Felipe VI comenzó a romper lazos con su padre desde que accedió al trono

m. b. MADRID / COLPISA

ESPAÑA

14 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando don Felipe accedió al trono hace seis años dijo aquello de «encarno una monarquía renovada para un tiempo nuevo». Las palabras pronto pasaron a ser hechos y su primera decisión -no de calado, pero sí con trasfondo- fue hacer trasladar el despacho de su padre fuera de la Zarzuela, en concreto se lo llevó al Palacio Real. Quería separar los asuntos de familia de los de su reinado. Sus más cercanos no se lo han puesto fácil en estos primeros años al frente de la Jefatura del Estado. Primero tuvo que lidiar con el desenlace del caso Nóos, con el juicio y sentencia a más de seis años de cárcel para su cuñado Iñaki Urdangarin. Y ahí no le tembló el pulso.

Muro con los Urdangarin

Antes incluso de que hubiera fallo exculpatorio para la infanta Cristina, él la declaró culpable y la despojó del ducado de Palma, un título de la Corona que don Juan Carlos había entregado a su hija con motivo del enlace con Iñaki Urdangarin en 1997. Don Felipe se lo retiró hace ahora cinco años y levantó, a su vez, un muro infranqueable con los Urdangarin. Desde entonces solo se ha visto con su hermana en funerales y algunas -las menos- celebraciones familiares. Porque la familia del rey poco tiene que celebrar.

Muy lejos quedan los tiempos en los que la sociedad española se declaraba abiertamente juancarlista, no monárquica. Don Juan Carlos hace años que dejó de ser un activo para la Corona. Desde su «tropiezo» en abril del 2012 en Botsuana, su reputación ha ido en caída libre. Y lo que temen en la Zarzuela es que la investigación ahora abierta por la Fiscalía del Supremo salpique -aún más- a don Felipe.

Herencia envenenada

De ahí que en los últimos años el rey haya evidenciado un distanciamiento con don Juan Carlos, cuyo perfil institucional -desde su abdicación- fue casi testimonial hasta que el año pasado se retiró de la vida pública. O, más bien, se le hizo retirar. Esa decisión llegó después de que Felipe VI conociera que era el beneficiario, como heredero, de unos fondos de dudosa procedencia. Hace tres meses, a través de un comunicado, el Palacio de la Zarzuela se anticipó ante lo que se avecinaba y anunció la ruptura definitiva de padre e hijo. Don Felipe renunció a la herencia, le retiró la asignación y ya poco más puede hacer para librarse de la sombra de su padre.

A don Juan Carlos no se le puede despojar de títulos ni de tratamiento. Al rey Felipe tan solo le queda una baza: «desahuciarlo» de la Zarzuela, donde el monarca emérito permanece recluido desde que comenzó el confinamiento. Sería la forma definitiva de demostrar que corta con don Juan Carlos. Aunque existe un pero: el rey emérito no tiene propiedades en España, por lo que, llegado el caso, podría caer en la tentación de fijar su residencia en el extranjero. De lo que don Felipe no quiere ni oír hablar.

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