La ciencia ha descubierto que el desierto más cálido del mundo nutre de vida a la masa forestal más grande del planeta
11 feb 2019 . Actualizado a las 09:23 h.La ciencia y la tecnología han permitido conocer cómo trabaja la naturaleza y descubrir de qué forma conecta el mundo. ¿Quién iba a imaginar que un desierto podría alimentar a la masa forestal más grande de la Tierra? El Sáhara es el desierto más cálido. Esta zona seca del planeta existe, al igual que otras como Atacama o Mojave, por el movimiento que generan los anticiclones oceánicos. En el caso del Sáhara, las altas presiones de las Azores inhiben la evaporación y evitan por tanto que pueda llover. Claro que desde un punto de vista meteorológico no se trata ni mucho menos de un lugar aburrida. Frecuentemente se forman tormentas de polvo, un fenómeno perjudicial para la salud que altera además el tráfico aéreo. Si esas tormentas de polvo salen al océano y la temperatura del Atlántico es elevada, acaban transformándose en huracanes.
La invasión del polvo del Sáhara en el océano es conocido desde hace décadas pero gracias al satélite Calipso de la Nasa se ha podido cuantificar este evento. Cada año se precipitan más de 180 millones de toneladas de polvo, que pueden atravesarlo por completo y acabar en el Amazonas. La arena del desierto cruza el océano empujado por los vientos alisios de componente este, los mismos que llevaron a Colón hasta América.
El polvo va cargado de fósforo, un nutriente fundamental para la fertilidad del bosque tropical más extenso del planeta. África nutre de vida a América del Sur. Este intercambio de nutrientes entre dos regiones separadas por miles de kilómetros también tiene su huella en el clima mundial. El veinte por ciento del agua dulce que ingresa en los océanos proviene del Amazonas, un mecanismo muy importante para mantener el equilibrio en las corrientes oceánicas. Actúa también como uno de los grandes pulmones de la Tierra, ya que retira grandes cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera.
La ciencia ha descubierto recientemente algo sorprendente en la parte sur de la selva. A través de un proceso conocido como transpiración, similar a la evaporación, pero que procede de las propias plantas, la humedad asciende hasta alcanzar la troposfera y forma nubes que terminan precipitando. Este proceso pone de manifiesto hasta qué punto tiene vida este ecosistema, capaz de alimentarse de un desierto y darse de beber a sí mismo cuando lo necesita.
Lamentablemente, como el resto del mundo, hoy está sufriendo los efectos de la actividad humana. Brasil se encuentra entre las potencias que emiten más dióxido de carbono inyectan en la atmósfera, pero no por culpa de sus fábricas o coches sino por la deforestación de la selva amazónica.