El presidente utiliza el gentilicio para descalificar a CiU y recurre al tópico para decir que no se sabe si los nacionalistas suben o bajan respecto a la reforma laboral
23 sep 2010 . Actualizado a las 12:58 h.José Montilla, presidente de la Generalitat, lleva años quejándose, allá por donde va, de los ataques que a su juicio sufre la comunidad que preside. Sus denuncias de catalanofobia han sido una constante y ha llegado a enfundarse la bandera de la dignidad de Cataluña, supuestamente pisoteada por una institución del Estado como el Constitucional, para reclamar unos pretendidos derechos que el tribunal considera que exceden los previsto en la Carta Magna y que en otros territorios de España se consideran un agravio comparativo.
Pero la defensa que Montilla hace de la dignidad de los catalanes no le da, al parecer, para hacerla extensiva al resto de los pueblos, porque ayer recurrió al tópico más burdo para utilizar el gentilicio «gallego» en forma de descalificación a los diputados de la oposición durante un debate en el Parlamento catalán sobre la reforma laboral aprobada hace unos días en el Congreso.
El portavoz de CiU en la Cámara catalana, Oriol Pujol, había criticado a Montilla por su silencio en relación con la reforma laboral, impulsada por quien será su compañero de candidatura en las elecciones catalanas, el ministro Celestino Corbacho.
Y el presidente se olvidó del respeto a los demás que tanto reclama para sí y los suyos. «Yo lo que no sé es qué defienden ustedes [en alusión a los parlamentarios de CiU], porque, escuche, allá [en referencia a las Cortes] no se sabe si suben o bajan, ustedes hacen de gallegos en Madrid... sí, sí, se mojan poco, se mojan poco». Montilla hizo oídos sordos al rumor de voces con que su comparación descalificatoria fue recibida en la Cámara y se dejó llevar por la amnesia de cuando dijo en el Congreso, siendo aún ministro de Industria, que su actuación «ha sido y será siempre ética y responsable».
Además del tono irrespetuoso con los gallegos, especialmente grave dada la dignidad del cargo que ocupa, la salida de tono del presidente catalán pone en duda su inteligencia, ya que tropieza en la misma piedra que Rosa Díez cuando utilizó el gentilicio gallego, «en el sentido más peyorativo del término», para descalificar a Zapatero. Y Montilla no ha sido capaz de aprender de la marea de malestar que provocaron aquellas palabras.