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El hombre que buscaba a Dios y encontró la inteligencia artificial... ¡en el siglo XIX!

George Boole, padre de la era digital

El hombre que buscaba a Dios y encontró la inteligencia artificial... ¡en el siglo XIX!

Desde Internet al tráfico aéreo, pasando por los móviles, todo depende de la lógica booleana, los principios algebraicos establecidos por un matemático inglés hace más de 150 años. Un genio que buscaba a Dios y nos acabó llevando a la inteligencia artificial...

Viernes, 06 de Septiembre 2024, 10:20h

Tiempo de lectura: 18 min

George Boole quería entender la mente de Dios. No de un dios en particular –acudía a iglesias de distintos credos–, sino de una divinidad tan extraordinaria que es capaz de crear el universo y se expresa a través de las matemáticas. Boole, nacido en 1815 y profundamente religioso, no dudaba de la existencia de Dios, pero sobre todo era un hombre fascinado por el cálculo y la lógica, que había aprendido de niño de forma autodidacta. Creía que las matemáticas reflejaban el pensamiento divino y, por lo tanto, debían servir para comprender su creación.

Boole fue educado solo por su padre, un zapatero de Lincoln, Inglaterra, que, además de trabajar para mantener a sus cuatro hijos, leía –y no era una época en la que muchos zapateros supiesen leer– cuantos libros caían en sus manos. Incluso construyó telescopios e invitaba a los vecinos que quisieran observar «la obra de Dios» a mirar por ellos.

5 hijas geniales con línea directa al ChatGPT

Los descendientes de George Boole heredaron el gran talento del matemático. Sus cinco hijas (de pie, en la foto) fueron extraordinarias científicas, artistas y escritoras. Y su tataranieto es el ‘padrino’ de la inteligencia artificial, Geoffrey Hinton, sin el que no existirían el ChatGPT ni los asistentes virtuales.

1. Margaret, ARTISTA Y MADRE DE GENIOS: Margaret es la segunda de las cinco hermanas y optó por estudiar Arte en la universidad. Se casó con un conocido pintor, Edward Ingram Taylor, y tuvieron dos hijos: Julian, condecorado cirujano que sirvió en las dos guerras mundiales (6), y Geoffrey (7), un físico excepcional.

2. Ethel, ESCRITORA DE MASAS EN LA URSS: Ethel, pianista, compositora y... Leer más

George Boole dio pronto señales de una inteligencia asombrosa y, por increíble que parezca, en aquel taller empezó a sentar las bases de lo que hoy conocemos como la era digital. Tenía una mente excepcional no solo para los números, sino para detectar patrones. A los 12 años tradujo un poema griego al inglés, sin haber estudiado griego; solo estableciendo patrones a partir de diversos libros. Su traducción se publicó en un periódico local, para asombro de sus paisanos. Con el mismo método aprendió también latín, alemán y francés. Este dominio del lenguaje no es trivial a los efectos de su influencia en la informática del siglo XX, porque los cimientos del mundo digital son precisamente el cálculo y el lenguaje.

El álgebra de Boole permite, con operaciones matemáticas sencillas, reducir cualquier proceso lógico a decisiones binarias: verdadero o falso. La misma lógica de los ceros y unos del mundo digital

A los 16 años, Boole ya trabajaba como maestro y escribía artículos sobre complejos problemas matemáticos que lograba publicar en revistas académicas, como The Cambridge Mathematical Journal. En uno de esos artículos, escrito a sus 25 años, ya alumbró una nueva rama de las matemáticas: la teoría de invariantes, que luego Einstein usó para desarrollar la de la relatividad. Otro de sus artículos, publicado en 1844, ganó la medalla de oro de la Royal Society de Londres y consolidó su prestigio entre los eruditos. Con todo, Boole no podía permitirse asistir a las caras y elitistas universidades británicas. Tenía que seguir trabajando como maestro en su pueblo para garantizar el sustento de sus padres y sus hermanos pequeños.

Voynich, el yerno de Boole

El manuscrito indescifrable

El códice Voynich es uno de los misterios más fascinantes y sugerentes que se conocen. Es un libro ilustrado escrito por un autor anónimo y en un idioma incomprensible hace 500 años y que sigue sin ser descifrado. Y por esos azares, o no, del destino, está para siempre vinculado al hombre que más habría disfrutado descodificándolo, George Boole, aunque no llegó a... Leer más

La oportunidad académica para Boole no llegó hasta 1849. En Cork, una depauperada región de Irlanda, se iba a crear una nueva universidad. Buscaban profesores que quisieran asentarse en aquel lugar todavía sin prestigio y sin muchos medios. Boole no tenía titulación académica, pero pidió cartas de recomendación y algunos de los más importantes matemáticos de la época, que habían leído sus artículos, lo avalaron con entusiasmo. Boole se convirtió en el primer profesor de Matemáticas de la Universidad de Cork. Era una comunidad pequeña, con un centenar de estudiantes, pero por primera vez tenía acceso a una buena biblioteca y al contacto directo con sólidos académicos.

Boole llegó a Irlanda en la época de la gran hambruna irlandesa, en la que murieron más de un millón de personas y provocó el gran éxodo a Estados Unidos. El desencadenante de la hambruna fue una enfermedad causada por un hongo que atacó a los cultivos de patata, la principal fuente de alimentación de la población. Aquello arruinó las cosechas durante años, pero la mortandad que causó era desproporcionada, no obedecía a ninguna lógica, porque lo cierto es que el país seguía produciendo maíz, que se exportaba, y seguía habiendo peces en el mar, lo que para una isla debería haber sido alimento suficiente. Por supuesto, las razones políticas y la atroz gestión de la región explican lo sucedido, pero aquel ‘sin sentido’ estimuló a Boole a centrarse aún más en la lógica, en cómo aplicarla para encontrar patrones en aquel desastre social.

Sebastian Hinton, nieto de George Boole

El inventor de las barras del parque

Sebastian Hinton, hijo de Mary Ellen Boole y el matemático Charles Howard Hinton, se decantó por la abogacía y se fue a vivir a California. Allí se casó con Carmelita Chase, una profesora decidida a  revolucionar las escuelas, entre otras cosas, instalando parques para que los niños pudiesen jugar y la enseñanza no fuese tan estática. Al diseño de estos parques contribuyó Sebastian con... Leer más

No pudo, evidentemente, acabar con el hambre en Irlanda, ni pudo, como tanto quería, demostrar la existencia de Dios. Pero su esfuerzo, casi un siglo después, se convertiría en la piedra angular de otro ‘milagro’: la revolución digital.

Las leyes del pensamiento

«En un principio, fue el verbo». Esta sentencia bíblica fue el punto de partida de uno de los grandes trabajos de Boole, que decidió aplicar el análisis lógico a la Biblia para intentar llegar a la religión pura, libre de interpretación, que armonizase razón y fe, pero también que pudiese explicar el sufrimiento y el mal que veía a su alrededor en aquella Irlanda tan asolada.

¿Cómo se manifiesta Dios en sus obras?, se preguntaba Boole. ¿Cómo puede ser Dios bueno y omnipresente y haber sufrimiento en el mundo? Tenía que haber un lenguaje simbólico universal detrás de todo ello. Boole ya había propuesto que el razonamiento lógico podía ser expresado en términos algebraicos, el germen de lo que más tarde se conocería como ‘álgebra booleana’. Y en 1854 publicó Una investigación sobre las leyes del pensamiento. En ese texto, Boole desarrolló un sistema que permite, a través de unas operaciones matemáticas básicas, reducir cualquier proceso lógico a decisiones binarias; es decir, una lógica que opera con dos estados: verdadero o falso. Esos estados luego se cambiarían por los valores 0 y 1, haciendo posible la digitalización moderna.

Joan Hinton, bisnieta de George Boole

Una física en Los Álamos con la bomba atómica

La hija de Sebastian y Carmelita Hinton fue física nuclear y una de las pocas mujeres científicas que trabajó para el Proyecto Manhattan en Los Álamos. Trabajó en el proyecto asumiendo que la bomba atómica se usaría solo en experimentos para atemorizar y forzar la rendición japonesa. Después de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, renegó de las armas nucleares y poco después renunció... Leer más

En los ordenadores, todos los datos (texto, números, imágenes, sonido) se representan en última instancia como secuencias de unos y ceros. Pues bien, esta representación binaria es una aplicación directa de la lógica booleana.  Pero en el siglo XIX, el álgebra de Boole no era el lenguaje de los ordenadores, que no existían ni como concepto, sino que vendría a ser ‘el lenguaje de Dios’, capaz de simbolizar todo lo existente, por medio de la lógica y la matemática. Boole estaba muy satisfecho de su hallazgo, pero en su época, su álgebra tenía pocas aplicaciones, y aunque se reconocía su talento matemático, su aportación no fue apreciada.

Un trágico final con un impactante legado

Su reivindicación llegaría en 1938, cuando Claude Shannon, un estudiante de ingeniería del MIT, reconoció en su tesis doctoral el potencial de la lógica booleana para el diseño de circuitos eléctricos. En aquel momento, Shannon lo aplicó a la industria de las telecomunicaciones, y lo primero con lo que acabó el álgebra de Boole fue con ‘las chicas del cable’, las telefonistas que conectaban los cables para comunicar a dos interlocutores, porque permitían automatizar el proceso con la lógica verdadero/falso, aplicada a encendido/apagado. La misma lógica se aplicaría poco después al diseño de computadoras digitales.

El tataranieto de Boole, Geoffrey Hinton, desarrolló las redes neuronales en las que se basa la actual inteligencia artificial. Ahora es el 'profeta' de los riesgos existenciales que conlleva para los seres humanos

A pesar de la trascendencia de su trabajo (tuvo también un gran impacto en la filosofía, la lingüística y la psicología cognitiva), la vida de Boole fue corta y modesta. Siguió dando clases en Cork hasta su muerte en 1864, a los 49 años. Un día dio clases con la ropa empapada tras caminar bajo la lluvia los tres kilómetros que separaban su casa, en Ballintemple, de la universidad. Cuando regresó a su vivienda, ya con fiebre, su esposa, Mary Everest Boole, otra reconocida y talentosa matemática, pero llena de contradicciones (también fue una entusiasta feminista, pero se oponía al voto de la mujer), le aplicó los remedios homeopáticos y esotéricos en los que creía. Defendía la llamada ‘medicina por similares’ y, siguiendo esta creencia, envolvió a su marido en mantas húmedas, puesto que la lluvia lo había enfermado, para intentar curarlo. Era un 8 de diciembre en Irlanda. Boole murió, lógicamente, de neumonía.

Geoffrey Hinton, tataranieto de George Coole

El 'padrino' de la inteligencia artificial

Físico, filósofo, psicólogo e informático, Geoffrey Hinton, hijo del entomólogo H. E. Hinton y la profesora Margaret Clark, es un pionero de la inteligencia artificial. Logró, trasladando el comportamiento del cerebro humano a los ordenadores, que las máquinas aprendan por sí solas. Su aproximación a la IA era radicalmente distinta cuando la propuso en los años 70: no se trataba de aplicar solo la... Leer más

Mary Everest Boole, desolada, viuda a los 32 años y con cinco hijas, regresó a Inglaterra e inició una saga familiar extraordinaria, destinada a hacer historia en la ciencia y las artes y que llega en la actualidad a su tataranieto Geoffrey Hinton, el ‘padrino’ de la inteligencia artificial, el hombre que creó las redes neuronales para la computación, la base de la actual inteligencia artificial generativa que con tanto impacto se ha materializado en el ChatGPT, aunque desde hace una década ha revolucionado toda la ciencia computacional.

Hinton, profesor emérito de la Universidad de Toronto, que siempre ha defendido que una máquina puede hacer lo mismo que una persona, incluido tener sentimientos (reducibles, según él, a enunciados de lógica matemática), se ha convertido ahora, a los 76 años, en un ‘profeta’ de los peligros a los que nos enfrentamos por el extraordinariamente rápido y descontrolado desarrollo de la IA en los dos últimos años.

Aunque tiene claros los beneficios de esta tecnología, cree que nos enfrentamos, realmente, a un riesgo existencial, a una posibilidad de que la humanidad sea superada y sometida a las máquinas (riesgo que se atreve a cuantificar en entre un 10 y un 20 por ciento). Alega que no hay muchos ejemplos de que un ente más inteligente que otro no acabe imponiéndose al menos inteligente, y las máquinas van a ser, afirma, más inteligentes que nosotros.

Tiene alguna propuesta para evitarlo (o retrasarlo), como prohibir el código abierto de la IA: es, dice, como que todo el mundo tenga acceso a las investigaciones nucleares. Pero, aunque profundamente ateo, a diferencia de su tatarabuelo George Boole, tiene también explicaciones más ‘trascendentales’: «Quizá los humanos no seamos más que una etapa en el desarrollo de la inteligencia».

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