El músico actúa este lunes en Santiago en una gira en la que está sacando brillo a su renovado talento como compositor, junto a grandes clásicos de su cancionero
29 abr 2019 . Actualizado a las 13:56 h.«Algún día todo sonará igual que una rapsodia, cuando pinte mi obra maestra». La obra maestra de Bob Dylan (Duluth, Minnesota, 1941) es, sin duda, su cancionero, esos casi cuatro centenares de temas que le permiten casi infinitas combinaciones de repertorio en directo. When I Paint My Masterpiece, que compuso para sus amigos The Band hace casi ya cincuenta años, forma parte precisamente de la veintena de piezas que Dylan está interpretando en este tramo español de su gira: dieciocho canciones, más dos bises, que el músico ha tocado, sin variar el orden, en sus citas en Pamplona y Bilbao, por lo que parece previsible que el esquema se repita este lunes en Santiago (Multiusos do Sar, 21.00 horas).
Aunque con Dylan nunca se sabe: la previsibilidad, el tópico y el cliché casan mal con su genio, refractario a adulaciones y reacio a todo tipo de concesión. De hecho, al intérprete le gusta variar el envoltorio sonoro de muchos de sus temas, lo que los convierte prácticamente en irreconocibles hasta que entona la letra (ocurrió en su primera visita a Galicia, el Concierto de los mil años, con Tangled Up in Blue, por ejemplo).
Dos mitades
A tenor de lo oído en los conciertos de días pasados, Dylan ha dividido casi salomónicamente el repertorio en dos mitades, una con algunos de sus clásicos más reconocibles, la otra con algunas de sus composiciones más sólidas de los dos últimos decenios, en los que el cantautor ha parece haber recuperado el pulso tras la travesía en el desierto de la década de los 80. Un vigor renovado que se afianzó en 1997 con Time Out of Mind (que aporta a estos conciertos tres temas, entre ellos Love Sick), para continuar con Love and Theft, Modern Times -con la oscarizada Things Have Changed, apertura de las actuaciones- y Tempest: de este último álbum ha incluido cuatro canciones en la gira.
De sus grandes clásicos, Dylan ha optado estos días por It Ain’t Me, Babe, Simple Twist of Fate y dos temas del inmortal Freewheelin’, Blowin’ in the Wind y Don’t Think Twice It’s All Right, aunque el álbum de sus años gloriosos más representado es Highway 61 Revisited, con el tema homónimo y la ironía de It Takes a Lot to Laugh, It Takes a Train to Cry más el escarnio épico de Like a Rolling Stone. Trazos vibrantes de una obra maestra.
El cantautor en Galicia: entre la multitud de los festivales y los recitales a cubierto
La de esta noche será la tercera actuación de Dylan en Santiago y la quinta en Galicia, que se inició en 1993 con su participación en el Concierto de los mil años celebrado en Riazor. Aquella jornada compartió cartel con The Kinks y John Mayall y ofreció un concierto que en su momento dividió a los aficionados. Y eso que no faltaron piezas clave del compositor como Tangled Up in Blue, Just Like a Woman o Maggie’s Farm, eso sí, transformadas hasta convertirlas casi en irreconocibles. Esa es una de las señas de identidad de Dylan, que aprovecha las posibilidades del directo para reinterpretar y reinventarse a sí mismo.
Seis años después el cantautor regresaba a Galicia. Su primera actuación en Santiago se celebró en el Multiusos do Sar, donde reunió a 7.000 personas. En aquella ocasión contó con Andrés Calamaro, que lo acompañaba como telonero en su gira, y que se encontraba en la fase más dylaniana de su carrera, dos años antes de publicar Honestidad brutal.
Hermetismo
Si en aquel concierto Dylan había mantenido su hermetismo habitual sobre el escenario, en su siguiente visita a Santiago ocurrió lo imprevisto. En el 2004 el artista cambió el recinto a cubierto del Multiusos por el cielo abierto del Monte do Gozo: era uno de los grandes nombres del festival Xacobeo. Tras hora y cuarto de concierto sentado tras el piano, sin apenas levantar la cabeza más que para dar alguna leve indicación a sus compañeros de escenario, cuando levantó la mirada se permitió un par de bromas y presentó a su banda. Fue el preludio a un bis de leyenda: Mr. Tambourine Man, Like a Rolling Stone y All Along the Watchtower. Antes había echado mano de otros clásicos como Maggie’s Farm, pero también había tirado del álbum que había publicado el año anterior, Love and Theft, del que había sonado, por ejemplo, Tweedle Dee & Tweedle Dum.
Puntualidad
Dylan tardaría otros cuatro años en volver. En el 2008 se presentó en el Ifevi de Vigo ante casi 8.000 personas, con un disco -más o menos- reciente bajo el brazo, Modern Times. En aquella ocasión, con sonido perfecto, el músico y su banda interpretaron algunos temas del álbum, como Spirit on the Water o The Levee’s Gonna Break. La extrema puntualidad de Dylan también perjudicó a quienes aún entraban en el recinto o esperaban fuera tras las colas para llegar en coche hasta el lugar. Entre sus clásicos, Lay, Lady, Lay, Leopard Skin Pill Box Hat, Stuck in Mobile with the Memphis Bluyes Again -ambas de su trascendental doble álbum Blonde on Blonde- o I’ll be Your Baby Tonight.
La banda que lo acompañaba entonces forman, en esencia, su acompañamiento en lo que se ha venido a llamar la gira interminable de Dylan, un nomadismo que lo lleva, a sus casi 78 años, a vivir en la carretera entre el centenar de actuaciones que ofrece cada año. Volverán a arroparlo el batería George Recile, el bajista Tony Garnier y el multiinstrumentista Donnie Herron, a quienes se suma el guitarrista Charlie Sexton.