Pedro Almodóvar: «Creo que los cines van a acabar desapareciendo»

OSKAR BELATEGUI MADRID / COLPISA

CULTURA

Almodóvar, posando ante el Ritz entre Milena Smit y Penélope Cruz, protagonistas de «Madres paralelas».
Almodóvar, posando ante el Ritz entre Milena Smit y Penélope Cruz, protagonistas de «Madres paralelas». Emilio Naranjo | Efe

El director explora la maternidad y la memoria histórica en «Madres paralelas», que llega a las salas este viernes: «Yo quiero que vaya gente de todo tipo de ideologías a ver mis películas», subraya

05 oct 2021 . Actualizado a las 18:06 h.

A pocas horas de que Madres paralelas se estrene este viernes en los cines, Pedro Almodóvar se sabe ante un fin de ciclo en la industria, se reconoce ejerciendo «un oficio crepuscular», con el que el más internacional de los directores españoles no renuncia a hablar de la España que le ha tocado vivir.

A sus 72 años, Almodóvar aborda la maternidad y la memoria histórica a través de dos madres solteras encarnadas por Penélope Cruz y Milena Smit que coinciden en el paritorio. Y como prólogo y epílogo, las fosas sin abrir con los muertos de la Guerra Civil. Desde la suite del Ritz madrileño, la España crispada y vociferante que se cuela en su último largometraje, con el que inauguró la reciente Mostra de Venecia, parece muy lejana. «Es tristísimo reconocer que hemos retrocedido como sociedad», se lamenta el cineasta.

-La figura de la madre es recurrente en su cine, pero nunca había explorado con tanta profundidad el instinto maternal que, según se deduce de la película, se tiene o no se tiene.

-Es muy dramático cuando no se tiene. Conozco a amigas que me lo reconocen y se vive muy mal, porque les crea un enorme complejo de culpa. En el caso de la madre que interpreta Aitana Sánchez-Gijón, no solo no tiene instinto maternal, sino que casi lucha para que el padre se quede con su hija, renunciando ella para dedicarse a su propia carrera. Trato a esa madre con todo el respeto y sin juzgarla, pero es un personaje que en la realidad pagaría un altísimo precio en forma de culpabilidad. Conozco a una persona con el mismo problema y con la misma respuesta por parte del padre: hacerle la vida imposible, impidiéndole que vea a su hija. Los personajes de Penélope y Milena son dos madres solteras accidentales, una es vocacional, concibe ser madre, aunque le llega sin haberlo previsto; la otra madre surgió de un caso que leí en la prensa, una especie de violación confusa después de una bacanal juvenil, con una chica traumatizada por haberse quedado embarazada. Después de tener a la niña, la naturaleza ya se encarga de todo, de que adore a su hija y sea lo que más le importe.

-En los últimos tiempos venimos hablando, incluso desde el lado del humor, de las «malas madres». Es como si la maternidad hubiera dejado de ser un tabú.

-Hay casos televisivos muy concretos al respecto, yo prefiero llamarlas madres imperfectas, mala madre es un término muy Telecinco… Oyendo a mis amigas, creo que la madre vive en continuo sobresalto y cuando no, se siente culpable de no haber estado suficientemente atenta. Todas las madres que tienen la desgracia de que a sus hijos les ocurra algo, a cualquier edad, incluso cuando ya se han emancipado, son madres que se preguntarán de por vida qué-hice-mal, y se dirán yo-podría-haberlo-evitado. Creo que eso forma parte de la maternidad, que es algo que nosotros no tenemos. La maternidad es un sentimiento muy misterioso. Es un milagro en sí mismo y solo la mujer lo conoce a fondo. Ahora el tema de la mala madre está tratado de forma muy sensacionalista porque así son los medios televisivos. Es más hablar de las imperfecciones que de una madre que, de pronto, no tiene instinto maternal. Yo no la juzgo, no debe sentirse culpable.

-¿Usted ha sentido el instinto paternal? ¿Ha tenido ganas de tener hijos?

-Cuando era jovencito, a los 20 o 30 años, en absoluto. Pensaba que traer un hijo a este mundo… Que nadie merecía eso. Sin embargo, pasada la cuarentena hubo unos años en que sentía una especie de necesidad animal de tener descendencia. No te digo de adoptar, sino de tener un hijo de mi propia sangre. Me contradecía completamente, porque yo no pienso así; para ser padre, la consanguinidad es lo de menos, son otros elementos los que crean una familia. Creo que sentía esa necesidad intensa de ser padre por una cuestión biológica. Después, afortunadamente, se me pasó.

-La película muestra la sororidad entre dos mujeres, dos madres solteras que se apoyan. Nuevas formas de familia.

-Totalmente. La familia ha evolucionado muchísimo en los últimos veinte años. Ya me parecía natural todo eso que se venía en llamar familias alternativas. Para mí, familia es un grupo que protege a un ser que acaba de nacer, que suple todas las necesidades con todo el amor. Eso es lo que legitima a la familia. En la realidad están formadas por madres solteras, dos padres… Ya no tiene que ver con un sustrato religioso, como es la familia católica. Son familias vocacionales, se basan en el amor, que es el más legítimo de todos los sentimientos. La sororidad, la capacidad de apoyarse entre mujeres y formar una familia que no es biológica, ya estaba presente en Todo sobre mi madre. El personaje de Cecilia Roth ocupaba el lugar de la madre para el de Penélope Cruz. Siempre he creído en estas unidades que surgen espontáneamente y de modo muy profundo.

-«Yo soy apolítica, mi trabajo es gustarle a todo el mundo», dice en «Madres paralelas» el personaje de Aitana Sánchez-Gijón, una actriz que triunfa en el teatro después de muchos años. ¿Qué piensa usted cuando escucha que alguien se define como apolítico?

-Pienso que es de derechas. Exceptuando gente muy joven, que no ha tenido tiempo de reflexionar sobre la sociedad en la que vive. El personaje lo dice porque es de derechas, conservador. Yo lo he oído en gente de mi profesión, sobre todo a raíz de los Goyas del No a la guerra. En aquel momento nos convertimos en la bestia negra del Partido Popular, que se dedicó desde el poder a denostarnos, a crear la peor reputación posible sobre todo un colectivo. Si se dice en otro país, como Francia, resultaría increíble. Que el propio Estado niegue y ataque a los creadores de su cultura me parece tremendo. Se ensañaron mucho con el cine y el teatro. Yo oí en algunas personas esa reacción de tibieza, con respecto a aquel acto tan valiente como fue la entrega de los Goya, de la que me siento orgullosísimo y aplaudo a Animalario, que escribió el guion de la gala. Algunos creyeron que nos habíamos pasado demasiado, y que había que trabajar para todo el mundo. Yo trabajo para todo el mundo, es el espectador el que me elige a mí haciendo uso de su libertad. Yo quiero que vaya gente de todo tipo de ideologías a ver mis películas.

-«Madres paralelas» es su película más política. ¿Se ha autocensurado pensando que si la hacía demasiado política iba a restar público?

-No. Yo hacía tiempo que buscaba la historia para poder contar este tema. Empecé a escribir Madres paralelas hace diez años y ya estaba el problema de las fosas, que ha acabado como prólogo y epílogo de la película de manera consciente. Los chicos que aparecen en la excavación pertenecen a una ONG que se dedica a esto. Me dieron las gracias por darle visibilidad a un problema que cuando rodamos la película no aparecía tanto en los titulares. En julio pasado, el Gobierno creó la Ley de Memoria Democrática y ya es el Estado el que se ocupa de las excavaciones.

-Vivimos un tiempo en el que volvemos a hablar de temas que suponíamos superados: el aborto, la homofobia con ataques al colectivo LGTBI…

-Absolutamente. Lo que ocurrió hace unas semanas con el grupo neonazi que se manifestó en Chueca gritando ¡sidosos!, ¡maricas, idos de aquí!… Eso era inconcebible en los 80 y 90. Nunca hubiera ocurrido. Hemos retrocedido como sociedad, es tristísimo reconocerlo. Todos los derechos por lo que hemos luchado y conseguido en los últimos cuarenta años debemos ocuparnos de defenderlos de un modo activo, porque están en peligro. Nunca ha habido tanto delito de odio homofóbico. Yo estoy escandalizado.

-Las redes sociales no ayudan.

-Las redes coadyuvan a que todo esto se organice, a través de las redes el odio se puede organizar desde el anonimato. Es un uso perverso.

-Qué paradoja: las plataformas han creado al fin una industria en el cine español, pero van a acabar con las salas.

-Es una contradicción real, en efecto. Existe una verdadera industria que nunca hemos tenido gracias a las plataformas, que no son las más interesadas en la experiencia cinematográfica en una sala. Ahora hay hasta convenios colectivos, que antes ni se hablaba de eso. Pero los intereses de las plataformas son otros, incluso en relación a las películas. El abonado siente la necesidad desesperada de ver inmediatamente todo lo que se anuncia, y eso hace que vayamos a cambiar de modelo, si es que no hemos cambiado ya. Eso le quita vitalidad y espectadores a los cines. Dentro de no mucho tiempo, creo que los cines van a acabar desapareciendo. Nos quedaremos con cuatro salas en cada gran ciudad, que serán como museos a los que irá gente interesada en determinado autor. El resto de películas las verán las familias en su salón. Me parece una pérdida descomunal. No sé si es reversible o no, quiero creer que algún joven descubrirá qué es ver Lawrence de Arabia en una gran pantalla o la propia Dune y vuelvan a reabrir las salas. La situación ahora mismo es terrorífica. Estreno una película en apenas unos días y estoy aterrado. La recaudación ha bajado entre un 70 y un 80%. En otros países menos, pero en España, en la época actual, postpandemia, la gente prefiere absolutamente las terrazas. Y las películas, en tu casa, que te sale más barato porque las puede ver toda la familia. Yo siento que estoy haciendo un trabajo crepuscular, pero no pierdo la esperanza.