Los Hombres G sacan pecho ante los hijos de sus fans

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Hombres G en un concierto de la gira «40 años y seguimos aprendiendo».
Hombres G en un concierto de la gira «40 años y seguimos aprendiendo». Jesús Diges | EFE

Un fenómeno. Gracias al filme «Voy a pasármelo bien», una nueva oleada de fans infantiles se ha enganchado al grupo, que agotó entradas en A Coruña

17 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay un lamento común entre roqueros que superan los 40 años. Se quejan de que los niños y adolescentes de hoy en día solo escuchan esas músicas urbanas que fintan la clásica fórmula guitarra-bajo-batería. Que enciendes la radio y todo el espacio es para Rosalía, Ana Mena, Quevedo y artistas similares. Que eso no es como lo suyo, cuando en una visión un tanto idealizada los medios se podían escuchar desde Metallica a U2, pasando por AC/DC. Y en medio de ese malestar, surge un fenómeno totalmente insólito. Los mismos infantes que cantan la sesión 53 de Bizarrap con Shakira, aparecen entonando piezas como Devuélveme a mi chica de Hombres G. ¿Qué ha pasado aquí? ¿Cómo es que aquel grupo —tan odiado por esos roqueros entonces— resurge en los labios de chiquillos de 7, 8 y 9 años? ¿De qué manera una música de guitarra-bajo-batería ha aparecido de nuevo cuando sus autores bordean los 60?

La respuesta genérica hay que encontrarla en la capacidad de adaptación al medio que de siempre ha tenido el cancionero de los Hombres G, transmitido ya en suficientes generaciones como para encontrarse a padres e hijos (y puede que hasta un abuelo) juntos en un recital. Pero la explicación concreta a esta pirueta se puede visualizar en el filme Voy a pasármelo bien (2022) de David Serrano. En esa película musical se hace un viaje al Valladolid pijo de 1989 para recrear, en clave de comedia romántica, una de esas historias de amores imposibles que funciona en los dos niveles: en el de unos padres lo suficientemente mayores para contemplarla sin prejuicios —quienes los tuvieran— y en el de unos hijos que, entre risas, entran en un repertorio que sigue ahí, plenamente vigente 40 años después. Algo así como una reliquia del citado guitarra-bajo-batería para una generación a la que ya ni le importa si sus ídolos tocan o lo llevan todo grabado.

Solamente de este modo se puede entender que una formación así —que se ha visto mil y una veces en todo tipo de formatos— sea capaz no solo de llenar todo un Coliseum de A Coruña (8.500 espectadores) 41 años después de arrancar su carrera, sino que lo haga agotando el papel con meses de antelación. También que mucho de ese papel se materializase en regalos de Navidad, cumpleaños, santos y buenas notas de un buen puñado de los que estarán mañana contemplando cómo las madres que ven a la salida del cole tan formales son capaces de perder los papeles, en cuanto David Summers, Dani Mezquita, Rafa Gutiérrez y Javier Molina giran la rueda de su ruleta pop en busca de unas canciones que han visto de todo. Nacieron junto a la movida, convivieron con el bakalao, surfearon al indie, se abrazaron a las de El Canto del Loco primero y a las de Taburete después y, ya ven, siguen brillando con la cabellera plateada en plena era del reguetón.

Mañana volverán a demostrarlo. Que esas canciones poseen la magia suficiente para aguantar décadas y décadas vigentes, enganchando a un público que se renueva en oleadas. Todo ante el gesto atónito de aquel roquero que creció con ellos y hoy ve que son casi la última esperanza de conexión entre sus hijos y la música pop-rock con la que se crio. Aunque fuera con la que más odiaba. Habrá que ver si ahora ya la ha aceptado y se atreve a soltarse el pelo con su descendencia. Curiosa paradoja.