El campeón del mundo de 200 espalda es la gran esperanza española en los Juegos de París
27 jul 2024 . Actualizado a las 08:59 h.Con solo 17 años, Hugo González de Oliveira (Palma de Mallorca, 1999) consiguió para Río su primer billete olímpico. De Tokio se trajo un diploma en los 100 metros espalda. Sus marcas no han dejado de progresar. De padre mallorquín, fue Nadia, su madre, brasileña, la que le obligó a aprender a nadar con tres años. Tenía miedo a que se ahogase en un descuido en la piscina de la casa que se acababan de comprar. A los seis, sus padres le preguntaron a qué deporte quería que lo apuntaran. Hugo les dijo que quería estar más tiempo en la piscina. Así empezó un idilio que lo llevó luego a Estados Unidos. En el último Mundial, en Doha, ganó la plata en los 100 espalda y el oro en los 200. Dos pruebas en las que competirá en París, junto a las de la misma distancia y el relevo de los 4x100 estilos.
—Le habrá cambiado mucho la vida desde los últimos Juegos.
—Tengo a más gente encima, pidiéndome entrevistas. Ya no paso mi teléfono, doy el de mi padre. Me han entrado nuevos patrocinadores, eso en mi deporte ayuda. Pero en el resto no te creas que me ha cambiado tanto. La diferencia es que ahora no doy clases en la Universidad y tengo más tiempo para dedicarle a la recuperación. Los entrenamientos son los mismos, el mismo volumen. Al final, es lo de siempre, buscar mi mejor versión.
—Con los patrocinadores, también crecerán las expectativas. Ya no llegará con salir a divertirse.
—Es cierto, las expectativas suben, pero no te creas que me afectan demasiado. Salga lo que salga en París, si lo dejo el año que viene tendría que buscarme algo para sobrevivir. Si fuera tenista, y ganara los Juegos, no tendría que preocuparme el resto de mi vida. La natación es otro mundo. He ganado un Mundial. Cualquier futbolista de la selección, aunque no lo gane y se quede en semifinales, tiene la vida resuelta. Yo no. Si no lo disfrutara, la cabeza no me llegaría a final de temporada. No aguantaría esto. Cuando salgo de la piscina, no quiero pensar las veinticuatro horas que solo soy un nadador. Eso acabaría conmigo. Intento disfrutar mi tiempo libre.
—¿Cómo lo hace?
—Soy bastante introvertido. Me gusta más estar en mi casa, con mi familia o amigos. Salgo de fiesta tres veces al año, tampoco me apetecen más. Me levanto a la seis de la mañana todos los días y a las nueve de la noche estoy durmiendo. Eso también me ha complicado mis relaciones sociales. Yo no ceno a la hora que la gente cena. Tengo que hacer amigos en los entrenamientos, en círculos muy cerrados. Uno de mis íntimos es César Castro, compañero en la selección. Tiene que ir conmigo a competiciones todos los veranos, entrena conmigo cuando el resto ya ha terminado y dormimos en la misma habitación. Compartimos éxitos y fracasos. En el tiempo libre vamos a desayunar o al cine.
—Él también ha tenido que adaptarse y reinventarse.
—Si César pudiera elegir, nadaría lo que siempre le encantó desde niño, que son los 1.500. Y ha tenido que adaptarse a los 200. Yo estaba convencido de que los estilos eran mi mejor prueba. Luego los números me han demostrado que no. Si me hubiera dedicado solo a una, no habría llegado hasta aquí. Aunque siga siendo mi favorita. Es más divertida, menos monótona.
—El mismo día que se nadan las series de los 200 estilos, son las finales de los 200 espalda.
—Quiero nadarlas todas, no te voy a mentir. No es imposible, pero tampoco fácil. No puedo tener un programa rígido, que se siga siempre letra a letra. Dependerá de la preparación, de las sensaciones que tenga en las horas previas, y de cómo me vaya en los 100 espalda.
—¿Qué margen de mejora tenía después del Mundial de Doha?
—Hay biomecánicos que analizan cada prueba al detalle. A lo mejor en un volteo, en los dos últimos dos metros, pierdes dos décimas. O en la salida. No es lo mismo que te digan que te estás dejando un segundo en esos quince metros que saber exactamente en qué punto los has perdido. Vemos los vídeos una y otra vez. Y a los rivales. ¿Sabes cuál fue el objetivo que nos marcamos?
—¿Cuál?
—Ganar una o dos décimas en 50 metros. Luego me saldrá o no. Ya lo veremos. Las marcas van incluso mejor de lo que me esperaba.
«Mi ambición en París es estar con Murphy, luego ya veremos al final quién gana»
Hugo sigue alternando su preparación entre Estados Unidos, donde permanece fiel a Dave Durden, y España, donde sigue trabajando junto a José Ignacio González, Taja.
—¿Cómo ha conseguido encajar dos mundos tan diferentes?
— He encontrado la tecla, con la gran suerte de que los dos entrenadores lo entiendan. Tengo claro que si me pasara todo el año en Estados Unidos, o en España, las cosas no me irían tan bien. Desde que me fui a Estados Unidos, he encontrado una armonía entre lo que trabajo allí con Dave y aquí, con Taja. Con Dave nunca hago las puestas a punto. Los planes son flexibles, los discutimos cada día. Hasta noviembre estuve en España, luego me fui a California a preparar el Mundial y volví en junio para los Juegos.
—El mejor en el ránking sigue siendo Ryan Murphy, su compañero en Estados Unidos.
—Si no me entrenara con él, no estaría nadando los 200 en 1.54. No ha sido, como a veces sucede, que se unen dos nadadores por interés, porque tienen el mismo nivel. Nos une la cultura de California. Estamos juntos porque lo hemos decidido los dos y por el equipo.
—¿Hay piques en la piscina o es más formal el trabajo allí?
—La mayoría de entrenamientos es él el que toca la pared, el que dicta el ritmo y nos guía al resto. Pero alguna vez me ha tocado llegar primero a mí. Mi ambición en París es estar con él. Luego ya veremos quién gana, quien es mejor al final.
—¿Fantasea con la medalla?
—Tengo los pies en el suelo. Y, precisamente por eso, sé que es posible (risas). Al final, es un deporte de tiempos. Puedo hacer mi carrera perfecta y que solo me dé para ser tercero. Y puedo ganar sin hacer mi mejor carrera. Fui campeón del mundo sin hacer mi mejor marca.