Protagoniza una de las carreras más intrépidas y bizarras de la política española
12 abr 2019 . Actualizado a las 08:57 h.En las fotos que conservan algunos fontaneros del PSOE de las elecciones gallegas del 2005, las que llevaron a Touriño a la presidencia de la Xunta, el chico de la esquina es Pedro Sánchez. Allí estaba, en el equipo creado por Pepe Blanco en Ferraz, conociendo de primera mano los entresijos y cómo se movían los hilos de la organización. Así empezó a forjarse el perfil de quien una década después protagonizaría una de las carreras más intrépidas y bizarras de la política española, que lo llevó del anonimato a la victoria inesperada, de ahí a la derrota y a la caída, pero también a una resurrección que pocos auguraron, y que acabó abriéndole las puertas de la Moncloa para gobernar con mucho más riesgo del que asume un funambulista sin red.
Pedro Sánchez (Madrid, 1972) fue el primero en muchas cosas. El primer secretario general elegido en primarias y el primero en ser aniquilado por el comité federal. También el primer presidente sin escaño, el primero que llega al cargo por una moción de censura y, de momento, el único que fracasó en un intento de ser investido. Trató de salvarse embarcando a Ciudadanos y Podemos en la operación. «No es tan guapo para ser tan tonto», dijo sobre esta pretensión un dirigente de los socialistas madrileños crítico con Sánchez, tal y como relata la periodista Ainara Guezuraga en el libro El PSOE en el laberinto.
Puede que no lo admita, pero el líder revivido del PSOE tiene una enorme deuda contraída con sus enemigos internos, con quienes desde Andalucía le asignaron el mero papel de líder fantoche encargado de calentar la silla y con quienes se embarcaron en una operación espuria para apuñalarlo como a un César en la escalinata del Senado. Hicieron de él un santo. Y su carácter competitivo puso el resto.
La primera vez que se presentó como candidato a las elecciones, en el 2015, se hablaba de la pasokización del PSOE. Y el Partido Socialista acabó borrado del mapa en Grecia o en Francia, pero resistió en España y ahora va camino de ser nuevamente primera fuerza. Gran parte se lo debe a Pedro Sánchez, a ese líder querido y odiado a partes iguales, que da la sensación de improvisar decisiones siempre un poco más de la cuenta. Cuando cedió ante los independentistas catalanes para crear la figura de un relator, tensó las costuras del Estado y casi se le acaba la racha. Fue una concesión arriesgada que intenta borrar con medidas sociales, algo así como el milagro de los panes y los peces. El diario francés Libération tildó a Sánchez de «extravagante» y «funambulista» por pretender dirigir un país con una mayoría tan exigua. Es su punto más débil. Y el 28A se verá si también a eso logra ponerle remedio.