José Brea Colmeiro recoge en una retrospectiva en el centro Vista Alegre de A Bandeira de más de cien obras su pasión por el arte desde el realismo
17 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Pepe, como le llaman sus amigos, comentaba jocoso este jueves al recalar en Deza que había viajado desde Salamanca con pinturas, lápices y el caballete pero se había dejado en casa los lienzos. Un despiste fácilmente subsanable para quien vive por y para el arte desde aquellos años 60 en que su pasión obtenía la primera recompensa con su ingreso en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Hablamos de José Brea Colmeiro (Lamela, 1936), que la pasada tarde inauguraba en el centro cultural Vista Alegre de A Bandeira una retrospectiva con más de un centenar de obras de todas sus épocas creativas. Seis décadas de idilio con la pintura y la escultura de quien ostenta la única matrícula de honor de aquel primer curso en 1964 otorgada por el maestro del realismo español, Antonio López, en la disciplina de Colorido y Composición.
Cousas da miña vida se bautizó esta muestra que podrá verse durante un mes, tiempo corto para admirar las creaciones de Brea Colmeiro. Llegaron a través del equipo del estudio Pelabravo de Salamanca, como quiso destacar el propio pintor, quien costeó de su bolsillo el traslado hasta A Bandeira, como le agradecían desde el centro cultural Vista Alegre. Desde dibujos a lápiz o carboncillo a óleos o pasteles, en papel o lienzo, en pequeño o gran formato tienen cabida en esta exposición.
Destacan además de las pinturas o dibujos tres piezas escultóricas con su historia detrás. Entre ellas una cabeza del rey emérito, Don Juan Carlos, en escayola blanca, así como otra en resinas del escritor Gonzalo Torrente Ballester. Pero con especial ilusión habla Pepe de una tercera, que reproduce la cabeza de su hija Paula. Está pintada de negro, «seguro que a ella no le gustará», cuando estaba en la treintena. Pero sin dejar de lado al emérito, también puede verse en Vista Alegre un retrato al óleo.
Retrato de Don Juan Carlos
Cuenta Brea Colmeiro que cuando estaba ejerciendo como profesor en un instituto en Cataluña recibió una carta que incluía una fotografía de Don Juan Carlos y unas normas y medidas para copiarlo en un retrato en lienzo. Decidió asumir el reto y pintar al Borbón, enviándolo al destino solicitado pero sin recibir después respuesta de si había sido seleccionado para ser expuesto o ganado algún concurso. Le tocó tirar de hilos para dar con su paradero, almacenado en el País Vasco, y lograr recuperarlo.
Una anécdota de las mil que atesora el pintor silledense afincado en Salamanca, de donde regresa con asiduidad para ver a amigos y familiares. Pero sobre todo para pintar algunos de sus emblemas arquitectónicos y paisajísticos, como el Pazo de Oca en A Estrada o, más recientemente, el monasterio de Carboeiro.
Desde paisajes a bodegones o retratos con un estilo realista, con un profundo dominio de la composición y la perspectiva, además de una calidez inigualable en el colorido, componen esa extensa obra de quien seguro que morirá con los pinceles en la mano. Así entiende la vida, en una pasión que ha calado en su propia hija Ana, quien está dispuesta a seguir la saga familiar. Incluso con el riesgo de dejar su labor en una farmacia y con el anhelo de exponer más pronto que tarde junto a su progenitor.
Este viernes sin duda resultó especial para Pepe. Invitado con un amigo pudo compartir mesa y mantel en la celebración del fin de temporada del Lamela futbolístico antes de inaugurar con las palabras dictadas por el corazón esa gran retrospectiva. Seguro que con miles de recuerdos mariposeando por su cabeza, con aquella infancia en su tierra natal antes de emprender su carrera profesional como profesor en 1970. O rememorando las decenas de exposiciones en su extensa carrera, o los premios conseguidos y las conversaciones de protagonistas de la cultura gallega como Luis Seoane, Laxeiro, Quesada o Manuel Colmeiro. Solo queda desearle muchos años más de tan brillante creatividad.