La mejor enóloga de Portugal es gallega. Así le fue reconocido con el premio que lo acredita. Desde el 2009 produce vinos de factura exquisitamente personal en las tierras altas alentejanas
25 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Nació en Tui, estudió Químicas en Santiago y cursó un máster en Enología en La Rioja. Hizo prácticas en el Douro y en el 99 se instaló allí, para trabajar, primero, en la emblemática Quinta do Couto y, después, en la pionera Quinta do Crasto. En el 2009 dio el salto al Alentejo. «Fue, no te digo empezar de cero pero casi. La mentalidad era completamente diferente», recuerda ahora. Comenzó a trabajar como consultora para cinco bodegas. «Pero enseguida quise poner en marcha mi proyecto personal. Quería hacer algo con más alma». Se pasó dos años buscando parcelas con viñas viejas, con varios tipos de variedades autóctonas y ubicadas en zonas altas, que le proporcionaran frescura. Las encontró en el 2011 en la Sierra de San Mamede, en Portalegre. Fruto de aquella parcela fue el Procura 2011, su primer vino. «Me entusiasmé y ahora tengo 12 porque no mezclo uvas de parcelas distintas. La mezcla de variedades que existe en cada una es la que le da personalidad a mis vinos. Por eso tengo tantas referencias».
- ¿Hacia dónde deben evolucionar los vinos del Alentejo para que dejen de ser unos desconocidos?
-A mí lo que me fascina del Alentejo es que puedes hacer lo que te dé la gana. Puedes hacer vinos de microparcelas, como es mi caso. O puedes ir hacia una vertiente mucho más comercial, que es lo que hace la mayoría. Pero eso también está bien, siempre que los vinos sean correctos, que en este caso lo son. Cada uno que evolucione donde se sienta más cómodo. La única premisa es la calidad. Tenemos materia prima y tecnología para conseguirla. ¿Que vamos a hacer un vino de tres euros? Vale, pero que sea el mejor vino de tres euros del mercado.
-En el 2011 recibió el premio Enóloga del Año de Portugal. Creo que es la única mujer y la única persona no portuguesa que tiene ese galardón.
-Pues sí. Aún hoy en día me sigue chocando. Y es que en Portugal a los gallegos se nos quiere, pero a los españoles… Tienen un refrán que dice De Espanha, nem bom vento, nem bom casamento. Hay mucha rivalidad. Jamás pensé que me pudieran dar ese premio. La verdad es que ¡ole por ellos! porque me demostraron que lo que les importó fue el trabajo, no la nacionalidad.
-¿Hay muchas mujeres en el mundo del vino en el Alentejo?
-Ni en el Alentejo ni en Portugal en general. En Galicia sí hay un montón de enólogas y muchas bodegas están en manos de mujeres. En Portugal estamos las mismas cuatro (Filipa, Sandra, Rita y yo) desde hace 20 años. Sigue siendo un mundo muy masculino. Es algo que para mí no tiene explicación.
-Tiene una línea de vinos, Sidecar, que cada año elabora con una persona distinta. ¿Qué es lo que busca con ellos, qué le aporta?
-A mí me gusta mucho hacer colaboraciones con otros enólogos. El primer Sidecar lo hice con Dirk Niepoort, que para mí es un visionario del mundo del vino. El segundo lo elaboré con Filipa Pato, con la que hice un vino tinto en ánfora alentejana. El tercero fue con Eulogio Pomares, que quiso hacer un blanco en unas ánforas de arcilla blanca que trajimos de Cataluña. El del 2017 fue con Jorge Lucki, un periodista brasileño especializado en vinos y reconocido a nivel mundial, con el que hice un blanco en un fudre alsaciano de 1961. Los del 18 y el 19 aún están en los toneles. Los elaboré con Ricardo Diogo, de Vinhos Barbeito, una de las bodegas más singulares y creativas de Madeira. Él es un apasionado de los Barolos y quiso hacer un tinto con una viña vieja de Alicante Bouschet en dos toneles que trajimos de Italia. ¿Qué me aportan? Muchísimos conocimientos, muchísima experiencia, otra forma de ver las cosas. Desde luego, Sidecar no tiene un afán comercial. Solo hacemos mil botellas. Pero mira, al año siguiente de haber hecho el vino con Jorge Lucki elaboré otro vino que estuvo año y medio en aquel foudre alsaciano. De hecho se llama así, Foudre, Y ha sido el primer vino blanco portugués en tener 20 puntos sobre 20 en la revista De Vinos, lo cual me ha dado una alegría especial porque por fin he demostrado que en el Alentejo también se pueden hacer grandes blancos. Pues bien, eso jamás me habría pasado de no haber hecho aquel Sidecar con Jorge. Ni habría hecho el Procura na Anfora si Filipa y Eulogio no me hubiesen propuesto hacer vinos en arcilla.
-Apostó para sus vinos por una imagen nada convencional.
-Sí, y comercialmente me costó mucho que me la entendieran y aceptaran. Me decían que un vino tan serio no podía tener una imagen tan rompedora. En ese sentido, Portugal aún es muy tradicional. Lo de Quinta de… o Herdade de… sigue vendiendo.
-Cuando llegó al Alentejo dijo que pasó a elaborar los vinos con la cabeza cuando hasta entonces lo había hecho con el corazón.
-Eso fue en la etapa en la que trabajaba de consultora para otras bodegas.
-¿Con qué los elabora ahora?
-Mis vinos siempre con el corazón. Nunca he pensado «voy a hacer este vino porque lo puedo poner a 30 euros la botella…». Nunca hago esas cuentas. A mí no me preguntes cuánto facturo, porque no lo sé, de verdad. Yo hago vinos porque me da placer.
-¿Está al corriente de lo que se hace en el mundo del vino en Galicia?
-Sí, por supuesto. Voy mucho por ahí. Galicia está en un momento increíble. Hay proyectos chulísimos que están recuperando variedades autóctonas que casi se habían perdido. Me gusta lo que hace Laura Lorenzo en Daterra, lo que está haciendo Rodri (Méndez) y, por supuesto, Eulogio Pomares. Para mi Locho es lo más de lo más.
-¿Hacia dónde deben ir los vinos gallegos?
-Están en muy, muy buen camino. Tienen que ser creativos y, sobre todo, mostrar la identidad del sitio de donde proceden. Que no intenten imitar a nadie. Que sean auténticos.
-¿Podría algún proyecto en Galicia tentarle como para regresar?
-Nunca se sabe. Justo en la actualidad no podría porque estoy en un momento frenético. Pero ya he hecho algunas colaboraciones en Galicia y espero que no sean las últimas.