Dans le noir? es una cadena de restaurantes en los que los camareros invidentes guían a los comensales en una experiencia sin luz que pretende sensibilizar e integrar.
02 oct 2017 . Actualizado a las 19:08 h.Dans le noir? «es más que un restaurante, es una experiencia humana y sensorial», en la que los comensales se sumergen en la más absoluta oscuridad y son camareros invidentes quienes les sirven y guían, un proyecto implantado en varios países para sensibilizar sobre la ceguera y favorecer la inserción laboral.
«¿Quien mejor que un ciego para servir una cena a oscuras?», defiende Maité Sutto, directora de los locales de Barcelona, con ocho años de trayectoria, y del recién inaugurado en Madrid, que se suma a los de París -donde todo comenzó en 2004-, Londres, San Petersburgo (Rusia), Aukland (Nueva Zelanda) y Nantes (Francia), además de los que abrirán en Melbourne y Burdeos.
Las cenas a oscuras eran un recurso de las asociaciones de ciegos para sensibilizar a las familias y allegados, pero Edouard de Broglie, fundador de Dans le noir?, y el empresario invidente Etienne Boisrond decidieron dar un paso más allá para convertirlas en un modo de crear empleo para discapacitados visuales.
Con ese afán, han hecho de Dans le noir? la primera cadena de restaurantes del mundo en la que se come totalmente a ciegas y servido por camareros invidentes o discapacitados visuales.
«Queremos demostrar que se puede integrar en el mundo laboral a personas discapacitadas por sus capacidades», explica Christophe Sutto, marido y socio de Maité. Daniel Campallo es uno de ellos. Tiene 26 años, sólo un 15 % de visión y éste es su primer empleo. «En España tenemos un convenio con la ONCE y nosotros nos encargamos de formarles como camareros porque ninguno tiene experiencia. ¿Conoces muchos camareros invidentes?», explica Sutto.
Ninguno hasta ahora. Pero Campallo se convierte en el mejor guía, en los ojos del comensal en la total oscuridad en la sala de su restaurante de Madrid, a la que no se puede llevar ningún objeto que desprenda luminiscencia, por mínima que sea. «Si me necesitáis, llamadme por mi nombre. No levantéis la mano porque no la veré», bromea.
El camarero pide a los clientes que no se levanten durante la cena para evitar tropiezos y que no alcen la voz, «porque a oscuras se tiende a gritar», guía sus manos hasta sus respectivas sillas, indica dónde están los cubiertos y la servilleta y va sirviendo platos y bebidas.
La propuesta gastronómica corre a cargo del gallego Manu Núñez, concursante de la pasada edición de «Top Chef», quien ha diseñado tres menús distintos en cantidad de platos y precios cuya composición no es desvelada a los clientes, ya que se busca que jueguen intentando averiguar qué están comiendo.
«Fue un desafío exigente pero bonito», reconoce el cocinero, que quiere que «nadie quede indiferente y sienta una Galicia viajera en el paladar». Los menús, basados en producto fresco y que cambian cada temporada, «juegan con las texturas, los sabores y matices potentes», «con referencias que desaparecen o se transforman dando lugar a una experiencia muy divertida».
Adivinar lo que se come y lo que se bebe es «todo un reto». «Nueve de cada diez personas son incapaces de distinguir el vino blanco del tinto o del rosado», comenta divertida Sutto. Al salir a la cegadora claridad de la recepción, una vez que la vista se ha habituado a la luz, se les enseñan fotografías de todos los platos y se explican sus ingredientes.