Las celebraciones por el aniversario del reportero de Hergé se centran en el segundo álbum, con una reedición digital y un libro sobre una versión inédita de la historia
10 ene 2019 . Actualizado a las 08:15 h.Tintín, el reportero eternamente joven en la viñeta, está de cumpleaños: este jueves celebra noventa años desde su primera aparición, el 10 de enero de 1929, día en que su creador, Hergé, lo mandó a la Unión Soviética e informar de lo que allí pasaba a los lectores del semanario infantil Le Petit Vingtième. Fueron estos los que convirtieron sus aventuras serializadas en un éxito y acudieron a recibirlo -era un amigo de Hergé caracterizado como el personaje- a la estación Gare du Nord de Bruselas a su regreso.
Hergé, en sintonía con el ideario católico de sus editores, había elegido Moscú como su primer destino para denunciar las supuestas vilezas del régimen comunista. Y, para la segunda, lo llevó al Congo, precisamente para ensalzar las supuestas virtudes del gobierno belga de su colonia africana. Ambas obras son testimonio de la ingenuidad confiada del dibujante -por la que se disculparía pasados los años- y de las fuentes erróneas que manejaba: algo que jamás se perdonaría.
Durante años, la posteridad fue severa con las aventuras soviéticas y congoleñas de Tintín
Durante años, la posteridad fue severa con las aventuras soviéticas y congoleñas de Tintín, sin conocer las exitosas reediciones de los álbumes que los sucedieron. La visión paternalista de comienzos del siglo XX de Tintín en el Congo no soportaba bien la del arranque del XXI: en el 2012 se juzgó, a petición de un ciudadano belga de origen congoleño, si se debía prohibir o no por constituir una «apología de la colonización» y del racismo, según el demandante. La justicia absolvió el cómic.
Las celebraciones con motivo de las nueve décadas del reportero -y su fiel Milú- se centran, precisamente, en Tintín en el Congo. Este jueves mismo sale a la venta una edición digital del álbum en color, que Hergé redibujó por completo en 1946, lo que aprovechó para rebajar las referencias coloniales -y, de paso, introducir una mayor sensibilidad animalista-. También se debate en Bruselas sobre este libro, con la participación de Philippe Godin, autor de Les Tribulations de Tintin au Congo. Godin, que argumenta que este álbum es el favorito de los niños y que también goza de muchos lectores entusiastas en el Congo, analiza la historia y se apoya en una versión muy poco conocida, la que llevó a cabo Hergé en 1940 para un diario belga en holandés, Het Laatste Nieuws.
Hergé se esmeró en la preparación de sus futuros trabajos, para los que se documentó minuciosamente
A partir de esos dos «pecados de juventud», como los calificó Hergé, el dibujante se esmeró en la preparación de sus futuros trabajos, para los que se documentó minuciosamente. Tintín en América todavía peca de una imagen estereotipada, pero el encuentro en 1934 con el estudiante chino Zhang Chongren le abrió los ojos a la necesidad de ser más riguroso con su retrato de la realidad, en especial la de los países más distantes. El loto azul, la continuación de Cigarros del faraón, no solo se beneficiaba de un dibujo minucioso, sino que Tintín se ponía de parte explícitamente del pueblo chino frente a la expansión imperialista japonesa. El rechazo a los totalitarismos afloraría de nuevo en El cetro de Ottokar -con las tensiones provocadas por la anexión de Austria por la Alemania nazi en 1937- y El asunto Tornasol -enmarcado en los años de mayor nerviosismo de la Guerra Fría-. El último álbum completo, Los Pícaros, recurre a la farsa y al esperpento para denunciar las dictaduras.
En esta última aventura Tintín está muy lejos de ser el aventurero aguerrido pero inocente de sus comienzos. Ha cambiado los bombachos por los vaqueros y luce una pegatina de «haz el amor y no la guerra»; reticente, casi descreído, se resiste a involucrarse, cosa que al final solo hace por el verdadero valor de las historias del reportero: la amistad.
La evolución paralela del personaje y su creador
No solo Tintín evolucionó en los años en que su creador le insufló vida. Hasta su fallecimiento en 1983, el hombre bautizado como Georges Remi experimentó una serie de transformaciones que se reflejaron en los cambios de su personaje más célebre. El niño scout y diligente católico, al amparo de su protector, el abate Norbert Wallez, que mantuvo sus dibujos para el diario colaboracionista belga Le Soir durante la Segunda Guerra Mundial, sufrió varias crisis y un progresivo distanciamiento de aquellas iniciales posturas conservadoras. Aunque Hergé admitía que era un «hombre de orden» y aceptaba la influencia de su formación, no se consideraba burgués ni se reconocía en las posiciones políticas de izquierda y derecha.
La evolución de Tintín también fue estilística. Hergé fue depurando su estilo inicial y contribuyó al desarrollo del cómic como lenguaje, un arte que apenas contaba con unas décadas de vida cuando él cogió el lápiz. Su principal contribución fue la llamada «línea clara», el gusto por la comprensión y un cierto clasicismo, con todos los elementos gráficos y el guion al servicio de la historia. El ejemplo de Hergé creó escuela en Francia y Bélgica, con destacados nombres como los de sus colaboradores Edgar Pierre Jacobs o Bob De Moor. En España, su influencia fue notable en la década de los años 80.
Al margen de la viñeta, la popularidad de Tintín alcanza otros ámbitos, como por ejemplo el cine, donde a un historial de adaptaciones se suma ahora la muy esperada segunda versión de Spielberg. Y, sobre todo, la explotación de la mercadotecnia que ha generado la saga, un negocio millonario que los herederos de Hergé supieron ver desde muy pronto y han vigilado con riguroso celo.