
Manuel Castiñeiras Arias regenta la floristería más antigua que queda en Vigo
18 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.Isidoro Dariére llegó a Vigo, procedente de la bretaña francesa, con el encargo de diseñar los jardines de la Alameda. Fue en 1880 y entonces Vigo aún era una villa habitada por poco más de 15.000 personas. El floricultor hizo su trabajo, «un poco versallesco», apunta su bisnieto, que perduró hasta ahora, pero no se volvió a su país al acabar la misión, sino que se casó con una viguesa, María Fariña, y se quedó para siempre.
Sus herederos se impregnaron del amor por las flores y plantas del patriarca galo, y todos siguieron su senda. Manuel Castiñeiras Arias, bisnieto del floricultor, continúa su labor en Casablanca 3, establecimiento que abrió sus puertas a principio de los años 70 en unas galerías llenas de vida, conocidas popularmente como «las del Cine Plata», que empezaron a languidecer hace más de una década y hoy sobreviven a la crisis en medio de la desidia general. Pero allí sigue concentrando toda la actividad esta floristería emblemática que ha crecido por otras ramas. Manuel encarna a la cuarta generación, pero ya tiene asegurada la quinta. «Mi hijo, Manuel, que estudió paisajismo y diseño de jardines en Inglaterra, se hizo cargo de Casa Planta, que es la empresa que abrimos enfocada hacia la jardinería», cuenta.
La primera floristería Casablanca fue la que montó el bisabuelo en la zona que le da nombre y que entonces no era ni un barrio, porque ni calles había. En aquel descampado, a la altura de donde hoy está la iglesia de los Capuchinos, en Vázquez Varela, el señor Dariére, que tuvo dos hijas, montó primero un vivero en el que producía nardos y crisantemos y después, la tienda, que luego trasladó a la Porta do Sol y más tarde, en los años 30, a Carral. «Allí estuvo hasta que la dejamos hace diez años y allí aprendí yo junto a mi padre, Manuel Castiñeiras Dariére, y mi madre, Amelia Arias Casal», explica.
Hoy Casablanca 3 es la floristería más antigua que queda en Vigo. «Estaba también Phillipot en Policarpo Sanz, pero cerró», recuerda. ¿Y Casablanca 2?, nos preguntamos. «No existió como tal, me gustaba más el número tres. Si acaso podría ser la que tuvimos en El Corte Inglés, que dejamos», razona.
Manuel continuó la saga, pero también lo hicieron sus dos hermanos, Loli, en la tienda Muguet, en Colón, que también se cerró, y Carlos, que sigue en Casa Planta.
Tras impregnarse del mundo de las flores y las plantas en la calle Carral y marcharse después a Valladolid, Manuel se independizó con su propio establecimiento en las galerías de Urzaiz. Al principio, en un espacio de 40 metros cuadrados que fue creciendo. Allí sigue trabajando con tres empleadas, Meli, María José y María de los Ángeles, que llevan muchos años en la empresa.
Las cosas han cambiado mucho desde los tiempos del bisabuelo. «En su época, las flores que se vendían eran las que se cultivaban según la tempora. Ahora hay de todo, todo el año. Se recibe flor cortada de medio mundo, desde Colombia a Sudáfrica. Llega a Holanda, que es el centro de distribución para Europa, y en menos de un día la tienes en casa como si la acabaran de arrancar», explica.
El sector florista no vive su mejor momento. A sus características como producto perecedero y no de primera necesidad, se suma la crisis y la subida de los impuestos, pero a pesar de todo eso, las flores siempre no acompañan en todas las ocasiones, «en los felices y en los tristes, en las ceremonias, aniversarios y eventos», justifica el profesional, que lógicamente, aborrece las flores de plástico.