El documental de Aser Álvarez, «El hombre que no quería ser nada», es clave para entender al genio gallego, de la mano, entre otros, de Siro López
28 sep 2024 . Actualizado a las 11:39 h.Así es. Sus textos, igual de atinados que los del catalán Josep Pla, lo convierten en una figura cuya sombra jamás se pone del todo. Julio Camba tiene categoría de mito y su legión de seguidores y adictos no deja de crecer. Sus artículos sobre política podrían publicarse hoy mismo, sin cambiarles ni una coma. El grado de destrucción de la política no varía. Es el talento elevado a la máxima potencia de la escritura. El solitario del Palace, como se le ha conocido por pasar allí los últimos trece años de su vida, conocía todas las combinaciones del billar de las palabras.
El documental El hombre que no quería ser nada, que ha firmado Aser Álvarez para la Televisión de Galicia, no puede ser más certero al empezar su narración visual con las brumas del baño de la habitación 883 y, desde esa niebla, intentar con las declaraciones de prestigiosos artistas y periodistas definir quién fue este genio. Julio Camba nació un 16 de diciembre de 1884 en Vilanova de Arousa y falleció un 18 de febrero de 1962 en Madrid. Tenía 77 años. En declaraciones a mi compañera de La Voz, Bea Costa, en febrero de este año, el director del documental que se deja ver de forma pasmosa como quien se bebe un vaso de agua decía que «Camba crea adicción». Y lo hace. El que picotea uno de sus artículos en seguida cae en otro. Y busca sus crónicas como corresponsal en el extranjero, en París o en Lisboa. Y luego se levanta y se marcha a una biblioteca para disfrutar de sus libros. Camba es una religión, o debe serlo, para todos los que quieran dedicarse a narrar una historia en un periódico, en un cuento, en un libro. También sería hoy un rey en las redes sociales por la concisión de sus frases que convierte con su toque mágico en auténticas definiciones, muchas de ellas demoledoras. Camba tenía esa habilidad de golpear sin que parezca que te golpea, que solo poseen los más grandes.
Aser Álvarez le contaba a mi compañera de La Voz Bea Costa que ya es todo un especialista en un personaje complicado de contar: «Antes de este documental ya firmó el cortometraje O principio do mundo de Julio Camba, un encargo del Consello da Cultura Galega que profundizó en la primera etapa anarquista del periodista. El año pasado comisarió la exposición de Afundación Obra Social Abanca Julio Camba, el hombre que no quería ser nada, coincidiendo con el 60 aniversario de su muerte. En el 2024 presenta un nuevo trabajo y ya está pensando en montar una exposición sobre los viajes del escritor vilanovés por el mundo». Toda esta actividad frenética sobre Camba lo pone en una posición de privilegio como principal gourmet de uno de los genios galaicos que merece tanto proyección como Wenceslao Fernández Flórez o Álvaro Cunqueiro. Vaya tres patas para una mesa: Camba, Wenceslao y Cunqueiro.
Un maestro del despiste
En el documental, que próximamente se verá en un festival de cine y después en Vimeo, figuras de lo más variado como Manuel Rivas o Luis Piedrahita coinciden en su pasión por Camba, un maestro del despiste. Un tipo que sabemos que jugaba al póker con la mujer que le ayudaba en casa para sisarle unas monedas o, según sus vecinos, un tipo que podía conseguir todo el dinero que quería con su habilidad para escribir, pero que nunca tenía un duro encima, por su capacidad para gastar. Un vecino de Vilanova decía que lo mandaba a por tabaco y que jamás le dio propina. El periodista y matemático Luís Pousa explica en el documental que lo de Julio Camba es único. No le falta razón. No hay fórmula que lo defina.
Tuvo esa habilidad desde sus corresponsalías en el extranjero para contar Nueva York con unos ojos de buzo. Hoy, en efecto, sería un rey de las redes sociales, si las usase, pues nadie estaría más capacitado que él para derruir a un personaje con un sujeto, un verbo y un predicado. No era Julio Camba barroco. Todo lo contrario. Escribir bien no consiste en enredarse. Le gustaba la buena comida, los manjares que probó en París y que tanbien narró, pero amaba de la misma manera las sardinas de nuestra tierra. Y es que Camba no se lee, se devora.
Uno de los mayores aciertos del documental de Aser Álvarez es contar en el metraje con las palabras y las caricaturas de ese genio que es Siro López, el Castelao 2.0, que él solo ha dibujado toda la transición y la política gallega en las páginas de La Voz. Es un lujo contar con el caricaturista en el vídeo, pues Julio Camba y Siro López comparten dos factores fundamental, y no son factores de la Renfe, aunque también te hagan viajar.
Genio de la pereza
Camba, como Siro, resume. Camba, como Siro, es, sobre todo y por encima de todo, un humorista. Con los tiempos que corren, solo nos queda el humor. Y, en el documental de Aser, Siro nos abre su estudio en las afueras de A Coruña para enseñarnos como con un trazo se puede dejar dibujado y sentenciado a Julio Camba para la eternidad. Lo mismo que sabía hacer Camba con un párrafo. No se necesita salpimentar una crónica de adjetivos; ni un dibujo, de excesos. Hay expertos que, con mucha ironía, tanta como la de Camba o la de Siro, dicen que el genial escritor de Vilanova de Arousa fue afinando todavía más su estilo «por una cuestión de pereza».
La leyenda de Camba no deja de agigantarse y trabajos como este documental ayudan a perfilarlo. Algo muy difícil. Apenas hay imágenes de Julio Camba. Las que más abundan son las de su entierro, justo epitafio para quien decía que «todas las pompas son fúnebres».
El autor empezó anarquista y terminó en el hotel Palace
Buenos Aires fue clave en la vida de Julio Camba. Su viaje a la quinta provincia gallega lo cambió para siempre. El escritor, apenas un joven de quince años que coqueteaba con el anarquismo, dejó que su sangre ardiese en la causa en tierras argentinas. Fue un activista que terminó expulsado del país. Él, como con todo bromeaba: «Llegué a Buenas Aires de polizón y regresé a España invitado a marcharse como expulsado del país por anarquista». Quería decir con esa sonrisa en la boca que apenas era una pincelada que no pagó ni en la ida ni en la vuelta.
Julio Camba continuó en Madrid con su actividad política tirada hacia el anarquismo, pero luego mudó como camaleón galaico. Dejó el incendio anarquista para dedicarse solo a la escritura. Fue teniendo éxito en la prensa de la época, lo contrario no se entendería. Y del hilo de las palabras continuó su biografía hasta esa habitación del hotel Palace desde la que dijo adiós sin apenas hacer ruido. Pero abran cualquiera de sus libros y caerán en su encanto: «Galicia es una tierra de sardinas y de políticos. Las sardinas nacen unas de otras; y los políticos, también».