La fatalidad de la víctima 80, el hombre excluido de la lista de fallecidos del Alvia

Pablo González
pablo gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Antonio Casares, la víctima 80 del accidente del Alvia, con su mujer, Rosa María Nicolás, que murió en el descarrilamiento
Antonio Casares, la víctima 80 del accidente del Alvia, con su mujer, Rosa María Nicolás, que murió en el descarrilamiento

Sus hijos, que también perdieron a su madre en el accidente, cobrarán el 90 % de la indemnización por fallecimiento. Pero quieren un reconocimiento moral

28 jul 2024 . Actualizado a las 13:49 h.

Antonio Casares Masas sobrevivió 73 días a la muerte de su mujer, Rosa María Nicolás, en el accidente del Alvia. Pero habría preferido irse con ella. No encontraba sentido a la vida sin su compañera de tantos años. Mientras estaba ingresado recuperándose de las graves heridas que le causó el descarrilamiento, sus familiares sabían que el golpe más duro estaba por llegar. Y no se atrevían a decírselo. «No la encontraron», le explicaron cuando apenas llevaba unas horas en el hospital. Pero era difícil engañarle y solo interpretando las miradas sabía que le esperaba la peor noticia de su vida.

Cuando finalmente se enfrentó a esa realidad, la tristeza se sumó a las heridas físicas del accidente y a la leucemia que tenía desde hace seis años. Y lentamente comenzó un declive que desembocaría en su fallecimiento por paro cardíaco el 5 de octubre del 2013, a los 82 años. Sus dos hijos, Antonio y Rosalía, iniciaron los trámites para que el juez que instruía el caso Alvia reconociera a su padre como la víctima mortal número 80 del accidente ferroviario de Santiago. Un informe forense posterior concluyó que el politraumatismo causado por el descarrilamiento había agravado la leucemia linfocítica que padecía, pues lo debilitó fatalmente. El análisis forense reconocía a Antonio como una víctima mortal indirecta del accidente y el juez instructor lo incluyó en la lista de fallecidos. Ya era la víctima 80.

Sus hijos declararon en el juicio, pero lo que no se esperaban fue la sorpresa que encerraba la sentencia. «La condena a los dos acusados era por 79 homicidios por imprudencia grave. Faltaba uno. Enseguida pensamos que podía ser Antonio», explica su cuñado, Óscar Nicolás. Tardaron muy poco en confirmarlo. La jueza lo justifica en que las lesiones sufridas en el accidente «no provocaron su fallecimiento, ocurrido 73 días después como consecuencia de la grave enfermedad que padecía y que ya se encontraba en una fase avanzada antes del accidente, pero sí provocaron un debilitamiento de su estado de salud que pudo favorecer que el desenlace cierto del fallecimiento al que llevaría esa enfermedad en un período relativamente corto de tiempo, se hubiera anticipado».

Estas circunstancias se tienen en cuenta en la indemnización a sus hijos. Pero a través de un cálculo un tanto kafkiano. Se basa en el pronóstico de supervivencia medio de los enfermos de este tipo leucemia con el estado clínico que presentaba Antonio. La esperanza de vida es de 24 meses, es decir, 730 días. Como falleció 73 días después del accidente, «perdió el 90 % del tiempo de vida que le restaba», se asegura en la sentencia. Por tanto, sus hijos percibirán el 90 % la cuantía prevista en el baremo en caso de fallecimiento de una víctima mayor de 80 años.

No se trata por tanto de un problema económico, pues apenas hay diferencias relevantes en la compensación. Su hijo Antonio asegura que su familia aspira al «reconocimiento moral», que se materializaría en que forme parte de la lista de víctimas mortales en el que figura desde el principio su madre. Que estén juntos, pues iban juntos en ese tren. «El accidente aceleró su muerte», constata, al tiempo que recuerda que el factor psicológico de perder a su mujer de esa forma también fue determinante. «Se le quitaron las ganas de vivir», dice.

Posible recurso

Su abogado, Óscar Hernández, espera las instrucciones de la familia para ver si recurre la sentencia para que Antonio Casares vuelva a ser la víctima número 80 del accidente de Angrois, aunque tal vez el proceso no sea fácil. Pero también es verdad que un homicidio por imprudencia más no tendría ningún efecto en las penas de los dos condenados, el maquinista y el exdirector de seguridad del ADIF. Tampoco las aseguradoras tendrían reparos por el impacto económico de este reconocimiento, pues no supone mucho dinero. Pero será un episodio más en este periplo de sufrimiento. Se retrasará el momento en que esta familia pueda pasar página. Aunque están satisfechos con la sentencia porque condena al responsable del ADIF, la alegría no es completa. Su padre sigue en una especie de limbo, en el que el sufrimiento es sometido al cálculo matemático. «Es verdad que la forma de calcular la indemnización es curiosa. Pero son las fórmulas de un baremo que se utiliza para objetivar los daños en las personas. Aunque al final se convierte en algo mecánico», asegura Óscar Hernández. Para la familia, no hay números ni cálculos que sirvan para medir un sufrimiento que se ha prolongado durante más de once años.