Del salmón en papillote a una macedonia de frutas, pasando por un intento de poké. Estas recetas no te convertirán en un dios de la cocina, pero salvarás los muebles preparando una cena rápida o el aperitivo de una comida familiar

Laura G. del Valle

Los millennials más vetustos no cesan en su empeño de seguir conductas que avalan, desde luego, que los treinta son los nuevos veinte. Se afanan haciendo maratones de series de instituto, el afterwork es la excusa fina que utlizan para irse de cañas entre semana y los festivales se han convertido en su nuevo todo incluido en Lanzarote. Pero si en algo se han quedado anclados infinidad de treintañeros es en eso de seguir viendo la cocina como territorio hostil. Por mucha matraca que den los gurús derealfooding con la alimentación saludable, ganan los que siguen tirando de sopas de fideos chinos, pizzas listas para meter al microondas y baritas de merluza que debieron pasar a mejor vida una vez se rebasa el primer lustro de vida. Pero como convertir a un glovoinómano en un maestro de los fogones es más difícil que ver a Fani respetar a Christofer en La isla de las tentaciones, dejamos, para quien quiera recoger la pelota, treinta platos sencillos que salvarán la vida de esos (ya no tan) jóvenes que crecieron al ritmo de Bom Bom Chip. Y como diría Xusa: «Es la hora de empezar».

Ensalada César. El Suiza de los platos. A los más healthies les conquista porque no deja de ser un plato repleto de verde que, sin la salsa, cumple con los cánones de la vida sana, con la crujientísima licencia de los picatostes. A los que suelen tirar de comida basura, les permitirá tener la conciencia a raya aunque llenen el plato hasta rebosar de salsa césar (un mézclum de anchoas, yema de huevo, zumo de limón, algo de ajo, mostaza y aceite de oliva). Y como las variantes son múltiples, si queremos mandar la dieta a Cuenca podemos incluir en la receta bacon y pollo frito. 

Revuelto. Poco ducho hay que ser para que uno se ponga nervioso con esta receta. Además es perfecta para aprovechar restos que tenemos en la nevera: un par de trigueros, unos champiñones, espinacas, esa punta de calabacín a punto de morir o directamente una lata de atún. Para que un revuelto quede jugoso lo mejor es echar los huevos directamente a la sartén (que tendrá un poco de aceite) y empezar a remover a fuego medio fuerte. Algo de leche le aportará cremosidad.

Espaguetis boloñesa. Antes de que se echen las manos a la cabeza los italianos debemos recordar que esta lista incluye platos resuelve que se parecerán, intentaremos que lo máximo posible, a la versión original. En este caso para la salsa, que entendemos que puede ser lo más complicado de la elaboración, es importante pasar del tomate frito e intentar hacerse con un bote de tomate concentrado (no es para tanto el drama). Carne picada, cebolla, zanahoria, apio, vino blanco, agua y, nosotros recomendamos también ajo, harán el resto. En el fondo la única dificultad es tratar de que no se quemen los productos en la olla y... dejar que se vayan haciendo.

Filete de pollo a la plancha: Soluciona una comida rápida al mediodía o una cena si estamos cansados. Vuelta y vuelta si es fino y, si no, lo dejamos tres minutos de cada lado para que no quede crudo por dentro. Como acompañante, unos ñoquis y unas verduritas pueden ser una alternativa diferente que le dé gusto a este plato que, no nos vamos a engañar, no es tampoco una fantasía.

Sándwich mixto. Para que quede rico es importante echar mano de un buen queso de barra y abandonar esos sucedáneos light. Este no es su momento (en realidad casi ninguno). Tener la sartén a punto con mantequilla, que le dará un toque jugoso, y disfrutar, es todo lo que hace falta. Si ya convertimos este tentempié en un 3 en 1 con un huevo frito será un manjar de dioses.

Arroz a la cubana. O lo que en España solemos llamar arroz a la cubana: huevos fritos con arroz y salsa de tomate y, si se tercia, una salchicha. Aunque el plátano frito está buenísimo no todos se atreven con él, así que vayamos a lo sencillo. Para hacer los huevos lo mejor es no tenerle miedo a la faena. U optar por poner muy poco aceite y prepararlos a la plancha. En cuanto al arroz hay una ley que nunca defrauda: echa el doble de agua que de arroz en una olla y no pongas el fuego al máximo para que no se pase. Infalible. 

Crema de verduras. Podemos optar por la versión fácil, pero sosa. O la que requiere algo más de destreza, y es mucho más sabrosa. En caso de elegir la primera alternativa solo tendremos que cocer las verduras que nos interesen (o que tengamos en casa) y batir. Si nos quedamos con la segunda opción primero podemos dorar cebolla o ajo (o las dos) para darle gusto al plato y, a continuación, sofreímos el resto de verduras un par de minutos. Añadimos agua y, de nuevo, batimos. En embos casos un par de quesitos le darán cremosidad, o incluir patata en la mezcla.

Gambas a la plancha. Pelar y pasar por la plancha vuelta y vuelta. Poco más requiere esta receta que no sea acordarse de salar el crustáceo. Con las cabezas y la piel de las gambas, eso sí, podemos preparar un fumet riquísimo para cuando superemos esta fase de amateurs.

Ensalada Caprese. Un primer plato muy resultón que además es saludable. Tomate, queso fresco y albahaca. Perfecto si ya se acompaña de un buen chorretón de aceite oliva de calidad.

Guacamole. Imprescindible acertar con el punto del aguacate. La cáscara debe hundirse ligeramente al tocarlo, pero no quedar ahuecada. Vamos ahora con la receta. Lo primero es cortar el aguacate muy pequeñito justo cuando vayamos a consumir el guacamole, para que no se oxide; al estar maduro acabará quedando como una masa. Ahora cortamos medio tomate maduro (por cada unidad de aguacate) y un cuarto de cebolla. Removemos y sazonamos. Un chorrito de limón, tabasco (si gusta el picante) y cilantro resuelven la ecuación.

Salmón en papillote. Si el pescadero te corta unas rodajas de salmón ya es solo coser y cantar. Una vez tenemos papel de horno o de aluminio incorporamos el pescado con las verduras que nos apetezca acompañarlo y un chorrito de aceite con un poco de vino blanco. Hacemos un paquete y a calentar. 

Cuscús con verduras. Lo bueno de esta receta es que es la alternativa perfecta para aquellos que tienen miedo a operar con el arroz. Solo con hervir agua en un cazo y volcarla sobre el bol de cuscús y prácticamente lo tendremos preparado. Un sofrito de verduras, se mezcla todo, le añadimos especias (comino y curry, por ejemplo), y tendremos una cena perfecta.

Sopa de fideos. Ponemos a hervir zanahoria, puerro, cebolla, nabo y una punta de jamón. Bajamos el fuego y dejamos que se haga, al menos, media hora. Incorporamos los fideos un par de minutos antes de servir.

Quiche: Sofreímos cebolla, espárragos trigueros y calabacín. Y por otro lado batimos cuatro huevos y le incorporamos 400 ml. de queso fresco batido y un chorrito de nata; salpimentamos esta mezcla e introducimos las verduras. Ahora añadimos el queso que más nos gusta (el San Simón es una buena opción) y taquitos de jamón serrano. Volvemos a mezclar, lo ponemos en un recipiente, y al horno unos 40 minutos. 

Pasta carbonara. Para triunfar con este plato lo más importante es tener el discurso bien aprendido: la carbonara nunca lleva nata. Si no tenemos guanciale, que es realmente la carne que lleva este plato italiano, podemos cometer el sacrilegio de añadir panceta. Hay quien le añade champiñones, que tampoco es muy ortodoxo, pero reconocemos que le da un toque.

Ensaladilla rusa. Dice Chisco Jiménez, propietario del Culuca, local venerado por los amantes de la ensaladilla herculinos, que solo le pone patata, zanahoria, aceitunas, atún y mayonesa. Nada de guisantes ni pimientos. Para él es básico que la mayonesa esté especialmente apetitosa, y para eso la prepara con aceite de girasol. Y ni rastro de vinagre o limón.

Albóndigas. Pese a que muchos temen enfrentarse a esta elaboración, si uno tira de reminiscencias escolares con la plastilina le saldrán a la primera. Si mezclamos carne picada con huevo, ajo y perejil y una vez tenemos las bolas hechas las doramos en la sartén, no será con nota, pero aprobaremos.

Calabacines rellenos. Partimos el calabacín por la mitad y le quitamos la carne (reservando la piel, que hará luego de recipiente), que sofreiremos con los ingredientes que más nos gusten. Está muy rico con cebolla y ajo, salsa de tomate, y atún de lata. Cuando lo tengamos listo se lo incorporamos a la parte exterior del calabacín y directo al horno con un poco de queso rallado.

Macedonia. Si no nos atrevemos con la repostería esta puede ser una buena alternativa si tenemos el menester de llevar un postre a una comida formal. Consiste en, sorpresa, cortar fruta (que incluya algún ingrediente almibarado) y juntarla. A partir de ahí le podemos añadir zumo de naranja y azúcar y unas hojas de menta.

Pisto manchego. Pochamos en trozos pequeños el calabacín, pimiento verde y rojo, cebolla y ajo (berenjena opcional) y tomates maduros. Le incorporamos salsa de tomate y salamos. Con dos huevos fritos arreglamos una comida.

Coliflor a la gallega. Van directos a una olla la coliflor y las patatas cortadas en trozos gruesos. Los huevos mejor cocerlos en otro recipiente. Dejamos que todo se haga algo más de diez minutos y vamos preparando una ajada (ajos dorados en aceite a los que incorporamos pimentón). Listo.

Ensalada de garbanzos. Puede ser de cualquier legumbre y, literalmente, consiste en mezclar pimientos en trozos pequeños, aceitunas, pepino, tomate y huevo cocido con los garbanzos (si son de bote los habremos lavado bien). Si hacemos una vinagreta con mostaza, aceite y unas gotitas de limón y sal, elevaremos el nivel.

Lentejas. Otro plato que, como las albóndigas, parece más difícil de lo que es en realidad. Colocamos en una olla con agua hirviendo un par de ajos, una cebolla, chorizo, un trozo de panceta, zanahoria, puerro y patata en dados. Dejamos que todo se haga bien y desprenda sabor e incorporamos las lentejas. Le da un toque muy bueno un poquito de comino y pimentón.

Ensalada de pasta. Un bis de la ensalada de garbanzos. Cuidado con cocer la pasta según las indicaciones del fabricante.

Tortitas. Realmente es el dulce de los pusilánimes, pero hagamos como que no. Mezclamos huevo, leche y aceite de girasol por un lado. Haremos lo mismo con la harina, el azúcar y la levadura. Lo juntamos todo y lo batimos; untamos con mantequilla una sartén y vamos depositando la mezcla, a la que le daremos la vuelta cuando empiecen a salir una especie de burbujitas.

Fajitas. Basta con sofreir pimentos tricolor, pollo, cebolla y ajo para, casi, tener el relleno de una fajita. Pero le daremos un punch con pimentón picante y comino. Calentamos las tortillas, metemos el mejunje en ellas y a comer.

Meigas. Volvemos (casi independientemente de la edad de cada uno) años atrás. Porque este pescado nunca falla para un martes al mediodía. A la placha acompañado de una ensalada es sano y rico.

Hamburguesa completa. ¿Sabes ya hacer albóndigas? Pues estás preparado para zamparte una hamburguesa casera. Aprovecha tus conocimientos y aplasta esa masa de carne picada. Con un poco de lechuga, tomate, cebolla y, venga, ketchup matamos el antojo de comida rápida.

Gazpacho. Podemos hacer litros y litros, que serán nuestra principal fuente de sustento en verano. Para contentar a todos los comensales mejor no nos vengamos arriba con el pepino; basta con un cuarto para un litro de gazpacho. Lo demás consiste en cortar (tomate, pimiento verde, ajo y cebolla) y triturar.

Poké bowl. Para los que no han cogido un cuchillo en su vida pero quieren fliparse esta es la mejor alternativa. Puedes llamarle poke a eso que toda la vida se ha llamado ensalada de arroz y a la mayoría le colará. Le pones una proteína como atún marinado, cebolla crispy y edamames (ya los venden en casi cualquier supermercado), y a triunfar. No te olvides de la salsa de soja para darle ese toque asiático que engañará a los que apenas saben de qué hablas.