Se acabó el remolonear en cama, acostarse tarde y estar todo el día jugando. Septiembre es el mes de la vuelta, de los reencuentros, y también de las responsabilidades. Y no hablamos de los padres, sino de los hijos. ¿A quiénes les cuesta más adaptarse? Dos expertas nos dan las claves para sobrellevar mejor este aterrizaje.
18 sep 2016 . Actualizado a las 04:00 h.La lluvia se ha encargado de recordarnos que no se puede escapar al tiempo. Las vacaciones de verano ya son pasado y ahora toca centrarse en septiembre. En las casas con niños en edad escolar es probablemente uno de los meses más difíciles. Estrés, histeria, discusiones, rabietas, disgustos, apuros por los gastos que implica todo el equipamiento escolar. Nuria Lago Fernández, terapeuta familiar y psicóloga educativa, reconoce que este es uno de los períodos de más trabajo. La vida normal llama a la puerta con un sonoro timbre. «A comunicación cos fillos é moi importante. Hai que falar con eles, verbalizarlles o lado bo deste regreso ás aulas: volver a ver a amigos, a profes que lles gustaban moito? Con mimo pero explicando. Os pais teñen que mostrar comprensión, empatizar cos problemas e as dúbidas dos fillos, pero tamén lembrarlles que non queda outra que adaptarse», comenta la psicóloga. «Por exemplo, no caso dos rapaces que están en infantil. Non hai que demorarse moito no momento da despedida unha vez que os deixan no cole. Hai que actuar con enerxía, entusiasmo e ser rápidos para que non se acentúe a dependencia», aconseja. Según los datos de los pediatras, aproximadamente un 30% de los niños y adolescentes padecen alguna alteración relacionada con el sueño a lo largo de su desarrollo. «O cambio de rutinas, os horarios, implican alteracións nos nosos biorritmos e teñen consecuencias tanto a nivel físico como emocional xa que se acaban somatizando», apunta Nuria Lago. Por eso, resalta, «os pais non teñen que preocuparse se durante estas tres semanas ven que ós rapaces lles custa seguir o ritmo. É normal un período de transición», explica.
Los agobios no son nada buenos para conseguir lo que se persigue precisamente en la escuela: educar. «El estrés puede provocar en los alumnos reacciones emocionales como la ansiedad, la ira... de forma que no son capaces de desarrollar todas sus capacidades de aprendizaje», subraya Nuria Mariño Puga, pedagoga infantil. «Soy partidaria de que este inicio de las clases, sea de la edad que sea, se debe tratar de una forma particular y sin prisa. Un nuevo curso escolar lo podemos ver como una página en blanco, algo desconocido, y con frecuencia el miedo a lo desconocido es lo que más influye y esto asusta. Es muy importante el papel que jueguen aquí los padres y el profesorado, puesto que la motivación, el diálogo, la comunicación positiva son herramientas básicas para preparar a los niños y comenzar el curso escolar», apunta Nuria Mariño, que también ha trabajado como docente en una Escuela Infantil. «Tenemos que pensar que en general vuelven con una buena aptitud. Debemos ilusionarlos con la realización de nuevos proyectos, animarlos, estimularlos», añade Nuria Mariño.
Recomienda una adaptación previa a los nuevos hábitos de la vida escolar, pero también un aterrizaje paulatino en los mismos. «Los deberes tienen que ser razonables, puesto que lo contrario deriva en una fatiga física y emocional, en una limitación del tiempo libre y en una pérdida de interés por la asignatura y, por consiguiente, que se realicen a desgana», remarca.
Los escolares también se tienen que sentir partícipes de los preparativos y de las nuevas rutinas a establecer. «Acompañar ós pais a facer as compras do material, opinar onde sexa posible, por exemplo, na elección dun caderno. Teñen que mentalizarse da importancia da organización», añade la psicóloga educativa.