Alejandro Rodríguez: «Llevo 50 años en la hostelería, pero se pasaron volando, esto me hace feliz»

FERROL

Le tocó una quiniela, está jubilado y sigue trabajando, tras la barra del Picasso, «por puro gusto»
19 sep 2022 . Actualizado a las 10:48 h.Alejandro Rodríguez está detrás de la barra del Picasso desde julio del 2013. Es un jubilado que no cobra para seguir en activo y en este local de la plaza de las Angustias acaba de soplar las velas de su medio siglo en la hostelería. Toda una carrera sin fecha de retirada, porque a Alejandro le gusta recibir en su bar, como si fuese su casa. «Es verdad que llevo 50 años en la hostelería, pero se me pasaron volando, me hace muy feliz este trabajo, yo voy a seguir hasta que se pueda, por puro gusto», cuenta un viernes mientras se despide de un cliente de los de siempre. «Tengo a mucha gente que ya son amigos, porque vienen a diario y este en concreto era ya cliente del Tanagra, tengo otro que me conoce desde el primer local, hace 50 años». Público fiel para un hostelero devoto, que ha sido el alma de espacios míticos.
«Con la familia de O Cabazo trabajé en la playa de Cabanas y en O Galo en la calle María —dice repasando una trayectoria que comenzó a los 16 años—. Después de hacer la mili cogí el local del Toxos e Froles, luego vino el pub Hamilton de la calle Sánchez Barcaiztegui y una casa de comidas a la que pusimos el nombre de mi hijo, Alejandro, porque tenía seis meses cuando fuimos para allí, recuerdo que la cuna estaba encima de las neveras». Como ahora, en aquella cocina también le acompañaba María Pérez, su mujer. «Ella es otra de las claves, porque solo servimos lo mejor, somos especiales con los mariscos», asegura Alejandro con la ilusión de un principiante. Se enorgullece de que hasta las personas que llegan de otros países o lugares de España vienen al Picasso por que se lo han recomendado. «Y lo mejor es que repiten, mientras están aquí no fallan», explica ante una enorme cava con vinos singulares que en muchas ocasiones abre para agradar al cliente, aunque solo quiera una copa.
«Lo de los vinos es mi pasión, ya en el Tanagra tenía una colección impresionante y me decían entonces que estaba loco por traer cosas así a Ferrol o por lo que se podía pedir en el Hamilton», dice apoyado en una barra sobre la que charla durante horas con sus clientes sobre añadas y viajes gastronómicos. «Después de cobrar la quiniela abrí La Herencia de Baco, un espacio dedicado a los vinos que tuve que cerrar por la crisis, pero que quiero volver a poner en marcha: va a ser un local con cuatro mesas donde los clientes podrán elegir de la vinoteca la botella que más les guste, un sitio para disfrutar».