«Casa en llamas», la sorpresa del verano en el cine español

Miguel Anxo Fernández

CULTURA

Los actores Enric Auquer, María Rodríguez Soto y Macarena García, en una escena de la película «Casa en llamas».
Los actores Enric Auquer, María Rodríguez Soto y Macarena García, en una escena de la película «Casa en llamas». Eliofilm

El filme de Dani de la Orden, rodado en catalán, se mantiene en las salas dos meses después de su estreno y se confirma entre lo mejor del año

02 sep 2024 . Actualizado a las 13:15 h.

De vez en cuando asoma a las pantallas una película a priori condenada a ser engullida en la cartelera por la apisonadora de Hollywood, y a retirarse en dos o tres semanas, o naufragando en una única sesión para desaparecer camino de la siguiente fase, la del streaming —y eso si hay suerte—. El cine español entra a diario en ese lote, a no ser que sea el hacedor sea Santiago Segura y sus puntuales comedias del verano, como su Padre no hay más que uno 4: campanas de boda, que, según los datos de taquilla a 18 de agosto, ha recaudado 11,47 millones de euros, traducidos en 1.856.573 espectadores en poco más de cinco semanas... y lo que todavía sumará. Su éxito entraba dentro de lo previsible por su perfil de producto familiar y coyuntural, un artefacto escapista y palomitero para felicidad del sector de la exhibición.

Pero la película que está dando la sorpresa, y quizá se cuele en los próximos Goya, es Casa en llamas [Casa en flames, fue rodada en catalán], que rompe el maleficio mencionado. Más allá de que —en la misma fecha de referencia que la de Segura— reúna unos muy respetables 1,81 millones de euros, equivalentes a 273.485 entradas, lo cierto es que se mantiene en cartel sin apenas bajar el ritmo de tal modo que hasta el festivo del pasado 15 de agosto superó las cifras de su estreno, algo muy inusual. Por su comportamiento entra en lo que se denomina sleeper, producto —aunque llamado a desaparecer arrollado por los blockbuster veraniegos— que alcanza el éxito sin preverlo, silenciosa y lentamente. Ahí sigue la película y, por lo visto, lo hará durante el tiempo que las salas la mantengan en cartelera (distribuida por la firma independiente Vercine).

No parece que sea el caso de Galicia, donde ahora mismo se puede disfrutar solamente en A Estrada, mientras que la de Segura continúa en 12 plazas (con 17 pantallas) servida por Sony. Son las contradicciones de una industria en la que pesa mucho su parte fenicia: si no vendes un mínimo de entradas, deja paso a la siguiente... Lo curioso es que en ambas producciones participa Atresmedia.

El director Dani de la Orden charla con la actriz Emma Vilarasau durante la reciente presentación de la película en el BCN Film Fest.
El director Dani de la Orden charla con la actriz Emma Vilarasau durante la reciente presentación de la película en el BCN Film Fest. Quique García | Efe

A priori, la filmografía de Dani de la Orden (Barcelona, 1989) no invitaba al entusiasmo en términos de cine de autor. Muy centrado en la comedia, alternando series con filmes tirando a ligeros, con más de un decenio en el gremio, ha ido puliendo oficio hasta lograr la que sin duda es su mejor obra, beneficiada a todas luces por el guion de Eduard Sola (1989), con un texto lleno de matices que se ajusta a la etiqueta dramedia, o con toques de tragicomedia. También aciertan con el uso del catalán —apenas Alberto San Juan suelta unas frases en castellano— o habría resultado impostado.

Inmensa Emma Vilarasau

Con un reparto en estado de gracia, la cinta se completa con un ajuste a la medida de todos los elementos en pantalla, desde la luz a la música y el ritmo. El plantel de actores está encabezado además por una inmensa Emma Vilarasau, la veterana actriz de teatro, cine y televisión, que huele a premio... y se lo llevará, seguro.

Casa en llamas se ambienta en una familia de la burguesía catalana, de las de casa en la playa, en este caso, una construcción encuadrada en el racionalismo y también protagonista a su manera. La lideresa es Montse, que cita a los suyos para un fin de semana en Cadaqués (rodaron en Canet de Mar) con la intención de revivir tiempos pretéritos. Vendrán sus dos hijos, la casada, con su marido y sus pequeñas, y el soltero, con su nueva pareja. Se añadirá su ex, notario, con su compañera, y juntos se dispondrán a una convivencia que enseguida se antojará algo complicada, ya que la anfitriona pronto descubrirá a los demás sus verdaderos planes. Desea que sea un finde perfecto, aunque para ello «tenga que quemarlo todo».

Insistente mención especial a la totalidad del elenco, además de Vilarasau, Enric Auquer, María Rodríguez Soto, Alberto San Juan, Macarena García, Clara Segura y José Pérez-Ocaña, que se apoderan de sus respectivos personajes y alcanzan un nivel colectivo de verosimilitud poco usual, apoyados en diálogos precisos y una cámara sin filigranas que pareciera no estar.

Más allá de los quiebros de la trama para evitar que el público se anticipe, y de la tensión psicológica bien administrada, todo pivota en torno a la madre, siempre en ese papel, y que ahora confiesa: «Mi vermú es el que siempre se quedaba sin aceituna». Al fin estalla y pasa al cobro las facturas emocionales pendientes, quizá demasiadas. El grupo se sale del tópico disfuncional, quizá vaya más allá. Aunque por momentos el largometraje semeje coquetear con la comedia, realmente es un drama al que el espectador se acerca muy cómodo en cuanto que le resulta próximo. Hay muchas Montses y familias como la suya también. De la Orden y Sola hacen pleno con una de las mejores películas del año.