¿Hace falta dejarse el sueldo en productos ecológicos?

COCINA SALUDABLE

Los expertos recuerdan que lo más importante es inclinarse por productos locales y de temporada
Los expertos recuerdan que lo más importante es inclinarse por productos locales y de temporada Ana Garcia

La OCU acaba de confirmar que la cesta de la compra es tres veces más cara si se llena de alimentos eco. Los estudios chocan a la hora de concluir si esta elección es más sostenible, y los expertos revelan que esta comida no tiene más propiedades nutricionales

17 nov 2021 . Actualizado a las 19:00 h.

Casi 1.500 kilómetros. Es la distancia que hay entre Saint-Just-de-Claix, un pueblo situado al sudeste de Francia, y A Coruña. Si la que escribe el texto comprase el queso bio Saint Felicien, producido en esta localidad y al alcance de cualquier herculino en uno de los supermercados más populares de la ciudad, el producto habría recorrido más de 13 horas de carretera (con su correspondiente huella ecológica). Lo mismo ocurre con un salmón ahumado llegado desde Noruega o con esos pepinos que, muy fuera de temporada, uno puede degustar en pleno noviembre con el sello que certifica que se trata de un producto bio. 

La buena prensa que tienen las palabras eco, bio u orgánico tiene su razón de ser, pero también hay detrás muchas horas de sesudas reuniones en departamentos de márketing viendo cómo se puede maximizar el green washing para sacar cuanto más rédito económico, mejor. Así las cosas, la confusión está servida y comienza a costar discernir cuándo y por qué deben comprarse productos que lleven este tipo de certificados y etiquetas, sobre todo porque uno ya no sabe si con ellos está ayudando a su salud, al medio ambiente, a la industria alimentaria, al de la huerta de al lado, a nadie o a todos. A esta cuestión se suma que, como acaba de revelar la OCU, la cesta de la compra es tres veces más cara si se llena de alimentos bio que si se adquieren los homólogos de marca blanca; a la vez es un 77 % más caro comprar una salsa de tomate, huevos o yogures ecológicos que sus semejantes en las marcas líderes. 

 Para empezar a desatar este nudo, lo importante es definir qué significa el término ecológico. La farmacéutica y experta en nutrición Carolina Martínez Couto lo explica: «Esta palabra hace referencia a la forma en que los agricultores cultivan sus productos (frutas, verduras, cereales, productos lácteos o carne). Las prácticas agrícolas ecológicas están diseñadas para mejorar la calidad del suelo y el agua, reducir la contaminación y promover un ciclo sostenible de los recursos, es decir, cuidar del medio ambiente, preservar los recursos naturales y el bienestar animal».

Y continúa: «El que un alimento sea eco, orgánico o bio, depende exclusivamente de una cuestión legal, y el reglamento especifica que los alimentos han de ser cultivados únicamente con fertilizantes naturales, no se puede usar pesticidas para control de plagas y no pueden estar modificados genéticamente. Entre los fertilizantes naturales se pueden usar productos preparados en las instalaciones propias. No se pueden utilizar fertilizantes minerales nitrogenados y solo puede usarse un suelo que haya sido aprobado para su uso ecológico». No obstante, como recuerda esta especialista, en la norma se observan excepciones en las que sí se autorizan ciertos productos químicos que se pueden encontrar en la naturaleza, pero que en pequeñas cantidades lejos están de resultar tóxicos.

La cara B

El bum de la alimentación orgánica como sinónimo de calidad alimentaria tiene una cara B. Esta implica casi necesariamente que los productos que no cumplan los parámetros a los que obligan estos certificados son menos saludables. Y este es un problema que, como explicó la experta en seguridad alimentaria Patricia Beiro en este artículo, puede acabar en quimiofobia. «Y que algo contenga menos pesticidas no quiere decir que sea más saludable; según los organismos reguladores no hay razón para tener miedo a los pesticidas en los alimentos porque, de encontrarse, están en tan bajas dosis que no tienen efecto alguno. De hecho, al no usar pesticidas, los productos ecológicos quedan desprotegidos ante microorganismos patógenos y micotoxinas», explica Martínez Couto. Y un discurso similar mantienen Almudena Seijido y Marta Otero, miembros del Colexio Profesional de Dietistas-Nutricionistas de Galicia. 

«Ahora parece que hay la sospecha de que aquellos alimentos que no son bio están tratados con tóxicos o productos dañinos. Pero tal y como queda reflejado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, los productos fitosanitarios usados para el cultivo de alimentos son plenamente legales e inocuos». Se apuntan estas expertas a recordar que, además, como la agricultura ecológica tiende a no utilizar químicos, «los cultivos están más expuestos a riesgos microbiológicos que pueden hacer que una plaga eche por tierra más fácilmente la cosecha de una temporada, lo que va a hacer que el producto se encarezca y se desplieguen más recursos».

Un artículo publicado en New Scientist asegura que la agricultura ecológica es menos eficiente, con la que no se reducen las emisiones de CO2 y que, además, sus productos no son necesariamente más saludables. Tema aparte es el del sabor, pues se establece una analogía entre las cualidades organolépticas de un alimentos y el sello de producto ecológico. Esto remite directamente a las primeras líneas de este artículo, pues el consumidor encontrará de facto un mejor sabor en su comida si se trata de alimentos de temporada, en los que se ha respetado los tiempos de cultivo. Muchas veces se establece un paralelismo entre producto ecológico y de temporada, cuando solo hay que darse un paseo por el súper para comprobar que nanai de la China, si no ¿cómo es posible que todo el año tengamos unos resplandecientes tomates y pepinos a tiro de piedra? 

«En el caso de frutas y verduras deberían respetarse los tiempos de cultivo, pero no siempre es así, y por eso nos encontramos algunos productos disponibles todo el año. Sería lo ideal porque esto permite consumir los alimentos en su mejor momento de maduración y respetando los tiempos del campo. Esto permite disfrutar del sabor, el color, el olor y la textura, evitando lo que sucede en muchos casos cuando se compran productos fuera de temporada, que son totalmente insípidos», comentan las Seijido y Otero. Aprovecha Martínez Couto para recordar que los productos ecológicos tienen permitido ser madurados en cámara.

La asociación producto ecológico-de temporada es igual a la que se produce con ese pensamiento que vincula que un producto ecológico será necesariamente natural y, por tanto, saludable.  Esto no tiene por qué ser así, pues a lo que obliga la norma es a que tengan el 95 % de sus ingredientes ecológicos, es decir, que sean respetuosos con los animales y el medio ambiente, y que huyan de sustancias artificiales como colorantes, saborizantes o aromas. Así uno encuentra concentrados de verduras, patatas fritas o chorizos ecológicos, y esto no implica que uno deba atiborrarse a esta clase de productos. «La distinción eco hace referencia es a las características de su producción, pero independientemente de ello pueden ser más o menos saludables», concluye la nutricionista María Pérez.

Por ello, según las especialistas del Colexio Profesional de Dietistas-Nutricionistas de Galicia, debe «haber un equilibrio entre la producción y consumo de alimentos de distintos tipos. Hay que educar a la población en el consumo de productos locales, enseñarles que un alimento con un pequeño defecto visual no lo convierte en desechable y, también, que los que se consumen tras ser tratados con productos legales no los convierten en menos nutritivos».