico. ¿Por qué?

Daron Acemoğlu. El actual debate sobre la inteligencia artificial es de un optimismo naíf. Nos dicen que cambiará todo para mejor. Y, cuando uno rebate esa tesis, se topa con respuestas como: el ser humano siempre se ha beneficiado de los nuevos descubrimientos, ¿por qué iba a ser diferente?

XL. Quizá porque les debemos mucho a las nuevas tecnologías.

D.A. Por eso había que ir tan atrás en la historia, porque ese argumento es falso. En el pasado, las innovaciones siempre han generado conflictos. Normalmente, el control quedaba siempre en manos de unas élites. La innovación no favorecía al conjunto de la población.

XL. Pero los estándares de vida han mejorado de forma continuada.

D.A. Hoy disfrutamos de mayor prosperidad, es cierto. Pero se tiende a pensar que el camino ha sido recto. Ignoramos las dificultades que lo jalonaron.

XL. ¿A qué se refiere?

D.A. Por ejemplo, los molinos de viento medievales. Fue una tecnología revolucionaria que cambió la agricultura. Sin embargo, las condiciones de vida de los campesinos apenas mejoraron. Los molinos estaban en manos de los terratenientes y la Iglesia, una élite que acaparaba las ganancias. Eran ellos los que decidían quién podía usarlos y eliminaron toda competencia.

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Desiguales. Acemoğlu compara la inteligencia artificial con los molinos de viento, un invento que quedó en manos de los terratenientes y no mejoró la situación de los campesinos.| Getty Images.

XL. ¿Qué tiene que ver todo esto con la inteligencia artificial?

D.A. Todas las semanas sale un gurú a decirnos que no hay motivo para inquietarse. Que la inteligencia artificial resolverá todos nuestros problemas. Que solo debemos preocuparnos de los intentos por parte de los gobiernos de regularla. La sociedad está mostrando una actitud ingenua y, por desgracia, muchos periodistas se han subido a ese carro y se tragan la propaganda de las grandes compañías.

«Las ideologías libertarias triunfan porque evitan buscar compromisos sociales que son muy difíciles de alcanzar»

XL. ¿La inteligencia artificial no es prometedora?

D.A. No digo que no lo sea, ni mucho menos. Creo que, si se toman las decisiones adecuadas, puede ser extremadamente útil para aquellas personas que realizan tareas intelectuales. Pero debemos estar mucho más atentos a la dirección que toma. De lo contrario, fallaremos de nuevo y no generaremos una prosperidad compartida por todos.

XL. ¿En qué basa su pesimismo?

D.A. En Estados Unidos llevamos 40 años con un retroceso continuo de los ingresos de los trabajadores sin formación superior; pierden en torno a medio punto porcentual al año. Es una pérdida enorme. Si el panorama no cambia, la inteligencia artificial reforzará esta tendencia. Ayudará a las personas con más medios y más cualificadas. Pero no deparará nada bueno a la mayoría.

XL. ¿No es ese el curso natural de la evolución tecnológica?

D.A. Al comienzo de la Revolución Industrial, los salarios que se pagaban en las primeras fábricas eran extremadamente bajos, en Inglaterra los estándares de calidad de vida se desplomaron. Poco más tarde, cuando Estados Unidos se sumó a la industrialización, los resultados fueron distintos. Allí había escasez de trabajadores formados, imprescindibles para el mantenimiento y supervisión de una maquinaria muy compleja. Ante eso se impuso un enfoque diferente. Crearon máquinas que podían manejar trabajadores no cualificados. El resultado fue un gran aumento de la productividad, que llevó a una subida general de los salarios. Por lo tanto, sí es posible poner a las personas en el centro del progreso tecnológico. Sin embargo, hoy las estamos reduciendo a simples peones.

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Una oportunidad. Acemoglu ha defendido la protesta de guionistas en Hollywood como una gran oportunidad para defender los derechos de los creadores frente la inteligencia artificial generativa y los abusos de las grandes plataformas.

XL. Usted achaca este fenómeno a una 'visión' dominante en Silicon Valley. ¿A qué se refiere?

D.A. Un ejemplo de esta visión que ha resultado tan exitosa como devastadora es la idea del 'valor para el accionista', doctrina que se enseña desde hace décadas en las escuelas de dirección de empresas.

XL. Y que defiende que lo que a los directivos tiene que importarles por encima de todo es el aumento del valor de la compañía.

D.A. Las empresas que siguen este enfoque reducen salarios y a cambio elevan los dividendos para los accionistas. Su generalización supuso un cambio fundamental en la gestión de las compañías. Dentro de esta lógica, a los empleados se los ve como meros factores de coste.

XL. No es un problema exclusivo del sector tecnológico.

D.A. Pero esta industria añade la obsesión por la inteligencia artificial. Me refiero a la aspiración de crear máquinas que se asemejen lo más posible a los seres humanos. Esta visión tiene su raíz en Alan Turing, el brillante matemático británico. Fue el autor del llamado 'test de Turing', que se ha convertido en el listón que quieren superar todos los ingenieros que trabajan en la IA.

XL. A grandes rasgos, consiste en lograr que un ordenador consiga hacer creer a un humano que está hablando con otra persona y no con una máquina.

D.A. Así es. Se ha convertido en el modelo dominante. Y es un problema.

«En Silicon Valley creen que las personas somos máquinas imperfectas. Por eso, los algoritmos deben controlarnos o asumir nuestras tareas»

XL. ¿La humanidad ha perdido el rumbo?

D.A. Al comienzo de la era digital, los pioneros de los ordenadores personales soñaban con una tecnología descentralizada que empoderara a los empleados. Querían maximizar la utilidad de las innovaciones para las personas y la sociedad. A este enfoque se lo conocía como 'utilidad de las máquinas'. Pero luego empresas como IBM, Microsoft y Oracle se hicieron con el timón.

XL. ¿Qué pasó?

D.A. Dieron otro enfoque. Convirtieron la tecnología en una herramienta de control para los empleadores. La usaron para automatizar muchas tareas sencillas de oficina, beneficiando sobre todo a los trabajadores mejor cualificados, directivos y licenciados.

XL. ¿Tras esta visión hay una imagen concreta del ser humano?

D.A. La opinión más extendida en Silicon Valley es que las personas somos máquinas imperfectas. Gente como el investigador Dan Ariely lleva años diciendo que los humanos son tan propensos al error que no habría que confiarles tareas importantes. Últimamente ha caído en desgracia…

XL. Se lo acusa de manipular datos en sus investigaciones…

D.A. … pero ese tipo de ideas forman parte de la cosmovisión dominante en Silicon Valley: las personas no son dignas de confianza, a excepción, claro, de un puñado de genios. Así que esos genios tienen que desarrollar tecnologías que compensen las carencias de las masas, controlando la actividad de los trabajadores o simplemente asumiendo sus tareas.

XL. ¿El objetivo es reemplazar completamente al ser humano?

D.A. No todo el mundo en Silicon Valley piensa así, pero es una corriente muy fuerte. Si premias con prestigio y empleos altamente lucrativos a los desarrolladores por crear programas que emulen las capacidades del ser humano, animas a que cada vez más gente trabaje en ese tipo de tecnología.

XL. En su libro compara a empresarios tecnológicos como Mark Zuckerberg y Bill Gates con John D. Rockefeller, uno de los grandes magnates de la industrialización.

D.A. Rockefeller, en su época, estaba en primera línea de la innovación. Pero también era un monopolista sin escrúpulos y ávido de beneficios. Lo mismo que los magnates tecnológicos.

XL. Hay quien sugiere que hay que 'trocear' Google y compañía. ¿En qué mejoraría eso las cosas?

D.A. Usadas de la forma correcta, la tecnología y la innovación pueden traer enormes ventajas. Pero Google, Facebook y Microsoft no son muy amigas de la innovación. De hecho, han ido comprando a sus competidores uno a uno y los han desactivado.

XL. ¿Por qué la política no actúa con más severidad contra estas grandes compañías?

D.A. La mayoría de los políticos se ha puesto anteojeras, se intenta convencer de que la creciente desigualdad o es inevitable o no tiene nada de malo. Se han alineado con una versión extremista del fundamentalismo de mercado. Este tipo de ideologías libertarias son muy atractivas porque hace innecesario buscar compromisos sociales que son muy complicados de alcanzar. Su lema: todo lo que venga del mercado estará bien.

XL. ¿Es posible regular el sector tecnológico sin privarlo de su capacidad innovadora o sin empujarlo a que se vaya fuera?

D.A. China está demostrando que se puede regular la inteligencia artificial. Antes de nada, quiero dejar claro que obviamente estoy en contra de una regulación según el modelo chino. Lo que busca China es garantizar la supremacía del Partido. Pero, si es posible una regulación autoritaria, también lo es una regulación democrática.

XL. ¿Cómo podría empezar el cambio de rumbo?

D.A. No hay una única herramienta. Pero, por ejemplo, nuestros sistemas impositivos están claramente sesgados en detrimento del trabajo humano. En Estados Unidos, el tipo impositivo medio sobre los ingresos del trabajo lleva mucho tiempo estable, en torno al 25 por ciento; sin embargo, la presión fiscal sobre las inversiones en máquinas y software ha bajado del 15 al 5 por ciento en 30 años.

XL. ¿Qué pasará si no cambia nada?

D.A. Si convertimos a una gran parte de la población en irrelevante, nuestro futuro será distópico. Surgirá una sociedad completamente partida en dos. Tenemos que impedirlo.


© Der Spiegel