Pertenezco a una generación que luchó para tener un sistema de convivencia como el que hoy disfrutamos en nuestro país. Y quiero decir también que fue una de las etapas más apasionantes de mi vida. Trabajamos para que los medios de comunicación pudieran ejercer su función en libertad respondiendo a la demanda de una sociedad democrática. Y todos nos sentíamos muy orgullosos de aquella nueva prensa que se hizo realidad en la España de 1976 y nos sentíamos orgullosos del rigor del que se dotaron todos los medios de comunicación en esa nueva España».
Así habló Florentino a los medios de comunicación en Madrid en la tradicional comida navideña.
Dios nos libre de los salvadores de la patria y nos proteja de aquellos que disfrazados en los valores más nobles los pisotean sin escrúpulo alguno cada vez que tienen ocasión. Porque las palabras del presidente del Madrid, lejos de ser una defensa de la libertad de expresión, para quien sepa leer las blancas, constituyen otra cosa. No hay mejor defensa de esta libertad que dejar trabajar a los periodistas. Sin presiones, sin mayores limitaciones que las que salen del sentido común y de la legislación vigente. Respetar la libertad no es hablar de ella, es permitir que los demás la ejerzan y asumirlo incluso cuando uno no sale bien parado. Ni echar en cara a los informadores críticos que son antimadridistas o que persiguen intereses oscuros y participan de conspiraciones para hacerse con el poder en la entidad merengue.
Ser respetuoso con lo que los demás expresan tampoco es subir el volumen de la megafonía a límites peligrosos para el oído humano cuando lo que se canta es «Florentino dimisión».
«Os pido que no os alejéis de los códigos por los que luchamos y que son esenciales para seguir construyendo una sociedad más libre», concluyó Pérez, a su manera regañando a la concurrencia con mayor sutileza que en anteriores comparecencias.
Pero al margen de su cinismo en el asunto de la libertad de expresión, Florentino sigue teniendo un grave problema en el Real Madrid: una plantilla fuera de control; un entrenador rechazado por el público; unas cuentas poco claras; una junta directiva, que es corresponsable en la gestión, pero poco útil aportando ideas a lo que se ve; y un Barcelona que desde que él es presidente blanco le arrasa tanto en títulos como en juego.
Ante el Rayo Florentino se salvó de una buena. Sabe que está en el punto de mira tanto como Rafa Benítez y que en cualquier momento sufrirá una nueva pañolada, sino cambia la dinámica. Por eso, quizá le iría mejor si en lugar de dar clases de libertad, aceptara algún que otro consejo sobre cómo gestionar las crisis.