El Lugo escribe un nuevo capítulo de esta «rivalidad» moderna

André Siso Zapata
ANDRÉ S. ZAPATA LUGO / LA VOZ

CDLUGO

AGENCIA LOF

Un gol del Lugo en Montilivi derivó en un botellazo al linier desde la grada

21 oct 2020 . Actualizado a las 23:12 h.

Salvo la entrada de Antonio Luna que provocó la lesión de Gerard Valentín en el partido de ayer, la violencia o la discordia no fueron protagonistas en esta ocasión. Sí lo fueron, tristemente, en alguno de los encuentros pasados entre estos dos equipos. El primer capítulo de esta «rivalidad» moderna lo protagoniza Fran Sandaza. El toledano abandonó el equipo lucense tras haber tenido problemas con vestuario y directiva y recaló en Girona. Sus declaraciones posteriores no sentaron bien en la ciudad amurallada y se convirtió en uno de los objetivos de la afición albivermella cada vez que se enfrentaban a los catalanes. Además, no se cortaba a la hora de celebrar ante su exequipo. Más polémica todavía.

Sin embargo, la situación explotó el seis de junio del 2015. El Girona se jugaba el ascenso directo a Primera División, donde nunca había estado en su historia. En la última jornada del campeonato recibían, claro, al Club Deportivo Lugo. Con el propio Sandaza en las filas de los locales, el Lugo salió al campo como si se jugase la vida. Pablo Caballero, que terminaría siendo protagonista, comentó tiempo después «¿Voy a ir a Girona a que me ganen? No me entra en mi cabeza». Era el día ideal para que pasase algo. Y pasó.

Cuando todo parecía listo para el ascenso, con el Girona ganando a falta de cuatro minutos para la conclusión y para el ansiado ascenso, Caballero se elevó por encima de todos, remató un balón colgado al punto de penalti, picado y a contrapié del portero. Gol y empate a uno. Un jarro de agua fría para el Girona. Todo empeoró todavía más cuando Lejeune replicó en el área opuesta con un cabezazo que también entró, pero fue anulado -con acierto- por el linier.

En las protestas, sucedió lo indecible. Un espectador lanzó una botella, que impactó en la cabeza del juez de línea, desatando la histeria. El partido se suspendió a falta de 40 segundos. Después, golpes, insultos y alguna cosa más sucedió sobre el campo y sobre la grada. Cuando parecía finiquitada la locura, el colegiado mandó disputar los segundos que faltaban. Una calamidad. El resultado no se movió y el Girona se quedó en Segunda.

Con la victoria de ayer, el Lugo escribe una nueva página de esta rivalidad contemporánea, que se sabe cómo empezó, pero no cómo terminará.