
Es uno de los dulces más característicos de la capital asturiana. De los obradores de Rialto salen cada año unos tres millones de unidades. Su éxito se basa en la elaboración a mano, una a una, con una receta que ha pasado por cuatro generaciones. La marca, en pleno proceso de expansión, está ya presente en 80 puntos de venta en toda España.
03 jul 2016 . Actualizado a las 14:36 h.Son uno de los símbolos gastronómicos de Oviedo: las moscovitas. Un dulce hecho a base de almendra, nata, azúcar y chocolate, y cuyo éxito radica «en una cuidada elaboración, a mano y una a una». Así lo explica el gerente de Rialto, Francisco Gayoso, la confitería de cuyos obradores salen al año unos tres millones de moscovitas.
Hace cuatro años, Gayoso, que es ya la cuarta generación de la familia a la que Asturias y toda España debe las moscovitas, puso en marcha un plan de expansión para llevar su producto más allá de las fronteras del Principado. El éxito ha llegado y, además de sendas confiterías en Oviedo y Madrid, la marca tiene otros ochenta puntos de venta en España. De ellos, una decena se ubican en Galicia, repartidos en las cuatro provincias.
Los orígenes de Rialto están en el bisabuelo de Francisco Gayoso, del mismo nombre, que tenía una confitería en Luarca. Su hijo -abuelo del actual gerente- decidió llevar el negocio a Oviedo en el año 1926 y su nieto apostó por abrir un segundo establecimiento propio en Madrid. Es el bisnieto el que se ha embarcado en la apertura de corners y puntos de venta en las capitales españolas.
El secreto
Y el secreto de las moscovitas, ¿sigue a buen recaudo? «Durante años, el recetario se guardaba bajo llave y pasaba de maestro pastelero a maestro pastelero. Ahora, ya no hay tal secreto, porque por cuestiones de seguridad alimentaria hay que declarar a diferentes organismos los ingredientes». Gayoso reconoce que existen copias de las moscovitas en otros establecimientos pero las auténticas tienen su secreto: «Utilizar una materia prima de primera calidad y hacerlas a mano, bañarlas en chocolate una a una».
Lo que no desvela es el origen del nombre: «No está muy claro. Aparece así en el recetario de un maestro pastelero que había trabajado con Alfonso XIII y que después colaboró con mi abuelo. Otra historia habla de un pinche que había estado en Rusia. Lo único seguro es que fue mi abuelo el que registró el nombre».