Una anomalía histórica en la política gallega que Alfonso Rueda no descarta revertir

Manuel Varela Fariña
Manuel Varela REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Manuel Fraga y su responsable de comunicación, Alfonso Cabaleiro, en una reunión del Consello de la Xunta en el 2003.
Manuel Fraga y su responsable de comunicación, Alfonso Cabaleiro, en una reunión del Consello de la Xunta en el 2003. ALVARO BALLESTEROS

La Xunta es el único gobierno autonómico que no ha tenido un consejero portavoz en más de treinta años

17 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Salvador Illa presidió el pasado martes la primera reunión de su nuevo Gobierno de la Generalitat. Para dar cuenta ante los medios de los asuntos tratados entre los consejeros catalanes, el encargado de hacerlo no fue el dirigente socialista, sino que delegó —como seguirá haciendo semanalmente— en su portavoz, Sílvia Paneque. La constitución del último gobierno autonómico, tras cerrarse el vasco hace poco más de un mes, descubre una de las rarezas todavía vigentes en la política gallega: la ausencia de la figura de un portavoz de la Xunta.

Las dieciséis comunidades autónomas restantes han contado siempre con uno. Hoy lo hacen todas a excepción de Cantabria, donde la nueva presidenta regional, la popular Sáenz de Buruaga, decidió prescindir el año pasado de un puesto que en el anterior Ejecutivo ocupaba Pablo Zuloaga, líder de los socialistas cántabros. Aquí reside una de las claves de la existencia de las portavocías autonómicas, ya que allá donde existen bipartitos, la persona que ostenta este puesto lima posibles asperezas partidistas entre los socios de gobierno para mostrar un perfil de consenso.

Parapeto o ariete

Un caso práctico sucedió con el Gobierno central en la anterior legislatura, cuando la creciente tensión entre los ministros de PSOE y Podemos en sus reuniones semanales quedaba después rebajada por parte de la entonces portavoz, Isabel Rodríguez.

En los gobiernos monocolor, esta responsabilidad no solo permite evidenciar jerarquía en el escalafón, sino también servir de parapeto al presidente ante crisis eventuales o ataques desde la oposición. También en sentido inverso. La madrileña Isabel Díaz Ayuso emplea al consejero Miguel Ángel García Martín como ariete contra el Gobierno central; y, en Andalucía, Juanma Moreno Bonilla tuvo en su momento a Elías Bendodo para ejercer esa ofensiva contra sus rivales parlamentarios.

La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, y su portavoz, Miguel Ángel García Martín.
La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, y su portavoz, Miguel Ángel García Martín. Daniel Gonzalez | EFE

En el caso de Galicia, lo más próximo a esta figura es el portavoz parlamentario popular, Alberto Pazos, con un perfil más combativo ante la oposición que el de su predecesor, Pedro Puy, ahora diputado en el Congreso. Pero no hay nada similar en el Gobierno gallego, más aún tras la supresión de las dos vicepresidencias que mantuvo Alfonso Rueda tras acceder a la jefatura de la Xunta tras la marcha de Alberto Núñez Feijoo a mitad de mandato.

Nueva creación

Él mismo había asumido, como número dos de Feijoo, su rol en el Consello cuando se ausentaba. En la presente legislatura, el conselleiro de Presidencia, Xustiza e Deportes, Diego Calvo, ya desposeído del cargo de vicepresidente primero, desempeñó en una única ocasión esta tarea.

En la remodelación del Consello tras las elecciones de febrero que dejó una estructura de gobierno horizontal, sin vicepresidencias, Alfonso Rueda sí sopesó la creación de una portavocía, pero fue algo que finalmente terminó desechando. Fuentes del Ejecutivo gallego confirman, a pesar de ello, que esa opción todavía sigue abierta para el futuro.

El nombramiento de un portavoz terminaría con una excepcionalidad que se ha extendido en los sucesivos gobiernos gallegos desde Gerardo Fernández Albor. Los hiperliderazgos de Manuel Fraga y Alberto Núñez Feijoo dejaron esa figura sin espacio, a excepción de Vázquez Portomeñe con el primero entre 1990 y 1993.

A pesar del presidencialismo en la etapa de Fraga, sus conselleiros acaparaban también altas cuotas de protagonismo. Destacó en este ámbito Xesús Pérez Varela, que en 1990 había absorbido las competencias absolutas sobre relación con los medios de comunicación y el control del gabinete, llegando a escoltar al presidente popular, e incluso intervenir ante los periodistas para ofrecer asuntos menores aprobados tras la reunión del Consello de la Xunta.

Las mismas tareas pasaron a desempeñar después otros altos cargos. Primero lo hizo Jesús Parga, en 1997, cuando Pérez Varela fue nombrado conselleiro de Cultura. Algo parecido sucedió con Alfonso Cabaleiro en el 2003, en la última etapa de Manuel Fraga como presidente. Él compareció, por ejemplo, para informar sobre el estado de salud del dirigente popular tras sufrir una indisposición. Cabaleiro regresó a este puesto tras el bipartito, recuperado por Alberto Núñez Feijoo, hasta que lo sustituyó por Mar Sánchez, con un perfil institucional mucho más discreto y hoy diputada del PP en el Congreso, todavía escoltando al líder popular.