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Las casas Bailly de Cambre vuelven a emerger

D. Vázquez CAMBRE / LA VOZ

CAMBRE

EDUARDO PEREZ

El Concello de Cambre requirió a la propietaria de los edificios que procediera a la limpieza del entorno

02 jul 2021 . Actualizado a las 11:42 h.

Lo que queda de las antiguas casas Bailly, a los pies de la N-VI, es visible estos días, tras una profunda limpieza y desbroce realizado en todo el entorno, que todavía no ha finalizado. La vegetación había crecido hasta solo dejar visible la parte superior de estos inmuebles modernistas, que llevan décadas esperando por un proyecto definitivo y cuyo estado hizo que ingresaran en la Lista Roja del Patrimonio hace tres años.

El Concello de Cambre requirió a la propietaria del ámbito donde se sitúan los edificios que procediera a la limpieza y esta atendió la solicitud sin poner reparos, reconoce. Esta petición se lleva a cabo mientras desde el gobierno local se trabaja en el convenio para poder rehabilitarlas y «para eso tenían que estar en buenas condiciones», puntualizan. 

Cambio urbanístico

El alcalde, Óscar García Patiño, firmó justo hace un año un convenio urbanístico con los propietarios de algunas parcelas colindantes a las construcciones comprometiéndose a realizar un cambio en las normas subsidiarias. Finalmente, logró el respaldo de la Xunta a esta operación el pasado mes de mayo. Ya en aquel momento se indicó que aprovecharía la edificabilidad que le correspondería en la zona, que se estima que alcanzaría 1,3 millones de euros, para financiar la rehabilitación de las casas Bailly, que han sido pasto de la desidia y el vandalismo.

Para el regidor, que siempre defendió esta recalificación urbanística cuestionada por Oleiros, la operación servirá para lograr conservar lo que definió como «dos piezas fundamentales en el patrimonio histórico y arquitectónico de Cambre».

La propiedad fue perdiendo no solo lustre, sino metros con los continuos cambios en la carretera nacional. Lo que se proyectó como una residencia de verano diseñada por los arquitectos Antonio Tenreiro y Peregrín Estellés en los años 20, tenía en su día 22 habitaciones, una cuidada decoración interior en la que destacaba un lucernario sobre el recibidor y una llamativa escalera en los jardines que ya no se conserva, como tampoco la casa de servicio.

La propiedad fue incautada por la Falange y en sus sótanos hubo presos republicanos, fue utilizada como escuela de mandos del movimiento y por el Sindicato Vertical. También se utilizaría como escuela mixta de productores, aunque posteriormente las casas se cerraron y tuvieron personal para su mantenimiento hasta 1981. Después salieron a subasta y pasaron por varios propietarios.

Desde el 2005, cuando uno de los inmuebles perdió la cubierta, el deterioro se aceleró, ampliándose al caer la del otro un año más tarde tras un incendio. A partir de ahí el Concello comenzó a tapiar, con escaso éxito, unas casas que saltaron al celuloide en la película Blanca Madison (1998) de Carlos Amil. El cierre de las edificaciones fue una medida llevada a cabo tarde, lo que impidió salvar las escaleras a la primera planta y lo que quedaba de la decoración. Para ellas se barajaron proyectos como una biblioteca y un auditorio, pero nada fructificó y aún no hay fecha para su recuperación.