En los restaurantes se come y se conspira
Loliña y Chocolate, los primeros estrella Michelin, estaban llenos de famosos y políticos
En 1994, la guía Michelin concedía una estrella al restaurante Loliña de Carril, una casa de comidas abierta en 1934 por Manuel Bóveda y María Ríos en una casita junto al puerto carrilexo. Lo llamaron Loliña por su hija Dolores, que acababa de nacer. Su padre, Manuel, había vuelto de Estados Unidos con ideas nuevas y decoró el restaurante con espejos, mesas de tipo inglés, cuarto de baño con agua y cafetera exprés. Aquel Loliña era el primer bar de Carril y un lujo para su tiempo.
En 1940, el negocio familiar se trasladó a los restos de lo que había sido durante el siglo XIX el Casino de Carril, tras alquilarlo por quince pesetas mensuales. En aquella época, en el Loliña se servían cafés, conservas y pescados en escabeche y había una gran mesa de billar que atraía a los jóvenes. Aquello no les llenaba y empezaron a servir comidas a los bañistas de Madrid y de Santiago y a los patrones de los barcos que traían madera desde Pontecesures a los aserraderos de Gil y de Cantarrana.
El Loliña cogió fama por sus guisos de chopo y de anguila, sus empanadas, la carne asada y las sardinas que pescaba El Francés en Cortegada. El Francés era monsieur Laffon, coronel y diplomático exiliado en Carril, afecto al régimen pronazi de Pétain y suegro del escritor Luis Martín Santos, autor de la novela Tiempo de silencio. Laffon vivía en la casa de la aduana, que hoy es el comedor del restaurante Loliña tras comprarla en 1970, y puso los primeros viveros de ostras de la ría.
Con el tiempo, la cocina de Loliña evolucionó, llegó su bogavante con habas de Lourenzá, las cocochas de rape gratinadas, el arroz Loliña con rape, guisantes y almejas o la ensalada templada de bogavante con melón, fresas y lechuga. El resultado de esa trayectoria tan seria, siempre evolucionando, siempre adelante, fue esa estrella Michelin que supuso un aldabonazo para la gastronomía de O Salnés, tras la estrella ganada y perdida años atrás por Manolo Chocolate, y el preludio de las dos estrellas conseguidas esta semana por el restaurante de O Grove Culler de Pau y la confirmación de la estrella de Yayo Daporta en Cambados. Tres estrellas en una pequeña comarca como la nuestra, siete en la provincia y quince en la comunidad han convertido O Salnés y Galicia en referencia gastronómica nacional.
Las guías Ford, BWM y Campsa
En 1994, al tiempo que la guía Michelín destacaba la cocina y el servicio del Loliña, la Guía del Viajero Ford otorgaba una estrella al restaurante Chocolate de Vilaxoán, al que la guía BMW puntuaba con 6.5, la guía Campsa le otorgaba tres surtidores y la Michelin simplemente lo mencionaba. Aquel año, los restaurantes arousanos más puntuados por las guías eran Casa Bóveda de Carril, El Lagar de Vilaxoán, María José y O Arco de Cambados, Crisol de O Grove y El Pirata de San Vicente.
Los restaurantes son hoy espacios para gourmets, territorios gastronómicos de estética elevada y sensibilidad depurada en los que se fraguan pocas conspiraciones porque está mal visto que los políticos coman en ellos. En cuanto caen en la tentación, aparecen en las redes sociales y los destrozan a dentelladas tuiterinas.
La cocina de otras movidas
Pero no siempre fue así. En los tiempos en que la gastronomía era una cuestión secundaria y los chefs no eran mediáticos, sino solo cocineros, en los restaurantes de Vilagarcía se fraguaban todas las movidas políticas. Pablo Vioque ejercía su poder en la sombra desde su mesa del restaurante Galloufa de Carril. Allí definía las estrategias, recibía a los periodistas y seleccionaba a los mandarines de la pequeña política vilagarciana. En el Galloufa se celebraron comidas en las que se homenajeó la espléndida figura política de Xosé Luis Barreiro, se le quitó a Rodríguez Eirea la feria y se programaron los congresos del PP cuando Vioque era quien los controlaba.
En 1986, tras la ruptura de Barreiro con el Partido Popular, Rivera se desmarcó de Vioque en el restaurante Loliña y se quebró la derecha local. Y en 1994, Rodríguez Cuervo le dijo a Vioque que nanai de repetir, en el restaurante Ciprés. El 16 de abril de 1998, un grupo de bancarios, constructores, notarios y notables con poder en alza cenaron en el restaurante Loliña alrededor de Manuel Bouzas, director de zona de Caixa Pontevedra en Vilagarcía, y nació Caixa Connection, una operación política que llevó a ese grupo a controlar el PP vilagarciano. Aunque para movida política gastronómica, la del exalcalde de Vigo Manuel Soto intentando fichar para su proyecto político a José Luis Rivera Mallo en el restaurante Chocolate a finales de noviembre del año 2000. Rivera dijo que no.
De conspiraciones y estrellas
De las anécdotas ocurridas en el Loliña, se recuerda una muy llamativa protagonizada por el torero Luis Miguel Dominguín, que cenó en el restaurante con una bella señora de cabellera rubia. Tras los cafés, salieron ambos a dar un cariñoso paseo por la Alameda, topándose por sorpresa con una operación anticontrabando en la que hubo disparos. El torero y la señora rubia acabaron cuerpo a tierra, asustados y con la libido aplacada para varias horas. La historia reciente de O Salnés se escribió en aquellos restaurantes llenos de conspiraciones. Hoy están llenos de estrellas.