Suplente en Río, tras ganar el Mundial de triathle con España en Viveiro, Cristóbal Rodríguez retoma el plan para cumplir su sueño
02 oct 2017 . Actualizado a las 16:37 h.Exigente, responsable, impaciente y ligeramente maniático. Son algunos de los rasgos de la personalidad del hombre que viene de empujar a España hacia el título mundial de triathle, una disciplina que combina la natación, la carrera a pie y el tiro con pistola láser y que no es más que una rama del pentatlón moderno, la modalidad que añade esgrima e hípica y en la que Cristóbal Rodríguez (Viveiro, 1991) es toda una eminencia en el escaparate español. Con un currículo alumbrado por cinco entorchados nacionales en la categoría sénior, el viveirense es otra de las esperanzas gallegas para los Juegos de Tokio en 2020.
El polifacético deportista de Viveiro cumple su segunda campaña como huésped del Centro Gallego de Tecnificación Deportiva en Pontevedra. Volver a su tierra y recibir el aliento de la familia con relativa frecuencia fue el primer paso en su nuevo plan para conseguir un billete para la próxima cita olímpica. «Los aires de Galicia me sientan de maravilla. Regresar a casa era una condición indispensable para preparar el nuevo ciclo», afirma. Al centro gallego llegó desde la Residencia Blume, adonde se había mudado en el 2015 con el título de Arquitectura bajo el brazo tras ocho años -desde el 2006 hasta el 2014- como inquilino del Centro de Alto Rendimiento de San Cugat (Barcelona).
El puente a Tokio es «muy largo», reconoce el aspirante gallego. A día de hoy está por debajo del puesto 70 en el ránking mundial por culpa de la lesión que le mantuvo inactivo buena parte de la pasada campaña, y necesitará estar en el top ten en el 2020 para ver cumplido su gran sueño. «No es imposible. Tengo mucha ilusión en este nuevo intento. En los Juegos de Río me quedé a cinco puestos y tuve que conformarme con acudir como suplente, pero ahora me veo más fuerte y más cerca de los mejores», reflexiona. «En el 2019 se pondrán en juego ocho plazas en el campeonato de Europa y tres en el Mundial, aunque mis grandes esperanzas están depositadas en el ránking, de donde saldrán en el 2020 otros diez deportistas para Tokio», explica.
Por empeño no será. Suda la gota gorda de lunes a domingo tratando de ganar velocidad en la natación y la carrera a pie, puntería con la pistola, habilidad con la espada y destreza sobre el caballo. La hípica y la esgrima son sus puntos fuertes, y la carrera a pie, su mayor lastre a la hora de competir en un deporte que es olímpico desde 1912.
Probó en el balonmano y el básquet y lo enganchó el triatlón
Fueron los técnicos de la Federación Gallega de Triatlón -entidad que también gestiona el pentatlón moderno- quienes vieron en Cristóbal Rodríguez a una futura estrella del pentatlón moderno. Tenía solo 13 años y participaba de forma asidua en las competiciones de triatlón que se repartían por el territorio gallego. «Hasta entonces jugaba al baloncesto y el balonmano. Me divertía y hasta creo que me defendía bien en los dos, pero la verdadera vocación la encontré cuando empecé a practicar triatlón. Me enganchó desde el primer día», cuenta el pentatleta viveirense.
El baloncesto ahora le divierte por televisión, también es aficionado al automovilismo y el fútbol le aburre. «No lo soporto. Creo que ni de pequeño fui capaz de ver un partido entero. Bueno..., quizás alguna vez con mis amigos porque no había otra alternativa, pero seguro que no prestaba mucha atención», cuenta. Se define como un deportista «profesional al 100 %», que en ocasiones se excede con sus límites. «A veces me exijo demasiado y después lo pago», dice.
Un deportista que vale por cinco
Cristóbal Rodríguez se deja el alma en cada entrenamiento. En el propio centro gallego de tecnificación puede ejercitar la natación, la carrera a pie y el tiro con pistola láser, y para mejorar la técnica en la esgrima y la hípica tiene que desplazarse. Dos o tres días a la semana viaja hasta A Coruña para desenfundar la espada y practicar junto a los miembros del club de esgrima 100 Tolos, mientras que para montar a caballo y pulir su destreza en los saltos de obstáculos a día de hoy carece de campo de entrenamiento y busca una solución. Hasta ahora lo venía haciendo en un centro hípico situado a escasos kilómetros de Pontevedra. Fotografías: emilio moldes y marcos míguez