Santi Aguiño mantiene el pie, adaptada a los tiempos, la empresa creada por su padre en 1978, con la misma esencia que siempre tuvo y cumpliendo el deseo de que el negocio continuase en funcionamiento
19 abr 2024 . Actualizado a las 13:59 h.Santi Aguiño se crio en una imprenta, la que su padre montó en el año 1978 en O Grove, en la que trabajaba su familia y que todavía hoy sigue abierta, adaptada por supuesto a los tiempos. Aquel era un pequeño negocio familiar que, con mucho esfuerzo y haciendo jornadas laborales maratonianas, sacaron adelante. Su padre, Antonio, aprendió el oficio en la Imprenta Besada junto a Ramón Outeda, Moncho o da Imprenta, y también padrino de Santi. Tendría, recuerda su hijo, unos dieciséis años y allí estuvo absorbiendo el oficio hasta los treinta, momento en que decidió fundar su propio negocio, aunque según recuerda: «Miña nai dicía que quería montar unha agraria». Así fue como nació la Imprenta Aguiño Aguín que hoy recibe el nombre de Gráficas Aguiño.
Allí su padre se encargaba de todo y ejercía de maquinista, y su madre llevaba la parte de los manipulados (corte, encuadernación, grapado). Tuvieron que empeñarse mucho para hacerse con la maquinaria, porque Antonio Aguiño venía de una familia muy humilde, pero consiguió que funcionase. Adquirió las máquinas de segunda mano, algunas de ellas todavía están en uso y otras permanecen como piezas de museo, una, en la entrada del establecimiento. En el Museo da Salga, en Moreiras, también permanece una de las máquinas con las que trabajó en la Imprenta Besada, que hasta hace poco presidía el acceso a la biblioteca municipal.
En aquellos primeros años, arrancando los 80, trabajaban con tipos de plomo para componer los textos, que aún hoy se pueden ver en el local en un viejo chibalete que es casi una joya de museo. Cuando Santi tuvo edad para echar una mano en el negocio, en ocasiones hacía el montaje en las planchas para que su padre imprimiese, sobre todo los viernes, al venir del colegio. «Chegaba e tocábame distribuír todas as letras, e logo había que saber en qué caixón estaba cada unha». Como premio, lo llevaba a la vieja taberna de Villa Juanita: «A miña recompensa era unha Mirinda cun pincho de mexillón, todo un luxo».
Vivían al lado de la imprenta. De hecho, había una puerta que comunicaba con la vivienda, así que no existían los horarios. Cuando estaba la comida paraban, y a la hora de la cena lo mismo; si había mucho trabajo tocaba trabajar de nuevo. «Lembro de pequeno estar durmindo e escoitar as máquinas funcionando», señala.
Para hacer un cartel, fácilmente podían echar un par de días. Había que colocar letra por letra en la rama, disponer los espacios o el dibujo si el trabajo lo requería, con unos moldes que se hacían en Vigo. Para textos muy grandes usaban la linotipia, «para as letras das comparsas por exemplo». Cuando las piezas ya no valían, se fundían para luego volver a usarse. Trabajaban con las grandes empresas del municipio arousano: Conservas Garavilla, hoteles de A Toxa, depuradoras... Hacían los tiques de la Festa do Marisco. «Aínda que o primeiro cliente do meu pai foi o cura de Noalla», recuerda Santi. «As etiquetas para o mexillón facíanse en cartolinas de cores; o meu pai facía moitísimas, penso que non había ningunha imprenta por aquí que consumise tanta cartolina de cores coma el».
Santi lo aprendió todo de manera autodidacta, al lado de su padre, que durante unos meses lo mandó a Gráficas Salnés. Se podría decir que le vino impuesto, aunque lo cierto es que le gusta la profesión. Durante mucho tiempo se encargó de la filmadora, pero conoce todas las técnicas: la tipografía, el ófset, que aún está en uso, y lo digital. Su padre siempre quiso que siguiese con el negocio, una profesión que le encanta, y no solo lo consiguió; mejoró también la empresa. Hace todo tipo de trabajos de diseño e imprenta, junto a su hermana y un maquinista que ya lleva una década con ellos, en una planta donde las viejas máquinas, como la Heidelberg de aspas, o el Ófset conviven con guillotinas más modernas y un plóter.
- Los fundadores. Antonio Aguiño y su mujer, Soledad González, los fundadores de una empresa emblemática de O Grove.