José Ramón Silveira, presidente de la Asociación Gallega de Psiquiatría: «En la atención a la salud mental en Galicia solo veo déficits»

GALICIA

José Ramón Silveira
José Ramón Silveira ANGEL MANSO

Los psiquiatras gallegos reclaman más recursos y tiempo para poder atender correctamente las patologías más graves

29 nov 2021 . Actualizado a las 10:34 h.

Desbordados. Infradotados en personal y recursos. Poco valorados. Y deseando poder atender con más garantías a quienes padecen trastornos mentales, especialmente los casos más graves. Así están, según su presidente, los psiquiatras que trabajan en la sanidad pública gallega.

—¿Cómo está la atención a la salud mental en Galicia?

—Mal, muy mal, comparándolo con otras comunidades. Me cuesta mucho decirte alguna ventaja que tengamos en Galicia sobre otras comunidades, que aún así están por detrás de los estándares europeos. Las cosas que podrían ser ventajas, en realidad vienen de carencias. Por ejemplo, tenemos asociaciones de familiares que funcionan bastante bien, pero esos recursos tendrían que ser públicos, están supliendo carencias de algo que tendríamos que tener. Otra ventaja es que la protección familiar en Galicia aún está muy desarrollada, por nuestra idiosincrasia tenemos la suerte de que nuestros pacientes tienen más paraguas familiar que en otras regiones, pero tampoco es algo que proporcione el sistema. Y resaltar que tenemos muy buenos profesionales es un discurso estereotipado que creo que no viene al caso. Y no veo más ventajas, solo veo déficits. Estamos infradotados en todos los sentidos, en número de personal estamos por debajo de otras comunidades, pero sobre todo lo estamos en tipo de servicios o dispositivos asistenciales. Tenemos pocos y tampoco se crean nuevos como se está haciendo en otras comunidades. En sistemas de protección y acompañamiento al paciente estamos muy deficitarios, y el personal también está desprotegido y muy poco recompensado. Y también hay carencias en la intervención judicial.

—Habla de infradotación, ¿hay pocos psiquiatras en el Sergas para la carga de pacientes que tienen?

—Un psiquiatra está viendo 16-18 pacientes en una mañana, así no podemos hacer el trabajo como nos gustaría y como habría que hacerlo, porque no tenemos tiempo. Nosotros querríamos, como pasa en otras comunidades, hacer nuestro trabajo al completo, pero al final lo único que se nos permite es intentar cuidar al paciente con un tratamiento farmacológico y una breve charla que pretende ser psicoterapéutica, pero para la que apenas hay tiempo. Nuestro trabajo también incluiría esa psicoterapia que hacen los psicólogos y que podríamos abordar en cada consulta, pero si tenemos ocho o diez minutos para atender a un paciente no podemos ejercer bien nuestro trabajo, no nos dejan. Y aún encima, tenemos que ver cómo por eso se nos critica, se nos denuesta.

Pero es que también hay déficit de camas y de recursos. Por ejemplo, la unidad de agudos de A Coruña de ingresos hospitalarios debería tener 60 camas y tenemos 30, así que estamos completamente saturados siempre, solo se ingresa lo más grave, y patologías que deberían ingresarse, pues no se puede. Y hay que tener en cuenta que sobre los psiquiatras recae la atención de los trastornos más graves, no ya de las patologías menores, como una ansiedad o una depresión leve. Estamos hablando de esquizofrenias, trastorno bipolar, obsesivo-compulsivo, depresión endógena... patologías muy complejas que dan muchos problemas al enfermo, a su familia y a su entorno, y que consumen mucho tiempo y esfuerzo al profesional. Cuando se descompensan deberíamos poder ver al paciente a diario, o cada pocos días, pero no es posible. No podemos atenderlas correctamente. Por eso cuando vemos que otros colectivos profesionales como los psicólogos reivindican, por ejemplo, tener presencia en primaria para atender patologías menores, problemas más de la vida, entendemos que están en su derecho y lo respetamos, pero tenemos que advertir que nosotros estamos mucho peor que ellos, que llevamos el peso de la patología más grave y que no tenemos los recursos ni la capacidad de atenderla como se debería. Si hubiera recursos para todo, maravilloso, pero los recursos son escasos y creo que lo primero sería garantizar una buena atención psiquiátrica a toda esta patología grave, y luego pensar en mejorar otras cosas. Es una cuestión de prioridades.

—Decía que se sienten desprotegidos y poco recompensados.

—Aparte de que somos pocos, estamos muy poco agradecidos en nuestro trabajo, y muy poco recompensados con respecto a otras comunidades, y no hablemos ya a nivel europeo. Un médico especialista en psiquiatría, con otra formación complementaria, experiencia, responsabilidades... puede estar cobrando 2.000 euros al mes escasos si no tiene trienios y ciertos complementos. Estamos salvando vidas, pero parece que los médicos tenemos que vivir de nuestra vocación, es tristísimo que la recompensa que tengamos sea una suerte de medalla o de sueldo emocional, porque la carrera profesional, de hecho, es ridícula. Todo este sistema de salud se basa en la vocación. Pero no es solo cuestión de salarios. Es que además en otros colectivos sanitarios las bajas de compañeros se cubren, pero las nuestras no, y acabamos siendo la mitad de los que deberíamos en una unidad y teniendo que sacar adelante el mismo trabajo.

Esto pasa en distintas especialidades médicas pero ¿qué tenemos de especial los psiquiatras? Que además tenemos que soportar que ciertos colectivos por así decirlo buenistas o pseudomoralistas nos denigren, digan que somos torturadores... Estamos expuestos al escarnio de diferentes grupos que nos ponen como los malos de la película, como que ultrajamos a la persona enferma mental o coartamos su libertad por medicarlos. Nuestro trabajo es esencialmente médico, científico, pero hay movimientos no médicos, sin base científica, que se dedican a llevar la contraria a todo lo que es la medicina psiquiátrica. Incluso dentro de la psicología hay algunos grupos, corrientes, que recurren a una serie de teorizaciones acientíficas, basadas en lo subjetivo, que pretenden pescar en río revuelto: crear animadversión hacia lo científico, hacia la atención médica contrastada, para conseguir un hueco donde trabajar. Además, lo que dicen es muy comprable, porque sus pseudoteorías y sus pseudotratamientos dan la impresión de ser más fáciles, más alcanzables, de hacer sufrir menos... y eso es muy mediático, y cala muy bien entre algunos pacientes, aún más entre aquellos que no tienen una percepción real de su enfermedad. Es como ese señor catalán que anda por ahí diciendo que el cáncer se puede curar con el hipoclorito sódico. Suena mejor que pasar por quimioterapia, claro, pero es que no es verdad. Entonces hay enfermos con trastornos graves que compran ese discurso rápido y fácil, y el resultado es que dejan el tratamiento, se descompensan, y ya tenemos un problema tremendo con ellos, y a sus familias, destrozadas.

—¿Por qué hay esa demonización del fármaco, por qué a veces parece terrible tener que medicarse por un problema de salud mental?

—Evidentemente no todo el mundo lo ve tan terrible, porque si no no serían los fármacos más consumidos. Pero sí hay un cierto fariseísmo cuando se critica su uso. Puede ser por varias razones. Por una parte, hay pacientes con problemas leves que quizás podrían mejorar sin medicación, pero la medicación es más cómoda y rápida. Y la toman, y mejoran, y no se molestan en hacer cambios en su estilo de vida, cuando el objetivo es ese. Yo puedo recetar un ansiolítico en un momento puntual, cuando los síntomas te superan, pero el objetivo es que aprendas a manejar esa ansiedad, que hagas cambios en tu mente y en tu forma de vida para que puedas tolerarla, afrontarla. Si esto no se hace, se acomodan a la medicación, y luego les cuesta dejarla, porque al dejarla vuelven a sentirse mal porque no cambiaron las cosas que debían cambiar. Entonces es cuando echan pestes de los fármacos y les dicen a los demás que no los tomen, que no empiecen, porque luego no serán capaces de dejar los medicamentos.

Hay otro grupos de pacientes que no tienen conciencia de la enfermedad, no aceptan que están enfermos y entonces piensan ¿para qué necesito el tratamiento? Ven al psiquiatra como un tirano, que no sabe nada y que quiere medicarlos a la fuerza. Y como aún encima los fármacos pueden tener algún efecto secundario, hacerles sentirse más lentos, o tener algún temblor, pues hablan muy mal de la medicación, como si fuera un veneno.

Y luego están esos grupos acientíficos de los que hablábamos antes, que recogen todas esas quejas y hacen de ellas una doctrina en la que los fármacos son el demonio, cuando la medicación, como en cualquier dolencia, tiene su función. Porque el tratamiento solo psicológico se ha demostrado por métodos científicos que puede igualar a los fármacos en el tratamiento de alguna patología leve (aunque esas mismas investigaciones dicen que si se combinan fármacos y tratamiento, el resultado es mucho mejor), pero no en otros más graves. Entonces si tú odias los fármacos y lo que tienes es una ansiedad leve o una depresión leve, y quieres empezar probando sin fármacos, adelante. Pero fuera de esas dolencias leves, el tratamiento es imprescindible. Si tú tienes una esquizofrenia y no te tomas el antipsicótico, la enfermedad no va a ir bien, eso es así.

—En esa dificultad para dejar los fármacos vuelve a aparecer el problema de la falta de tiempo del psiquiatra para acompañar al paciente.

—Exactamente, esos 16-18 pacientes en una mañana te impiden acompañar al paciente en todo esto, enseñarle a manejar lo que le pasa, ayudarle a disminuir su vulnerabilidad, a mejorar el funcionamiento de su mente, y permitirle que tras el tratamiento el paciente vuelva a recuperar su independencia. Eso es trabajo del psiquiatra, pero no podemos hacerlo si no tenemos tiempo para ver a los pacientes porque nuestras agendas de consultas están saturadas.

—Existe en Galicia un tema preocupante del que se habla poco, la alta tasa de suicidios.

—Yo he participado precisamente en un programa de prevención de suicidio en la comunidad. La incidencia es especialmente alta en algunas áreas. En concreto, la provincia de A Coruña fue en el 2016 la tercera de España en número de suicidios detrás de Madrid y Barcelona. Lo cierto es que hay muchas teorías al respecto, pero aún poca ciencia, faltan investigaciones. Está claro que los programas de prevención tienen que ponerse en marcha ya. En Ourense llevan casi diez años trabajando con uno, y de unas cifras de 160 suicidios que podemos tener en A Coruña, ellos están en treinta y pocos. El programa puede tener algo que ver, seguramente. Pero también puede tener que ver el hecho de que tengan camas en las que ingresar a ciertos pacientes y tenerlos bajo supervisión unos días, algo que aquí no podemos hacer. Por eso hablaba de la importancia de tener recursos. Porque si vas a un dentista con un dolor de muelas, aunque no te pueda hacer un empaste, sí te quita la muela. Y desde luego, si tienes un tumor en la mandíbula, se te opera. Eso es lo que pedimos nosotros, poder intervenir al menos en esas cuestiones que estamos viendo que matan a mucha gente cada año. Mi instinto clínico me dice que si tuviéramos más armas, podríamos hacer algo.

—¿Los dispositivos de atención que tenemos son suficientes?

—Hay pocos y cuesta mucho crear nuevos. Hay unidades de psicogeriatría, de hospital de día... que están muy precarias, que no han crecido en años e incluso han ido a menos. Así las cosas, la creación de nuevos dispositivos de atención es inimaginable. En otras comunidades se están poniendo en marcha unidades de primeros episodios psicóticos (ya las hay en Navarra o el País Vasco, por ejemplo, en las que el psiquiatra puede ver entre tres y cinco pacientes en una mañana, puede tratarlos con frecuencia y ayudar a que ese primer brote no acabe condicionando toda la vida de esa persona, normalmente joven), unidades de fármacos complejos... que están dando resultados, y demostrando con hechos científicos que es posible dar una mejor atención y disminuir la gravedad de la enfermedad. Pero nosotros no tenemos esos recursos para tratar toda la patología grave como se hace en otros puntos del país.

—Hablaba también de carencias en la protección al paciente.

—Nuestros pacientes son poco funcionales, muchos tienen un trastorno mental grave que les hace muy difícil trabajar y suelen cobrar una pensión. Para mantenerse activos están condenados a acudir a una asociación de familiares a hacer algún tipo de actividad rehabilitadora ociosa, ya sea jugar un partido, hacer algo de informática... Y si ese paciente, pese a la dificultad, consigue un trabajo, pierde la pensión, y la red de seguridad que le supone. Así que la motivación es cero. Y nosotros lo que necesitamos es que el paciente se mantenga activo, esa es la mejor cura, el mantenerse activo, funcional. En el País Vasco, por ejemplo, si consiguen un trabajo y tienen una pensión por enfermedad por trastorno mental grave, la pensión no se les retira, cobran el sueldo y la pensión, con lo cual tienen una motivación para trabajar. Esto en Galicia es impensable, y eso lleva a los pacientes al inmovilismo, a quedarse aislados de la sociedad. Además falta una red de acompañamiento al enfermo mental. Lo que se hace es desde asociaciones de familiares o fundaciones que quieren colaborar.

—¿Reclaman además mejoras en el apoyo judicial?

—Es que ahora tenemos que esperar a que el paciente cometa un delito con responsabilidad penal para obligarle a tomar un tratamiento, a pesar de que podamos prever ya antes que va a haber problemas. En otras comunidades hay una protección judicial que permite decir usted tiene que tomar el tratamiento porque está demostrado por esto, por esto y por esto. Pero ahí vuelven a entrar las corrientes buenistas, diciendo que aunque el paciente no tenga conciencia de su enfermedad, debe ser libre de decidir si se medica. Es curioso, ¿si no tienes conocimiento de algo puedes decidir con libertad? Porque jurídicamente está claro que, por ejemplo, si un paciente con esquizofrenia se descompensa, entra en un estado de psicosis aguda, y comete un delito, no va a tener responsabilidad penal porque en ese momento no tenía la libertad de elegir sus actos. Sin embargo, quieren defender que sí tenía libertad para elegir el tratamiento. Esta falta de respaldo nos dificulta muchísimo poder defender la salud de nuestros pacientes. En Galicia hay un retraso importante en el apoyo judicial a la salud mental.