El humorista irrumpe en la novela gráfica con «Ellos mismos», una recreación de sus desternillantes imitaciones de celebridades.
23 feb 2011 . Actualizado a las 21:22 h.Joaquín Reyes en un cómico muy serio. Lleva años logrando que nos partamos de risa con sus desternillantes parodias de celebridades. Lo mismo es Gadafi que Alaska, Michael Jackson que Condolezza Rice, Madonna, Björk, Monserrat Caballé, Pérez Reverte o Sánchez Dragó. «Tengo una jeta fenomenal; he recreado a todos estos personajes sin cambiar jamás la voz ni el acento» dice muy serio este histrión manchego cuya primera y verdadera vocación fue la de dibujante: «La de pintamonas es mi vocación más auténtica», confiesa.
«Empecé a dibujar en la escuela y no he parado. Es lo que más me gusta en el mundo», dice Reyes, ilustrador profesional además de cómico, que irrumpe con fuerza en el mundo de la novela gráfica.
En Ellos mismos reúne las tiras en las que recrea y amplía el centenar largo de personajes que parodió en la tele «siempre con palo y zanahoria, nunca de forma despiadada».
«Adoro la línea clara» dice el dibujante y actor precoz que emborronó cientos de libretas en el cole, que introdujo el cómic en La hora chanante y Muchachada nui y que se mira hoy en el trabajo de maestros estadounidenses como Robert Crumb.
Consumidor «compulsivo» de cómics y profesional de la comedia «sin planearlo; por amistad y casualidad», no está Reyes «ni mucho menos, harto de la tele», aunque en su horizonte está el cine. «A la tele primero, y a Internet y Youtube luego, se lo debemos todo, en especial la libertad creadora» reconoce. Por delante tiene al menos tres temporadas de sitcom con su colegas de Museo coconut y «luego una peli que escribiremos entre todos y que dirigirá Ernesto Sevilla». «Es la única vía para llegar al cine de alguien como yo, que no me considero actor».
¿Sabemos reírnos de nosotros mismos?
«En general sí. Es muy saludable no tomarnos demasiado en serio», dice este payaso profesional que elige a sus víctimas «desde la simpatía» y a quien sus atrevimientos «más absurdos que ácidos» no le pasan factura.
«Por lo general el parodiado lo acepta con deportividad, salvo excepciones como Sánchez Dragó, a quien no le hizo ni puta gracia».
«El tópico dice que el sentido del humor es un rasgo de inteligencia, pero conozco tontacos que te mueres con ellos», asegura.
Detrás de cada parodia de apenas cinco minutos hay horas y horas de trabajo de dramatización, ambientación o maquillaje. A algunos personajes les cala el perfil cómico «de inmediato», como a Borja Thyssen, «que parece de ficción». A otros hay que currárselo. «Al principio era más atrevido, era muy de aprovecharlo todo, como el cerdo y sus andares. Pero la experiencia te hace más exigente. Las tres o cuatro ideas que he tenido las he explotado a fondo», reconoce Reyes.