Llegó desnudo a los carteles electorales en el 2006 pero ahora mezcla sobre su piel tonalidades cruzadas tras haber pactado con el PSOE primero y con el PP después
12 abr 2019 . Actualizado a las 08:59 h.Sacó la fotografía de Adolfo Suárez como si fuera la certificación timbrada de que él y Ciudadanos son los herederos del centrismo al que los españoles confiaron sus desvelos cuando se restauró la democracia. Pero el fiel de la balanza con la que Albert Rivera (Barcelona, 1979) irrumpió en la política española se ha movido de izquierda a derecha con tal facilidad que ha confundido a sus posibles votantes. Y hasta semeja que también a sí mismo, a ese camaleón que llegó desnudo a los carteles electorales en el 2006 pero que ahora mezcla sobre su piel tonalidades cruzadas tras haber pactado con el PSOE primero y con el PP después, pese a haber renegado de ambos, y compartir más tarde pareja de baile en Andalucía con Vox y foto con Santiago Abascal, en una imagen para la historia.
Rivera es campeón de Cataluña de estilo braza y esa constancia le ha premiado allí por un discurso nuevo y distinto. Y fue también campeón de España de debate universitario, pero está por ver que sus habilidades léxicas le sirvan, no ya para que Ciudadanos siga creciendo en el Congreso, sino para que su partido resulte decisivo en su quinto asalto a unas elecciones generales. Son líderes en la Cataluña más convulsa de la democracia, pero su victoria, por invisible, apenas ha servido para cambiar el estatus del partido, aunque sí para dar en toda España un perfil más definido de Inés Arrimadas.
Con qué compromisos específicos intentará Rivera convencer al electorado sigue siendo una incógnita en el arranque de campaña, pues su programa aún no es público ni está refrendado internamente. Y algo huele a que estas elecciones pueden ser vitales para Rivera. Los ruidos intestinos en las elecciones primarias de Ciudadanos dan cuenta de que ya no hay unanimidad para seguir la estela marcada desde arriba con trazos gruesos de color naranja.