Lolo lleva decenios investigando en materia de cultivos ecológicos y permacultura
03 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.A los 25 años se puso firme, analizó lo que sabía y dijo: «Tengo que dejar de envenenarme». Así fue -resumidamente, claro- cómo decidió especializarse en la agricultura ecológica. Paso al frente. Estudia sobre esta materia desde antes, desde los 16. Hoy tiene 30 más: 46. Manuel Andrade, Lolo Andrade, es oriundo del barrio de Eirís, en A Coruña, pero bien conocido en la Costa da Morte por sus charlas y asesoramientos en el centro Fonteboa de Coristanco. «Vengo de una familia de viveristas, nací en un vivero», señala. Hace lustros que se dedica a la investigación, a los cultivos ecológicos, «pero de verdad», más allá de las etiquetas, que es con lo que suele relacionarlos el común de los consumidores. La suya es otra filosofía e incluso -eso se aprecia- nutre también su forma de ser: tranquilo y con tiempo para regalar conocimientos.
Andrade señala que mucho de lo que hoy se etiqueta como ecológico no es tal. La tierra guarda memoria de antiguo y así lo atestiguan los resultados (alude, por ejemplo, al glisofato en plantaciones de patatas). Él es técnico en Diseño de Permacultura, que viene a ser el aprovechamiento total de un espacio -ya seA en el medio rural o en el medio urbano- con los sistemas más ecológicos y sostenibles posibles. En estos treinta años de trabajo ha ido formándose, mejorando, asistiendo a cursos y conferencias en puntos del mundo donde estas prácticas ya están más asumidas. Francia u Holanda, por ejemplo. ¿Por qué? Porque allí llegaron también antes los problemas de contaminación. Lolo Andrade cita, en materia de agricultura sinérgica, a quien él siguió mucho, el agricultor, biólogo y filósofo japonés Masanobu Fukuoka. «Faleceu o mesmo día ca meu pai», señala. Con su conocimiento en la mano, lo que hizo Andrade fue adaptar esa agricultura sinérgica a Galicia. Obviamente, ni la tierra ni el ambiente es el mismo aquí y allí: «Nuestro clima es muy cambiante». ¿Cuál es la filosofía, por tanto? «Lo que tenemos que hacer es imitar a la naturaleza», asegura el agricultor coruñés.
En Oza dos Ríos montó su huerta con estos principios y es allí donde también tiene como proyecto futuro la creación de una escuela donde dar a conocer estos conocimientos. Lolo, por ejemplo, construye bancales donde va acumulando materia orgánica que al final se transforma en compost natural, por lo que no necesita abono artificial alguno para su tierra. Con los pesticidas, más de lo mismo: cero. «Para mí, las plagas no existen, lo que existen son las tierras desequilibradas». Asegura, en este sentido, que hay prácticas asumidas a lo largo de los tiempos que acaban siendo perjudiciales para la tierra: «Ya lo decían mucho los entendidos en esto: ?Arar es la insensatez del labrador?». Se mata lo que precisa el suelo y luego hay que curarlo artificialmente, dañando. No tiene sentido alguno.
Muerte de abejas
En cuestión de pesticidas pone un ejemplo: caracoles y babosas. «Para mí no son una plaga, sino que son moluscos que quieren sobrevivir». Lo que hace en primavera, cuando empieza a ser el tiempo clave, es recogerlos, llevarlos a dos kilómetros de su finca, y soltarlos. Contra aquellos que no puede luchar, emplea óxido de hierro: «Ya se empieza a vender en Galicia. Es más caro que un molusquicida, claro, pero no contamina». Los caracoles lo comen y se mueren. El conjunto se disuelve y le sirve al suelo: no supone peligro alguno tampoco en caso de ingesta por seres vivos como perros o gatos. Lolo vuelve a incidir en lo importante de no incorporar productos dañinos: «El suelo es como la piel, lo absorbe todo». Y eso pasa a las plantas, y así en sucesivo. Sus conocimientos llaman la atención en centros y entidades en las que interviene (en toda España). Hace unos días, en Fonteboa, explicó cómo hacía frente a las avispas invasoras «con un hongo». Es la beauveria bassiana, cuenta, y en Japón ya llevan años usándolo como insecticida. Se quedaron boquiabiertos los asistentes porque, además, «lo hay en la mayor parte del planeta». Andrade lleva años investigando los himenópteros. «¿Por qué mueren las abejas? Cada día inventan una causa, pero no hay otra que no seamos nosotros», señala. ¡Si hasta las enclaustramos en cajones «que parecen campos de concentración»! Él apuesta por dejar que hagan sus nidos naturalmente. Durante dos o tres años no extrae miel, pero evita males: «Cuanto más nos desnaturalicemos, más enfermedades». Vuelve su idea: imitar a la naturaleza.