Martín Códax ilustra sus botellas con fotografías de Ruth Matilda Anderson
23 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.A finales de la década de los 90, cada año, en septiembre, me matriculaba en un curso sobre el vino albariño. Esos cursos los organizaba el Centro de Profesores y Recursos y los cooperativistas pioneros de las bodegas Martín Códax. Estaban destinados a docentes, que nos familiarizábamos durante una semana con el mundo de los rías baixas. Aprendíamos bastante y nos lo pasábamos bien. Se cumplía la máxima clásica de enseñar deleitando.
Aquellos cursos anunciaban el compromiso de las bodegas Martín Códax con la cultura y su inteligente política comercial de asociar el vino y el arte en todas sus facetas. Después, llegaron los conciertos, los premios de la música, las exposiciones, la apuesta por el diseño y el resultado es patente: cuando voy a comer a un restaurante en Cáceres, Toledo o Bilbao, en la sección de vinos blancos nunca falta la referencia Martín Códax, convertida en símbolo de Galicia y del vino blanco más elegante.
La última apuesta de esta bodega de O Salnés es, como titulaba la compañera Maruxa Alfonso el martes pasado en La Voz, vestir el albariño Martín Códax con las fotos gallegas de Ruth Matilda Anderson, creando una edición especial llamada Fragmentos de Onte. Serán seis botellas de albariño ilustradas con las fotografías de las redeiras de Marín, las leiteiras de Muros, las mariscadoras de Carril, las vendedoras de la Praza da Leña de Pontevedra, las palilleiras de Muxía y las mujeres de Ourense que recorrían los mercados con sus cacharros.
Estas botellas ilustradas están acompañadas de una exposición itinerante que muestra lo mejor del legado fotográfico gallego de Ruth Matilda Anderson (Nebraska, 1893-Nueva York, 1983), hija de fotógrafo y diplomada en fotografía en 1919 en la escuela neoyorkina de Clarence H. White. En 1921, la contrató como fotógrafa y conservadora de fotografía la Hispanic Society of America, empezando así su relación profesional y artística con España, visitando Galicia en varias ocasiones y recorriendo con su máquina fotográfica Extremadura, Castilla, León y Andalucía.
Matilda publicó varios libros y artículos sobre los trajes típicos españoles. Se han realizado exposiciones del legado cultural y etnográfico de Matilda en más de 35 concellos de Galicia, en el Museo de Pontevedra y en Oviedo, Badajoz y Zamora. En esta exposición de Martín Códax se mostrarán más de 60 trajes gallegos.
Desmontando lugares comunes
Lo curioso del trabajo de Ruth Matilda Anderson es que sus investigaciones y sus retratos desmontan algunos lugares comunes de los nacionalismos, que nacieron al tiempo que la fotógrafa venía al mundo. Según Eric Hobsbawm, historiador británico clave en el pensamiento del siglo XX, la mayoría de los símbolos nacionales fueron creados entre 1870 y 1914. El sociólogo Orvar Lögfren habla de la construcción nacional como un kit de hágalo usted mismo, o sea, «un sistema Ikea de construcción de identidades nacionales», y si seguimos los «siete pasos para crear una nación donde no la había» propuestos por Javier López Facal, investigador del CSIC y autor del libro Breve historia cultural de los nacionalismos europeos (Los libros de la Catarata, 2013), uno de esos pasos sería la manera de vestir.
Así, los escoceses han convertido su falda en un símbolo nacional ancestral que parece venir de la noche de los tiempos y los singularizaría frente a la opresora Inglaterra. Pero esa falda es muy reciente. En concreto, de 1727. La inventó un empresario siderúrgico de Lancashire que contrató a unos escoceses para talar árboles. Como aquellos trabajadores se vestían con unas mantas bastas atadas a la cintura, que entorpecían sus movimientos, convirtió esa vestimenta en una falda amplia y cómoda. Así nació este símbolo nacional de Escocia.
Pero no crean que los demás atuendos nacionales tienen más antigüedad. Es verdad que ya hay barretinas en algunos grabados egipcios del siglo XXXI antes de Cristo, y aparece en esculturas y pinturas de Francia, Italia o España desde la Edad Media, pero no se popularizaría como símbolo de catalanidad hasta el siglo XIX. Es en ese siglo cuando la boina o txapela, que ya aparece en figuras góticas europeas, en pinturas renacentistas italianas y en cuadros de Rembrandt, se extiende por el norte de España y se convierte en prenda característica de Euskadi. De hecho, las fábricas de boinas no llegan al País Vasco hasta mediados del siglo XIX, incluida la famosa fábrica tolosana de boinas Elosegui, inaugurada en 1858 y aún en funcionamiento.
El traje de faralaes andaluz también se convirtió en prenda paya de las señoras de la burguesía sevillana a finales del siglo XIX, popularizándose como atuendo de la Feria de Sevilla solo a partir de 1929. ¡Otra tradición inventada que parece ancestral y es de antes de ayer! Y el gorro de Montehermoso cacereño, símbolo de esta región, aunque se hable de su origen celta, lo cierto es que Ruth Matilda Anderson asegura, en un artículo de 1928, que una señora apellidada García los empezó a hacer en Montehermoso en 1880, a partir de otro gorro llegado desde Villar de Plasencia.
Un síntoma de autenticidad
Por el contrario, los trajes y utensilios típicos de redeiras, mariscadoras, leiteiras y palilleiras gallegas no son reivindicados como seña de identidad sagrada ni provocan ningún éxtasis nacional. Sin embargo, Matilda recoge su antigüedad y su tradición y Martín Códax realza este legado que diferencia a Galicia y la llena de autenticidad.