La multitudinaria despedida a Vicente Agulló, fallecido en el accidente aéreo del Yakovlev 42 junto a otros 61 compañeros, coincidió con el inicio de un largo camino en busca de la verdad de lo ocurrido
30 may 2023 . Actualizado a las 08:12 h.Lalín daba hace dos décadas el último adiós a Vicente Agulló Canda, un joven vitalista, solidario y amante del deporte que fallecía junto a otros 61 militares —otros tres de ellos gallegos, de Marín, Redondela y Guitiriz— en un accidente aéreo en Turquía. Además murieron los doce tripulantes de la nave, de nacionalidad ucraniana. El Yakovlev 42, un avión de fabricación soviética, en el que viajaban de regreso a España se estrelló en una colina cerca de la base turca de Trabzon Macka tras dos intentos fallidos de aterrizaje. Era la vuelta a casa tras cumplir misiones de paz en países como Afganistán y Kirguizistán.
Un suceso ocurrido el 26 de mayo del 2003 que conmocionó a todo el país, achacado a un error del piloto y la niebla, pero que desde el inicio generó más incertidumbres que verdades. De inicio, al conocerse que se había fletado el avión ucraniano porque el Ejército carecía entonces de aparatos de carga y descarga. Después para verificar las causas reales del accidente, el estado del avión y la sobrecarga que portaba, con el añadido del mal estado en que se encontró la caja negra. Los familiares, también los Agulló Canda de Lalín, se vieron inmersos en denuncias y procesos judiciales para saber la verdad y recibir las correspondientes indemnizaciones.
Aquel multitudinario entierro del 29 de mayo del 2003 la iglesia lalinense de Vilatuxe y sus aledaños estaban abarrotados de familiares, vecinos, amigos y autoridades, tanto militares como civiles, para despedir a Vicente Agulló. Ni el calor asfixiante arredró al más de un millar de personas que acudieron al sepelio, oficiado por el entonces obispo de Lugo, Xosé Gómez, y una veintena de sacerdotes. Estuvieron algunos compañeros del cabo primero lalinense del Ejército del Aire destinado en Zaragoza, de 30 años, y de su etapa en el seminario lucense. Decenas y decenas de ramos de flores se colocaron tras el altar emplazado en el atrio del templo.
«Estará orgulloso de ver toda la gente que lo quería», comentaba uno de sus hermanos en nombre de la familia aquel jueves, en la jornada más triste en la vida de los Agulló Canda. «Era un soldado excelente y una persona excepcional», apuntaba un sargento de la base de Zaragoza, que tuvo a su cargo durante más de una década a Vicente.
Desde aquel fatídico día de hace dos décadas comenzaba una odisea para las familias en la que los Agulló Canda tuvieron protagonismo. Un hermano del militar lalinense fallecido, Alfonso, asumió primero la vicepresidencia de la asociación de familiares afectados por el Yakovlev 42 y posteriormente incluso estuvo al frente del colectivo. Reclamaron desde un primer momento una comisión de investigación sobre lo acontecido con ese vuelo y el posterior accidente, denunciando por ejemplo la existencia de informes mutilados y exigiendo que se depurasen responsabilidades políticas y militares, con Federico Trillo en aquellos momentos al frente de la cartera de Defensa.
La negativa del Gobierno central a poder abrir los féretros a su llegada a España generó otro motivo de incertidumbre, ante la sospecha de que varios de los militares habían sido enterrados bajo identidades confundidas. Comenzaba una dolorosa vía de reclamaciones, en un tema tan sensible y delicado. Finalmente hubo pruebas de ADN y después cada familia pudo decidir lo que hacían, con casos por ejemplo en que se habían incinerado los restos. Todo por las prisas y falta de garantías en la repatriación de los cadáveres.
Error de identificación
Y esa investigación deparaba más de un año después, ya en septiembre del 2004, que los restos enterrados en el cementerio de Vilatuxe no eran los de Vicente Agulló. Una confirmación que llegó a su familia por carta desde el Ministerio de Defensa. No por esperada impidió que se reavivase el dolor. Por error en la identificación de los cuerpos en tierras lalinenses reposaba el cabo primero Mario Aparisi España, mientras los del militar dezano se habían entregado a la familia del teniente Mario González.
En un camino repleto de trabas y burocracia los familiares fueron desentrañando una madeja que les permitió constatar las quejas previas a subir al avión de los militares por el estado que presentaba o que el plan de vuelo era falso. «Houbo neglixencia sobre neglixencia», aseveraba Alfonso Agulló a La Voz en junio del 2005, poco después de ser nombrada presidente de la asociación de familiares. El tiempo fue pasando y estos días, con motivo del veinte aniversario de su muerte, se destapaba una foto de Vicente en el albergue juvenil que lleva su hombre y con que el que Lalín le recordará siempre.