Mientras en Meirás eran entregadas las llaves del pazo al Estado, en la Audiencia coruñesa había un juicio en la sala Pardo Bazán y en Marineda, nombre que la escritora dio a A Coruña, se hacían compras de Navidad. La huella de la escritora sigue muy viva en el siglo XXI
26 ene 2021 . Actualizado a las 09:10 h.El próximo 12 de mayo se cumple un siglo de la muerte de Emilia Pardo Bazán. Nacida en A Coruña el 16 de septiembre de 1851, está enterrada en Madrid. Habrá celebraciones durante todo el año. Las primeras están coordinadas desde la Real Academia Galega por la escritora y académica Marilar Aleixandre. Y ya está en marcha un debate sobre el uso al que debe destinarse el pazo de Meirás, un día casa de la escritora y ahora propiedad del Estado. «Es territorio emocional de Emilia Pardo Bazán y en el que Franco, pese a sus intentos de apropiación, solo fue un intruso». Así de claro lo tiene Jesús Ángel Sánchez García, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Santiago.
Ese territorio emocional va más allá de la torre Quimera, en la que escribió obras como Los pazos de Ulloa o La madre Naturaleza, y está en detalles como el que contaba Ana María Freire, autora del libro Cartas inéditas a Emilia Pardo Bazán (Fundación Barrié): se conservan notas en las que la escritora anotaba los gustos de quienes la visitaban en verano en Meirás con el fin de tenerlos en cuenta al año siguiente.
Unamuno en Meirás
Entre los visitantes estuvo Miguel de Unamuno. Fue en junio de 1903. El escritor y filósofo «venía a pronunciar una conferencia organizada por el Circo de Artesanos [A Coruña] que, al no tener sus locales suficiente cabida y siendo mucha la demanda de público, optó por trasladar el acto al Teatro Principal». Esto escribía el historiador Carlos Fernández Santander sobre aquella visita. Y explicaba que en dicha conferencia Unamuno «tuvo una presentadora de postín, Emilia Pardo Bazán, que le cedió su pazo de Meirás para alojarse».
Sada es también el escenario de uno de los cuentos de Pardo Bazán, La Camarona, en el que muestra, una vez más, su visión del papel de la mujer al enrolar a una joven de la villa en las faenas de pesca: «A los 15 años la Camarona no quería salir de la lancha, donde ayudaba a su padre y hermanos en la ruda faena». Al describir la vida de esta hija de pescadores, Pardo Bazán cuenta: «A la escuela, ni intentaron llevarla, ni ella iría sino entre civiles: a la iglesia sí que solía asistir, porque la gente pescadora ve tan cerca la muerte, que se acuerda mucho de Dios y la siente mejor que los labriegos y que los señores. Si los padres de la Camarona rezaban atropellado y mal, creían bien, y la chiquilla antes se deja quitar un ojo que el escapulario mugriento de Nuestra Señora de la Pastoriza». La escritora conocía dicha advocación, en el municipio de Arteixo, ya que escribió un pequeño libro, cuyo original se conserva en la RAG, titulado La leyenda de la Pastoriza.
Visita a Pastoriza y libro
En el segundo capítulo, Cómo se me ocurrió escribir esta leyenda, relata: «El domingo 12 de junio de 1887 subí al Santuario de Pastoriza con objeto de oír una misa en el altar de la Virgen, depositando en él la corona de laurel y encina que me había ofrecido el Círculo Mercantil de La Coruña, ocho días antes, a mi regreso de Madrid».
Camino de Pastoriza la escritora pasaría cerca del lugar donde se materializó esa Marineda en la que reconvirtió su ciudad natal: un centro comercial cuyos responsables se han sumado a la divulgación de la vida y obra de una escritora que también dejó su impronta en Oleiros, ya que el castillo de Santa Cruz era propiedad de su marido, José Quiroga.
Pardo Bazán también da nombre a una avenida en Oleiros y a calles de Betanzos, Culleredo y A Coruña, ciudad en la que está la Fábrica de Tabacos, ahora sede judicial, que conserva un espacio con el nombre de la escritora que situó allí La Tribuna. También en A Coruña le fue erigida una escultura cinco años antes de su fallecimiento. Está en los jardines de Méndez Núñez, inaugurada el 15 de octubre de 1916. La escritora declinó asistir al acto enviando a su hijo Jaime. No obstante, en una carta pública agradeció el reconocimiento considerándolo como «timbre de gloria y corona de su carrera».
Mientras, en un rincón de su casa de la calle Tabernas, ahora casa-museo y sede de la RAG, en este crudo invierno sigue ocurriendo lo que Emilia Pardo Bazán escribió hace más de un siglo: «Orientado al naciente, la virazón marítima calla y no se oye más que el goteo argentino de la lluvia en los cristales».
Y es que Doña Emilia sigue muy presente.
La casa de Fernández Flórez, entre la spioneras de As Mariñas
La comarca de As Mariñas cuenta con una amplia nómina de personas de las letras. En unos casos la vinculación es por nacimiento, como la periodista y escritora Sofía Casanova, natural en Almeiras (Culleredo). Pero la mayoría se asentaron en la comarca, como Pardo Bazán en Meirás, e incluso emplearon la toponimia para dar a conocer sus obras. Es el caso de la escritora y periodista Fanny Garrido que firmó varias novelas como Eulalia de Liáns y vivió en el pazo de Lóngora, en Oleiros. También Pérez Lugín escribió La casa de la Troya en una casa de Bergondo y Concepción Arenal residió durante media docena de años en Miño, en un pazo de la parroquia de Leiro.
Otro ejemplo es el poeta Miguel González Garcés, residente en O Portádego (Culleredo), una zona que ha ido perdiendo sus edificios con toques modernistas, galerías y amplios jardines.
Pero todas esas residencias casi siempre acabaron desvinculadas de la faceta literaria de sus moradores salvo contadas excepciones. Una de ellas es Villa Florentina, la casa de descanso de Wenceslao Fernández Flórez actual sede de la fundación que lleva el nombre del autor de El bosque animado.