La profesora de informática, una de las ingenieras más talentosas de Galicia, cree que hay pocas chicas en su Facultad porque no se conoce la carrera
03 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Susana Ladra (Santiago, 1984) habla con la boca, con los ojos y con las manos. Pasión en todo. Nadadora contra corriente, conviene apuntar este nombre porque forma del futuro que, dice, no se le da bien pronosticar. Hablamos pocas horas después de que recibiera un premio en la Universidad de Deusto por su trabajo y su juventud.
-Estará contenta.
-Sí, sí. Es un premio a la trayectoria, al currículo. Así que sí, contenta.
-Ingeniera informática. Son muy pocas.
-Hay muchas chicas que se inclinan por disciplinas científicas como la biología, la química... porque las conocen, las han estudiado en el instituto. Las barreras vienen después. En las ingenierías no pasa. Estoy convencida de que no se meten porque no saben lo que es. Yo tengo familiares que todavía hoy me preguntan qué ordenador es mejor para comprar. Y la carrera no va de eso.
-Lo que se sabe es que es una carrera muy difícil.
-Eso es un estereotipo. Depende de la motivación. No creo que la dificultad sea un problema. Hay estudios que dicen que, al entrar en la adolescencia, las mujeres adquieren una autoestima más autocontenida y los chicos son más lanzados. Al elegir, las chicas suelen apostar por carreras que conocen y en las que podrán hallar el éxito. Ellos se lanzan más. Para mí es fundamental divulgar en qué consisten estas ingenierías e incluir asignaturas de computación o programación en el bachillerato. Resolver problemas con solo tu imaginación es apasionante.
-¿Cómo se interesó usted?
-Mis dos padres son matemáticos y recuerdo que el primer ordenador que llegó a mi casa lo compró mi padre en Londres cuando yo tenía un año. Así que me crie con un ordenador. Cuando era pequeña decía que iba a ser profesora de Matemáticas, pero en secundaria tuve una asignatura de programación y me gustó. Además, si estudiaba Informática podía ir a A Coruña en vez de quedarme en Santiago, ja, ja. Eso acabó de inclinar la balanza.
-¿Cómo vamos a vivir en un futuro cercano?
-Mire, yo era de las que pensaba en febrero que el covid no iba a ser importante, así que no soy muy buena futuróloga. Suelo ser optimista. Creo que el futuro tecnológico no va a ser tan malo como nos los pintan estas distopías tipo Black Mirror. Creo que vamos a ser capaces de liderar una conciencia ética, sobre todo desde Europa.
-¿Tiene hijos?
-Sí, dos. De 3 y 5 años.
-¿Diría que en la universidad se concilia un poco mejor?
-El trabajo es más flexible. Yo doy clase on line, pero voy a la facultad porque no puedo estar dando clase con mis hijos por aquí. De todos modos, todo esto es un poco tramposo porque aunque parte del trabajo sea desde casa, no puedo desconectar, porque si lo hago es perjudicial para mi carrera. Todo lo que yo no haga porque estoy cuidando de mis hijos es algo que van a hacer otros. Durante la pandemia, a los dos meses, las editoras alertaron de que había una diferencia significativa entre los artículos enviados por hombres y por mujeres. Ellos aprovecharon la pandemia para escribir artículos mientras ellas cuidaban de los niños que no tenían colegio. Obviamente, es una generalización, pero es verdad que las editoras alertaron.
-¿A qué edad diría que se les puede regalar un móvil a los niños?
-Hummm. A los 12 años tal vez..
-¿Sabe usted no hacer nada?
-Sí. Puedo ver series, por ejemplo.
-Eso es hacer algo. Me refiero a pasar el tiempo, digamos jugando al «candy crush».
-No sé no hacer nada, pero muchas veces pierdo mucho el tiempo, ja, ja. Pero ahora no tengo tiempo libre. Los niños, tan pequeños, me comen todo el tiempo. Los fines de semana intento llevarlos con los abuelos y ahí tengo algún ratillo más libre. Antes arbitraba partidos de baloncesto, pero lo dejé con el primer embarazo. Me gusta impartir justicia.
-¿Le gusta impartir justicia en otros ámbitos de la vida?
-Ahora que lo dice, sí. No soporto las injusticias. A veces tengo un sentimiento fuerte cuando veo algo que es muy injusto; no puedo mirar hacia otro lado.
-¿Le gusta el fútbol?
-Me gusta, aunque no soy una apasionada. He ido a San Lázaro, a Riazor... Cuando estudiaba en A Coruña y el Dépor estaba en la Champions, iba a recibir a los equipos. Pero fui dejando esa pasión y me incliné más por el baloncesto. Fui socia del Obradoiro hasta que tuve a mis hijos. Fui a Barcelona, embarazada, a ver la Copa del Mundo y me tocó el concurso para tirar triples desde la cancha. Y los tiré. Soy muy de baloncesto.
-Ya veo que le gustan los deportes.
-Sí, sí. En los Juegos Olímpicos veo de todo: esgrima, tiro con arco... La esgrima me gusta mucho.
-¿Practica alguno?
-La verdad es que no. Perseguir a mis hijos, ja, ja.
-Dígame cuatro palabras que la definan.
-¡Qué difícil! Soy optimista; el término «madre» me define mucho ahora, también. Y diría que me cuesta tomar decisiones, aunque una vez que las tomo, ya no tengo dudas. Soy muy inquieta y con tendencia a la felicidad.
-¿Mejor pedir permiso o pedir perdón?
-Permiso.
-Diga algo que le resulte repugnante.
-La injusticia.
-¿Cocina algo?
-Nah. Soy un desastre. Cocina siempre mi marido.
-¿Tiene un sitio favorito?
-El paseo de la Herradura, en Santiago, con las vistas a la catedral y al campus.
-Una canción.
-Aleluya, de Leonard Cohen.
-¿Qué es lo más importante en la vida?
-Estar bien rodeado.