Juicio de Desirée: el guardia que analizó la escena del crimen dice que «solo queda la duda de si la madre mató a su hija en el suelo o en la cama»
GALICIA
La psiquiatra que trató a Ana Sandamil dice que «si hizo daño a la niña fue porque estaba mal aquella noche». La escena del crimen: sangre esparcida, ropa escondida e intentos de limpiar el rastro
10 feb 2022 . Actualizado a las 19:09 h.La cuarta jornada del juicio por el crimen de Desirée Leal comenzó con unos minutos de retraso, pero pronto cogió un ritmo endiablado. La primera persona que intervino fue una psiquiatra que trató a Ana Sandamil —madre de la niña y acusada de haber acabado con su vida el 3 de mayo del 2019—, el día siguiente al del suceso. La sanitaria explicó en su informe y ratificó en el juicio que la acusada se encontraba «en un estado que no se correspondía con la situación, estaba al borde del delirio, dudaba mucho». Confirmó que la acusada «no se arrepentía de haber intentado suicidarse tomando unas pastillas» y que «se quería morir».
La mujer tenía mucha ansiedad, según la psiquiatra, y no era capaz de explicar lo que había ocurrido aquella madrugada: «Me dijo que no sabía qué había pasado con su hija, y yo pienso que no era ni consciente de que había muerto, no se lo creía». Fue ella quien ordenó el ingreso de Ana Sandamil, ya que «vi que no estaba bien y decidí que era mejor que se quedase en el HULA».
La testigo se resistió a decir que Sandamil «sufría de delirios», ya que «para afirmar eso hay que tener en cuenta que una persona que delira suele expresarse con certezas, y ella tenía muchas dudas y balbuceaba».
La defensa de la acusada, que se agarra al estado mental de la acusada como posible eximente del crimen, le preguntó a la psiquiatra si su situación psicológica podría explicar el suceso. «Ella tenía una clara voluntad de quitarse la vida como reacción a la muerte de su hija», dijo la psiquiatra, aunque no aclaró por qué Ana Sandamil, si «no se creía» que Desirée hubiera muerto, trató de suicidarse a raíz del traumático evento.
«Llegó a decir que se intentó quitar la vida a raíz de la muerte de Desirée»
La que sí pareció dar respuesta a esta pregunta fue otra psiquiatra, la primera en atender a Sandamil en el HULA aquel 3 de mayo. «La madre llegó al hospital por un intento de suicidio por consumo de pastillas», comenzó su relato.
Entonces, fue cuando contradijo a su compañera: «Ella era totalmente consciente de que su hija había muerto. De hecho, llegó a decir que se había intentado quitar la vida a raíz de aquel fallecimiento». La doctora explicó que el trastorno desviante que le diagnosticó en un primer informe de urgencias se podría deber «a un evento traumático, como fue la muerte de su hija», por lo que este podría haberse producido a raíz de la muerte, y no con carácter previo.
«Ella se comportaba de una forma que no concordaba con la situación. Sonreía cuando no tocaba, estaba entre la realidad y la irrealidad... Pero estaba en un estado totalmente vigil y consciente», dijo. Sin embargo, ante la pregunta del abogado de la defensa sobre si Sandamil podía dar una declaración «cabal» en aquel momento, dijo que «no lo creía», y que «tenía la situación de la realidad alterada».
Un médico de urgencias que recibió a la madre en el hospital lucense aquel día pareció inclinarse más por esta versión. «Llegó en estado de consciencia plena, vigil. De hecho no necesitó ni medicación ni ventilación. Estaba totalmente conectada con la realidad», explicó. En su opinión, la madre de Desirée Leal «era plenamente consciente de lo que había pasado, varias horas después de que hubiera muerto su hija». La acusada, según él, le explicó que «la botella con medicamentos la había preparado para ella, pero que terminó por intentar quitarse la vida consumiendo diez pastillas directamente, no bebiendo ese líquido».
«La madre estaba en un estado neurológico ideal para ser sometida a un examen psiquiátrico»
Otra sanitaria de urgencias del hospital, que atendió a Sandamil el 4 de mayo, día siguiente del crimen, explicó que la madre «estaba en un estado físico y psicológico óptimo», y que «era el estado ideal para un análisis psiquiátrico». Ella solamente trató de buscar lesiones orgánicas a raíz del consumo de pastillas, y no incidió en la historia para «no entorpecer el posterior trabajo de los psiquiatras y hacer emocionarse a la paciente de forma innecesaria, por ejemplo».
Afirmó, eso sí, que mostraba erosiones en los brazos, en el hombro y en las uñas, a lo que Sandamil le contestó que se debían a «tareas del día a día, golpes accidentales o incluso una manicura». En resumen, explicó que «la situación neurológica de la paciente era la ideal; respondía a las preguntas coherentemente y se mostraba colaborativa».
Días más tarde, la atendió otra sanitaria. Estuvo presente el 29 de mayo del 2019, cuando la Guardia Civil le comunicó que pasaría al módulo de custodia debido a su posible implicación con el crimen. «Su reacción fue inexistente cuando le comunicaron que ingresaría en prisión. Esto puede indicar dos cosas: o que ya sabía que aquello iba a ocurrir, o que tenía un cuadro psicótico importante», afirmó ante el jurado.
El testimonio de la psiquiatra que le hizo seguimiento desde su ingreso hasta que le dieron de alta, fue especialmente duro para las acusaciones. Esta facultativa llegó a decir que «la madre tenía un trastorno psicótico claro», y que «unas veces asumía que su niña había muerto, pero en otras decía que seguía viva y que todo era un plan del padre de Desirée para llevársela, y que la estaba engañando». La sanitaria dijo que una forma de protegerse durante un duelo así por parte de las personas que sufren un trauma así es «negar esa dolorosa realidad».
«Ella tenía una cuadro psicótico y tenía la realidad alterada», dijo la psiquiatra. Trató con Ana Sandamil durante varias semanas, y confirmó ante el tribunal que «tardó bastante en hablar de forma fluida sobre qué le había pasado a su hija». Frente a ella, repitió la versión que le dijo a los policías, centrada en que encontró a Desirée muerta al despertar. La versión que sí cambió fue con respecto a la botella con trazodona: «A veces decía que lo había preparado hacía tiempo para suicidarse, y otras veces decía que era poca disolución para tomarlos si no podía dormir».
Explicó que dentro de ese trastorno puede haber momentos de lucidez, y que los delirios no son constantes. Confirmó que fue la primera que identificó claramente un cuadro psicótico, ya que la médica de cabecera de Sandamil no la diagnosticó meses antes de la muerte de Desirée, cuando acudió a su consulta.
Su trastorno era «severo» y lo padecería también la noche de los hechos
La facultativa, que conocía con detalle todos los episodios indicativos de esta supuesta psicopatía (viaje a Cabárceno sin planificación, que escuchaba voces, la manía persecutoria), afirmó que «nunca creyó que Ana me pudiese estar mintiendo». Afirmó que no se le realizaron los test de comprobación de una «simulación de amnesia y psicopatía», como preguntó la acusación, pero también dijo que es «común» en una situación de duelo el «no asumir un fallecimiento», y que eso, por si solo, «no es un síntoma de un trastorno psiquiátrico». Finalmente, explicó que Sandamil siempre dijo que era «una sensación» suya que su hija siguiese viva, y no una certeza falsa que ella creía como verdadera. «No tenía una certeza delirante. Ella aceptaba que lo que pensaba podía no ser real», añadió.
La frase más demoledora de su testimonio fue tras una pregunta de la defensa:
— «¿Cree que Ana le pudo hacer daño a su hija?»
— «Creo que, si le hizo daño, es porque Ana estaba mal. Hasta creo que pudo llegar a no reconocer a su hija, pero no puedo asegurar nada porque la paciente no me dijo nada de eso claramente; es solo mi opinión».
Confirmó, además, que su trastorno psicótico era «severo», y que «la noche de los hechos podría padecer ese mismo nivel de psicopatía».
«Vino a la consulta en marzo a decirme que estaba mucho mejor y que quería dejar el tratamiento»
Volvieron las discrepancias entre las diferentes sanitarias con la comparecencia de la médico de familia que trató a Sandamil en los meses previos a la muerte de la niña. En su turno, declaró que «Ana vino a la consulta a pedir un tratamiento para dormir mejor, porque tenía mucho estrés derivado de una mala experiencia en el curso en el que estudiaba. Decía que tenía insomnio, y yo le receté la trazodona para que durmiese mejor».
Explicó también que «fue ella misma quien me pidió un tratamiento», y negó la versión del letrado de la defensa, que decía que la acusada era reacia a medicarse. La vio en cuatro ocasiones, siendo la última de ellas una consulta en la que «ella vino a decirme que estaba mucho mejor, que iba a empezar a trabajar, y que quería dejar la trazodona». La actitud positiva de Sandamil no se corresponde con el supuesto trastorno psicótico que ya tendría en aquel momento, según dijo anteriormente la psiquiatra del HULA que le hizo seguimiento. El estado mental de la acusada, según la sanitaria, «era totalmente normal», ya que «incluso llegó a criticar la actitud con la que se había enfrentado a aquel episodio de estrés, diciendo que debería haber reaccionado de otra manera». Esto, según la declaración de la médico, «no se corresponde, para nada, con una persona con un cuadro psicótico delirante».
Tras esta intervención, el juicio volvió atrás en el tiempo. Concretamente, hasta el 3 de mayo del 2019, el día de la muerte de Desirée. Comparecieron, de forma consecutiva, dos sanitarios. Ambos habían acudido al domicilio en el que había muerto la niña. «Intentamos reanimarla nada más llegar, pero fue imposible», empezó relatando el médico. Fue él quien acompañó a una sanitaria, que declaró durante el segundo día del juicio.
Durante su su turno, explicó que «vi claras heridas en la boca de la niña. Tenía sangre en el paladar y en la faringe, dos indicadores evidentes de una muerte por asfixia o, en todo caso, por un problema digestivo», afirmó. «También vi sangre en un calcetín, en la ropa de la niña y en una almohada. Incluso en el suelo, y me pareció que había marcas de arrastre, como si hubieran intentado limpiarla», añadió.
La reacción de Ana Sandamil a las maniobras de reanimación de su hija (que llevaría «entre una y tres horas muerta») fue «muy pasiva», concluyó. El segundo sanitario que compareció este jueves no aportó demasiadas novedades a la investigación. Dijo «no haberse fijado en si la niña tenía sangre o no», ya que «estaba concentrado en las tareas de reanimación».
«Solo me queda una duda: si la madre mató a la niña en la cama o en el suelo»
La poca concisión de su testimonio chocó frontalmente con la historia que contó el siguiente testigo. Se identificó ante el jurado como el encargado de las dos inspecciones oculares que se realizaron en el escenario del crimen. El guardia civil formaba parte en el momento de los hechos de la unidad del laboratorio de criminalística del Instituto Armado. Su testimonio fue claro, categórico y sin contradicciones. Una por una, fue describiendo todas las pruebas que encontró en aquella habitación, y que le hicieron llegar a la conclusión de que «la madre de la pequeña le produjo una muerte violenta».
La mejor muestra de la seguridad que mostraba el agente con respecto a su análisis fue que, al ser preguntado por la fiscal si tenía alguna duda sobre qué había pasado allí aquel día, él contestó: «Sí. No tengo claro si la mató en la cama o en el suelo».
El relato fue estremecedor. El guardia explicó con muchísimo detalle como encontró las salpicaduras del líquido contaminado que la madre habría preparado para suicidarse en las paredes del cuarto, «algo que, a mi parecer, deja claro que intentó que la niña se lo bebiera y la pequeña se resistió, zarandeando la botella y manchando la pared». Él fue el único encargado del análisis de la escena por parte de la sección de criminalística. Tuvo que volver al día siguiente al de los hechos, ya que «el primer día no fui preparado para analizar la escena de un crimen violento, porque la llamada había sido a raíz de una supuesta muerte accidental por intoxicación medicamentosa».
Quiso incidir en un hecho concreto: la búsqueda del pijama de Ana Sandamil. Durante su turno de declaración, contó que uno de sus compañeros fue inmediatamente a la casa para buscarlo cuando se dieron cuenta de que no lo habían localizado en un primer momento. «Pensamos que lo habrían recogido los agentes que atendieron a la madre, pero nadie sabía dónde estaba. Lo considerábamos una prueba vital de un posible asesinato, así que mi compañero se trasladó a la casa a por él. Lo encontró bajo la cama, en un pequeño hueco. Para mí, ahí había habido un claro intento de ocultarlo. Si se me muere un familiar, lo último en lo que pienso es en meter mi ropa ahí. Yo es que ni me hubiera cambiado, vamos», sentenció.
El pijama de Ana Sandamil tenía sangre de Desirée en la zona del pantalón. «Esto se corresponde a la perfección con la hipótesis del asesinato, ya que la colocación del cuerpo de la madre en caso de haber asfixiado a la niña hubiera provocado esas mismas salpicaduras de sangre», terminó.
Buscaron la estricnina en 14 ocasiones
Un compañero suyo de la Guardia Civil había comparecido justo antes. Era un agente de la sección de Policía Judicial, especialista en informática. Explicó que, al analizar los dispositivos requisados a la madre de Desirée (dos móviles, una tableta y una tarjeta SIM), un detalle en concreto le llamó la atención. «Me llevó tres meses analizar toda aquella información. Un día, me encontré con una búsqueda rara en la tableta de la acusada. Se había buscado el término 'estricnina' en, al menos, 14 ocasiones. Alguien investigó, por ejemplo, leyendo un artículo en el que se hablaba de intoxicaciones en niños por consumo de este matarratas. Supusimos que quien lo buscó fue la madre, aunque no tenemos la certeza», afirmó.
Con las declaraciones de los dos guardias civiles terminó el cuarto día del juicio. El viernes, que será el último en el que comparezcan personas ajenas a las partes, verá pasar frente al jurado popular que decidirá el destino de Ana Sandamil a seis guardias civiles, a tres facultativos y a nueve peritos. El lunes último día del juicio, será el turno de las conclusiones de las partes y de la deliberación del jurado.
El padre de Desirée: «Fue muy duro ver las imágenes del cuerpo de mi niña»
El padre de Desirée, José Manuel Leal, ha dicho este jueves a las puertas de la Audiencia Provincial de Lugo, donde prosigue el juicio por el asesinato con alevosía de su hija, que la jornada de este miércoles-la tercera de la vista oral- fue un día «muy duro», porque se exhibieron las fotografías del cadáver de la pequeña. «Fue muy duro ver las imágenes de mi niña. El estado en el que estaba», comentó el padre, «y después decía la abuela que estaba dormidita y con la boca cerradita» en su cama.
«Ver esas fotografías», añadió, «para un padre, para un ser humano, tenga o no niños», es «para venirse abajo», porque te dejan «sin palabras». José Manuel Leal aseguró tener «muy claro» que los abuelos de la niña están mintiendo para encubrir a la madre y única investigada por el asesinato con alevosía de Desireé, Ana Sandamil.
En cuanto al testimonio de los agentes de la Guardia Civil que llevaron la investigación, ha opinado que ha sido muy relevante. «Declararon culpable a la presunta asesina, que está siendo juzgada», concluyó.